Corrupción, sexo, violencia, drogas, obsesión con los medios de comunicación, su percepción de la realidad y las formas de manipularlos, colapso bancario, empresarios que mueven los hilos de la marioneta política de turno y bufones mediáticos en importantes cargos públicos. Parece que estuviéramos hablando de la historia latinoamericana reciente, no? Pero no, estamos hablando de un comic fundamental de la gloriosa década del ‘80, una gema eternamente eclipsada por Watchmen, Dark Knight y demas íconos, pero a la vez referente quintaesencial del viraje del comic norteamericano hacia el público adulto. Y de paso, la mejor obra en la notoria carrera de Howard Chaykin. Bienvenidos a la America de
Estamos a principios de los ‘80 y la idea por entonces brillante de concentrar la venta de comics en un creciente número de comercios especializados da por resultado una nueva etapa de prosperidad para una industria que había estado en terapia intensiva durante casi todo el período que va de 1968 a 1980. Esto genera, lógicamente, la aparición de nuevas editoriales, que tratan de arrimar para sus arcas aunque sea un pedacito de la gigantesca facturación que el nuevo sistema le regala a las editoriales más grandes, es decir, DC y -principalmente- Marvel, líder indiscutida en esta etapa.
Sin embargo, los nuevos editores habían aprendido la lección de los ‘60 y ‘70: El que apuesta a los superhéroes, pierde. De todos los emprendimientos editoriales de las décadas anteriores, sólo subsistían aquellos cuyas propuestas eran radicalmente distintas de las fórmulas tradicionales del género de superhéroes, que para ese entonces tenía sólo dos dueños inequívocos: Marvel y DC. Por afuera de ese sistema, había posibilidades no sólo para proyectos de gran ambición como Heavy Metal, sino incluso para pequeños aventureros como James Warren (mítico editor de Creepy y Vampirella), la editorial Eclipse (que publicaba novelas gráficas sin superhéroes) y autoeditores como Warp Graphics (Elfquest) o Aadvark-Vanaheim (Cerebus). Pero la fórmula era clara: para susbsitir había que mantenerse lejos de los superhéroes.
Las propias DC y Marvel, cuando descubren que el nuevo circuito de ventas les permite experimentar con temas nuevos, se vuelcan a productos orientados a un público más adulto, donde las claves parecen ser los héroes sin poderes y la incorporación de elementos de la ciencia-ficción. Esta tendencia engloba, por ejemplo, a Ronin, Camelot 3000 (en DC), Dreadstar y Six From Sirius (en Marvel). Y a la misma tendencia se suma desde el primer día la editorial First, situada en Chicago, que sale al ruedo en 1983 con series como Starslayer, Grimjack, Dynamo Joe y American Flagg!, todas ellas con aventureros sin superpoderes y conceptos propios de la ci-fi.
Y durante algunos años, a First le va realmente bien, en parte gracias al éxito de una serie que conquista de inmediato al público, a la crítica y a los profesionales del medio, y que tiene la hoy casi imposible particularidad de no parecerse a nada de lo que se había hecho antes. Esa serie es American Flagg! y en apenas tres años su creador, Howard Chaykin, pasará de ser un cuasi-ignoto dibujante de novelas gráficas que nadie recuerda a ser uno de los autores más respetados y mejor pagos del ámbito mundial. El propio Alan Moore dijo al respecto de American Flagg!: “La violencia, el sexo, la política, todo en la obra de Chaykin está hermosamente estilizado, eso es lo que hace que su estilo me resulte fascinante e interesante”.
Track 2 > CUANDO LLEGUE EL MAÑANA
El primer número de American Flagg! se publicó en Octubre de 1983.
De a poquito y obviando las obviedades, la serie nos va metiendo en una distopía cínicamente feliz, en una sátira del rumbo que por ese entonces llevaba nuestro mundo. Estamos en 2031 y los EEUU están dominados por las grandes corporaciones que manejan, saturan y adulteran los medios de comunicación masivos, a tal punto que el programa de TV más visto se titula Bob Violence. El sexo se expande por todas partes gracias a una droga llamada Mañacilina que acabó con todas las enfermedades de transmisión sexual pero está esterilizando secretamente a toda la población.
El año 1996 fue el Año Dominó: la Unión Soviética colapsó a causa de levantamientos islámicos, Alemania se re-unificó y conquistó Inglaterra, Irán e Israel se tiraron con bombas atómicas, los bancos colapsaron y las principales potencias son la Liga Pan-Africana y la Unión Brasileña de las Américas. Como si esto fuera poco, el gobierno de EEUU se tuvo que exiliar en Hammarskjold Center, una fortaleza situada en la colonia Gagaringrad, en Marte.
Casi todo el territorio de los EEUU (excepto California, que se hundió en el Pacífico) está bajo el control de una mega-corporación, Plex-USA (creada por la cúpula empresaria-política-cientìfica exiliada en Marte), cuyos Plex Rangers cumplen el rol de policía en los Plexmalls, gigantescas ciudades-shopping donde se agrupó la ciudadanía tras el colapso y la única resistencia a este sistema está encarnada por el American Survivalist Labor Committee.
¿Cuál es el verdadero plan del Plex? Venderle el territorio de EEUU a las nuevas super-potencias! Pero la idea es venderlo con la menor cantidad posible de gente, por eso la droga que esteriliza, y por eso el auge de la violencia, fomentada por un gobierno que regala armas a los grupos políticos más radicalizados, prohibe los deportes organizados y elimina toda la educación excepto la enseñanza de técnicas combate. Todo está dado para que el pueblo estadounidense se extinga en pocos años.
Track 3 > EL SOL SIEMPRE BRILLA EN TV
La serie arranca cuando llega a Chicago Reuben Flagg, un muchacho judío, nacido en Marte, cuyos padres le inculcaron un verdadero patriotismo por los valores que alguna vez representó EEUU. Flagg es un actor de escaso talento, al que le fue bastante bien como galán de telenovelas gracias a su facha… hasta que lo desplazó un actor creado por computadora. Entonces decide convertirse en un Plexus Ranger y es asignado al Plexmall de Chicago, uno de los más bravos de la Tierra.
En su primera misión, Flagg logra frenar la emisión de Bob Violence y descubre, entre otras cosas, los mensajes subliminales que emite la tele, la verdad sobre su compañero Hilton «Hammerhead» Krieger y la existencia de una cadena de TV pirata (Q-USA), que será clave para desentrañar las ocultas motivaciones del Plex.
La televisión será un tema recurrente a lo largo de toda la serie (de hecho, la cuarta trilogía gira en torno a ese tema) y no son pocos los personajes protagónicos que llegarán a conducir sus propios programas de TV. Chaykin se hace cargo de su obsesión por la TV, pero siempre que la nombra es para denostarla. “La mayoría de los guiones que leo en los comics son tan malos, que hacen que me parezca buena la TV”, dijo en una entrevista. También reveló que muchas de las peripecias que viven sus personajes en torno al control de un canal de TV están tomadas de su propia experiencia, cuando ayudaba a un amigo de su juventud que tenía una radio en New York.
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