Hace pocos meses, Ivrea anunció que en Diciembre lanzará la edición kazenban de 20th Century Boys, de Naoki Urasawa. Muy pillos como siempre, destacan en su web que finalmente van a publicar a ese autor luego de “ser maltratado y ninguneado por un intento de editorial ya difunta” (esto hay que decirlo, y sin intención de ponerse la camiseta de nadie, pero a pesar de los conocidos problemas de ese sello, su intención de lanzar Urasawa sigue siendo mucho más valiosa que los mangas mediocres con los que tanto insistía Ivrea por esa época, ¿o acaso ya se olvidaron de los mil títulos de Mayu Shinjo?). En fin, publicar Urasawa es un triunfo absoluto, pero de ahí a aplaudirse frente al espejo… raro. Pero más allá de eso, es indudable que el lanzamiento de 20th Century Boys en formato kazenban, con páginas a color y en una edición de lujo, es la gran novedad del 2020 en materia de mangas, y sin lugar a dudas una apuesta que esperamos tenga continuidad con más obras del autor, tal como sucedió con Iniso Asano. Por ese motivo, vale la pena destacar por qué, sí o sí, estamos ante un autor que es obligatorio descubrir, o redescubrir.
El camino del mangaka
Esto, al menos para mí, es una verdad que no se discute. De todos los mangakas activos que se publican en Occidente, Naoki Urasawa es el mejor. Cada una de sus obras es un mundo en sí mismo, sus relatos contienen rasgos autorales claros, y no cuesta absolutamente nada leer en todos sus comics las obsesiones de un cuentista absorbido por grandes conspiraciones y personajes casi Hitchcockianos, que por fuerza de las circunstancias se encuentran atrapados en tramas que los superan por mucho. Las decisiones más sutiles tuercen el destino de las cosas, y hasta el más insignificante de los personajes puede tener en su mano las llaves del triunfo, o del fracaso.
Escapemos un poco de Wikipedia (solo me fijé su edad, sesenta años). Urasawa es un mangaka que creció de a poco, no es un autor shonenjumpero que pegó un hit y a partir de ahí aparece hasta en la sopa (o el ramen). Su trayectoria, en cambio, fue mucho más pausada, limitándose en algunos casos a dibujar historias ajenas (una costumbre que mantuvo incluso luego de su consagración). De sus años iniciales poco puede leerse en Occidente, algunos relatos cortos que respiran una gigantesca deuda con Osamu Tezuka y más cercano en el tiempo, a Katsuhiro Otomo. Del creador de Akira, Urasawa mamó los personajes no estilizados, una búsqueda de elementos cotidianos que salpican fábulas fantásticas, y un dominio de una narrativa pausada que contiene una bomba de tiempo que jamás sabe el lector cuándo explotará (porque en muchos de sus relatos, siempre hay un personaje de mecha corta dispuesto a detonarlo todo por el más insignificante de los motivos).
En esos años iniciales, que pueden ubicarse entre mediados de los ´80 y mediados de los´90, Urasawa desarrolla cuatro series clave para su formación. Primero Pineapple Army, un manga de ocho tomos dibujado por él pero escrito por Kazuya Kudo, y centrado en las aventuras de un mercenario. De este título solo pudimos ver un tomo español editado en 1993 (aplausos al editor que apostó en ese momento por Naoki), y que hoy es Santo Grial indiscutido. Yawara! es el primer título integral realizado por el mangaka, y que a lo largo de 29 volúmenes cuenta la vida de una joven yudoka que entrena para participar de los juegos olímpicos de Barcelona (aún inédito en idioma español). Master Keaton es otra de sus grandes historietas a descubrir, cuyo protagonista es un aventurero experto en supervivencia, una suerte de cruza entre Indiana Jones y MacGyver, pero con los gustos refinados de Alfred, el mayordomo de Batman. Aunque no figuren situaciones ni personajes típicamente vinculados a los universos de Urasawa, este manga es una lectura imperdible porque aquí comienza a desplegar un estilo gráfico que muestra sólidos signos de madurez, y que anticipa la perfección casi obsesiva de Monster o Pluto. Master Keaton se encuentra disponible en español a través de una cuidada edición kazenban de Planeta-DeAgostini.
Finalmente en 1993, Urasawa comienza su primera gran obra maestra como autor integral, el manga que cierra su primera etapa como autor. Happy! cuenta la historia de Miyuki, una joven que por fuerza de las circunstancias, debe pagarle a unos mafiosos una suma millonaria. Su hermano, el que tomó esa deuda, despareció del mapa y dejó a la joven a merced de los mafiosos. Miyuki tiene una habilidad nata para el tenis, y aunque hacía tiempo había abandonado el sueño de jugar de manera profesional, decide competir en las canchas hasta obtener en premios el dinero adeudado. A lo largo de 23 tomos imperdibles, Urasawa demuestra una excepcional manejo de sus personajes, todos ellos marcados por emociones que oscilan entre la venganza, la angustia, el romance y la ambición deportiva. Happy! es un spokon, eso es indudable, pero la cancha de tenis sirve como excusa para estudiar a un grupo de protagonistas atravesados por circunstancias que no desean, por destinos de los que necesitan escapar desesperadamente porque su felicidad se encuentra en otros lugares. Son personajes sacrificados, que entienden que necesitan posponer sus sueños porque algún tipo de fuerza superior lucha por someterlos. Y en el medio de esos conflictos, Miyuki encuentra en el tenis la herramienta para escapar de un mundo gris. Por último, también vale destacar que ella es la primera gran heroína de Urasawa, un autor que le presta muchísima atención a la evolución de sus personajes femeninos.
Monster, la gran revelación
De ese modo llegamos en 1994 al primer episodio de Monster, la obra que ahora sí, cuando se comienza a editar en el siglo XXI en Occidente, convierte a Urasawa en un boom internacional, y uno de esos tantos secretos en forma de mangakas que los japoneses conocen décadas antes que el resto del mundo. Monster es Urasawa jugando en otro terreno, vomitando años de consumir policiales para construir una épica gigantesca sobre un médico obsesionado con corregir una buena acción que le costó la vida a decenas de personas. Es la lucha infernal de un hombre que de nuevo, tenía un destino soñado para sí mismo que se borra de un plumazo (o de un corte de bisturí, para ser más precisos). En Monster, Naoki crea una galería de personajes compleja, de criaturas motivadas por deseos egoístas y alturistas por igual, y de héroes y villanos que aparecen y desaparecen del relato como si fueran seres vivos que evolucionan a espalda de los lectores. En fin, Monster es eso que los ingleses bautizaron novela río, y que este historietista supo codificar y trasladar al lenguaje del manga. Visto de esa manera, Urasawa es casi el padre de un género narrativo en viñetas. No es poco.
Y así llegamos a 20th Century Boys, quizá su obra más personal, más obsesiva en su ejecución, y cuya complejidad demanda una segunda parte de esta nota.
(Muy pronto, la segunda parte)
9 comentarios