Barrio Gris no duda en mostrarnos el derrumbe de todas las caretas, las miserias de sus almas que descienden hasta el color final: el rojo.

Barrio Gris: La Ciudad del Pecado

20/04/2016

| Por Javier Hildebrandt

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maxresdefaultEs interesante hacer el trabajo de viajar en el tiempo y reconstruir desde sus cimientos este Barrio gris que Eduardo Maicas y Pipi Spósito vienen levantado, casa por casa, desde hace unos cinco años. Porque aunque la serie ya se planta firme junto al pueblo lector de la revista Fierro, la dupla fue encontrando –y encontrándose- el tono, el ritmo, los lugares y personajes (recomendamos rastrear un primerizo unitario, “La calavera de Hamlet”, en la Fierro n°26 de diciembre de 2008) sobre la marcha, como quien se va haciendo la casita de a tirones y con lo que encuentra en el camino.

Así se terminó por definir esta historieta, como esa mezcla promiscua que parió al primer porteño en el recién estrenado siglo XX (“crisol de razas” nos decían las maestras) y dio lugar a lo que los artistas llaman “voz propia” o, mejor aún, identidad. Barrio gris guarda parentesco con esas Buenos Aires transfiguradas, que son y no son, como la Cacodelphia de Marechal o la Santa de Trillo y Sáenz Valiente en Sarna, pero sigue siendo única. Tiene en el corazón ese cálido anacronismo que a veces encontramos en la barra de estaño de un viejo café, en la charla de la cola de la carnicería, en una radio portátil transmitiendo un partido de fútbol. Y a la vez, no duda en mostrarnos el costado oscuro de su luna, el derrumbe de todas las caretas, las miserias de sus almas que descienden, sin fe ni maquillaje, hasta el color final: el rojo.

BG-AMQ-4 copiaMelodía de arrabal

Para evitar que todo caiga en la obvia caricatura tanguera, ahí está el ingenio de Maicas. Con la cancha que le dan los años de oficio –pero sin fanfarronear, ojo- el guionista teje juegos de palabras y remates con precisión de cirujano, en esa tradición que Fontanarrosa llevó a su cénit. Pero además se florea con una colección de personajes suburbanos, figurones del hampa, resentidos de armas tomar, corazones descorazonados y fauna variada de igual raíz genealógica a la que sabe dotar de un carisma entrañable. Influidos por el clima espeso del barrio, van perdiendo una por una las capas de moral que los aprietan, y desatan en las últimas páginas de cada historia el más negro de sus humores. Personajes como Françoise y su muñeco Fosforito (“Sin palabras”), el ladrón al que todo le sale mal (“Mala cría”), los enanos de jardín (“Esos locos bajitos”) o la angelical Doña Clotilde (“Late un corazón”) se vuelven inolvidables y merecedores de un regreso triunfal a los escenarios. La inclusión de profusos homenajes y guiños para entendidos –al cine, a la historieta, a la actualidad- refuerzan la complicidad y la sensación de estar espiando por una cerradura o una ventana cuidadosamente entreabierta solo para nosotros.

81529La otra pata de este par perfecto es el dibujo de Spósito, ajustadísimo en los detalles y en la síntesis con que define a los personajes, sin perder una línea de histrionismo. Acompaña con paso preciso el ritmo del relato y se para con la frente en alto a nivel narrativo, incluso ante la gran cantidad de viñetas (casi nunca menos de siete) que nutren cada página. Y hasta se anima a tirar algunos jueguitos para la tribuna con algunas puestas innovadoras. Pero todo, siempre, en función del relato. Con el balance justo entre tragedia y humor, es la traducción gráfica ideal del tono que propone Maicas. O para hacerla corta: imposible imaginar otro dibujante para Barrio gris que no sea él.

El fetiche de un afiche de papel

Algo que sí cuesta creer es que esta sea la primera colaboración entre ambos autores. Pareciera que Maicas y Spósito vinieran tramando estas aventuras desde hace muchos años; la conexión natural que se ha producido entre ellos augura, sin dudas, un futuro con varios trabajos más en conjunto.

81526Y es así como a estos pícaros sinvergüenzas no les alcanzó con la jodita para Fierro una vez por mes y se animaron a recopilar sus historietas en libro. Con la seguridad del que va a jugar un ancho de espadas en la primera, la dupla salió a manguearle a amigos, conocidos y no tanto a través de Idea.me para juntar el costo de la patriada. Y por supuesto, lo consiguieron: 22 “grandes éxitos” vieron la luz uno al lado del otro de la mano Wolkowicz, en una edición soberbia, imponente, casi un patovica para las “de bolsillo”. Un lujo –a precio, digamos… sincerado- que no es ninguna vulgaridad.

Usted, lector, creerá que después de esquivar los disparos en los callejones de Sin City, maravillarse con los héroes de Astro City y sobrevivir a la hecatombe nuclear de NeoTokyo, este Barrio Gris será un sitio más relajado… Bueno, no se deje engañar. Maicas y Spósito lo llevarán a recorrer muchos lugares, tomarán unos cuantos cafés y seguro se reirá con ellos. Pero sepa que en cada esquina una figura siniestra lo estará observando. Y ni se le ocurra darle la espalda, porque si no…

 

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