Ya se habló tanto de Preacher, que es obligación agarrarlo desde otros ángulos, así que este artículo más que una reivindicación del comic (que no hace falta decirlo, es uno de los puntos más altos en la carrera de Vertigo, en la de Garth Ennis y en la del dibujante, Steve Dillon), pretende desarmar dos argumentos en contra que le sirven a todo los comiqueros cuando quieren sostener que Preacher es mala; estos son: 1_Preacher es machista; 2_ Preacher es recontra-facha. Los dos son falsos, son formas perezosas de entender una historieta que va por otro ladro (la amistad masculina y la construcción del vínculo amoroso, esos son los pilares de Preacher, y no rompan más las pelotas con el chiste idiota a la Iglesia. Porque si sólo te gusta Preacher porque “le toca los huevos al clero”, es que no querés tomarte el trabajo de entender REALMENTE de qué va este comic).
Es cursi decirlo, pero es así: va sobre el amor. Sobre el amor por los amigos y sobre el amor por la mujer que elegís como tu compañera. Jesse y Tulip se aman, y con seguridad no hay en la historieta, muchas historias que respiren esta intensidad. Y esa intensidad nace en que el vínculo está atravesado por una infinidad de preconceptos sociales que constantemente intenta bajarles línea sobre cuál es el rol que Jesse y Tulip deberían cumplir dentro de la pareja, y ambos construyen una primer mirada a partir de ciertos mandatos patricarcales.
Acá va: Preacher no es machista, primero porque ese “machismo” que carga Jesse, es para él una cruz, es una manera oxidada de ver la vida, quizás más lineal, pero indudablemente anticuada. Y Jesse sí peca de machista en varias oportunidades, pero Garth Ennis convierte a este antihéroe en un machista torturado, que comprende que no debe construir una pareja pensando a la mujer como apenas un satélite. La escena final, con Jesse llorando por dolor y por amor, es la graduación de un tipo áspero que, afortunadamente, llega a comprender el amor desde un ángulo nuevo, y entiende finalmente lo que implica elegir como compañera a una mujer. Esa mujer es Tulip, que se rebela incansablemente contra esa mirada misógina sobre el lugar que debe ocupar una mujer en la sociedad. Tulip parece construida para contrarrestar el lugar histórico que las mujeres tuvieron en la historia del western norteamericano –imposible comprender Preacher sin sus abuelos culturales, anclados en el cine de John Ford y Howard Hawks-. Como decía, históricamente en el western la mujer tuvo muchas veces un lugar accesorio. La mujer era el calor del hogar, la mujer era la compañera que le permitía al héroe asentarse y construir civilización en ese pedazo de tierra virgen que eligiera, pero siempre la mujer se limitaba a acompañar, y no necesariamente cumplía un rol activo, sino quizás un lugar más pasivo en comparación al del hombre (salvo honrosas excepciones, como Joan Crawford de Johnny Guitar –Nicholas Ray- o Marlene Dietrich en Rancho Notorious –Fritz Lang-). Pero en Preacher, Tulip cumple una función doble: por un lado ES la compañera que le permite a Jesse aceptar la posibilidad de construir una familia; pero por el otro, también mantiene una pelea constante por armar una pareja constituída a partir de la igualdad de género. O sea, cuando empiezan los tiros, Tulip quiere estar espalda a espalda con Jesse y sumergirse en la acción de igual a igual. Ese es el casillero que pelea a lo largo de toda la serie ese personaje, y que recién al final logra conseguir.
El otro punto: Preacher es una serie de fachos. Sí, la serie entiende el fascismo como una forma de mirar la sociedad. Ahora bien, ¿eso significa que la serie en sí es fascista? Creo que no. Garth Ennis entiende el humor como un elemento de agresión, o sea, se ríe de la desgracia que atraviesan los personajes (Herr Starr en este rubro va a la cabeza, pero Arseface es claramente otro objeto de burla debido a sus pocas luces). Pero a pesar de esto, Ennis no trata con maldad a muchos de estos personajes, ni los humilla. Jesse y Cassidy se rien de Arseface cuando éste los va a buscar para vengar a su padre, pero ambos luego comprenden la realidad del chico y lo inician en la forma que ellos tienen de ver la realidad. Hay joda, hay burla, pero Arseface entra ahí en el mundo de los protagonistas, donde la burla los hermana. Y después está Jesse, que sí, Jesse tiene una mirada que podría vincularse al fascismo, pero al igual que sucede con su postura machista, Jesse muta, cambia y se ve en la obligación de destruir sus dogmas educacionales a través del camino que recorre a lo largo de la serie. Es innegable que en Preacher todos los personajes (o casi todos) entienden la violencia como la única herramienta válida para imponerle una verdad al otro, pero eso no significa que Ennis realmente piense así, ya que no todos los personajes son mostrados como los héroes de la saga.
Preacher es un comic perfecto. Y con seguridad la última gran obra de Ennis, que con el tiempo se puso mucho más light en su forma de ver las cosas (porque aunque la superficie posterior de su obra parezca más salvaje, es eso, sólo la superficie). Preacher es un retrato social, es una mirada dolorosa sobre la religión y sobre la violencia, y es dolorosa porque lastima, a sus protagonistas y a sus lectores, que sienten en carne propia cada traición y cómo esa amistad perfecta se despedaza. Pero a Cassidy lo perdonamos, a Jesse lo emulamos y a Tulip la amamos. Porque eso es Preacher: sentimiento puro y rabioso.
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