Hijo predilecto del comic independiente norteamericado publicado en blanco y negro en los ´80 y de la avanzada de la ultraviolencia en el mainstreamque desembocaría en la fundación de Image, el canadiense Benjamin Marra hizo propia la temática más recordada de aquellas publicaciones. Este estudiante de David Mazzucchelli y gran deudor de Paul Gulacy tuvo su primer contacto con la historieta independiente con la primera obra del hoy reconocido Darick Robertson, Space Beaver, otra aventura hiperviolenta protagonizada por un bicho antropomórfico, surgida tras la explosión de popularidad de las Teenage Mutants Ninja Turtles.
El niño Marra se aferró a este credo que años después le marcaría perfectamente el camino a seguir: el comic con la violencia y la desfachatez como un acto subversivo. Historias rápidas cuyo desarrollo se equipara con el punk básico de The Ramones y cuyos desvaríos se equiparan a películas exploitation producidas por la Cannon en los´80, todo curado con un halo de autoconciencia que eleva el contenido. Es decir, Marra deja bien en claro que la cosa es en serio, por más que ocurran cosas extrañas y que de golpe una simple historia de asesinatos termine por desembocar en una secta satánica.
Con la independencia como bandera, en 2008 arma su propio sello editorial, Traditional Comics, donde imprimió sus propios comics en blanco y negro a muy bajo precio. El grueso de su obra son varias historias cortas (hoy recopiladas en un único tomo) que denotan las obsesiones ya mencionadas del dibujante. Pero sin embargo, lo más destacado es su dibujo y las diferencias estéticas que existen entre él y el tipo de comic con el que alega sentirse influenciado No hay parecido a los dibujantes que tan en boga estaban en esos años (Todd McFarlane, Jim Lee, Rob Liefeld), no hay rastros de amerimanga, sino un diseño estilizado con expresiones rústicas. El dibujo es sucio, adusto, casi escatológico, a tono con sus guiones, con influencias tan diversas como Gulacy o diseños de máquinas de pinball, trabajadas con una velocidad importante que Marra mismo define como su propia filosofía de vida.
También ilustrador para diversos medios norteamericanos como Vice, Playboy, New York Times o Rolling Stone, hoy Marra logró un reconocimiento en parte gracias a las reediciones que Fantagraphics hizo de sus obras, recopiladas en tres libros (también traducidos al español por Autsaider), tal vez de los más fundamentales para entender cómo es hoy el comic underground estadounidense del Siglo XXI.
NIGHT BUSINESS
Inspirado en los magazines del género Men’s Adventure (historietas para hombres adultos donde transcurren aventuras violentas protagonizadas por prototipos de machos), esta es su primera miniserie publicada originalmente en cuatro revistas. Una figura enmascarada asesina strippers a lo largo de la ciudad, algo que preocupa bastante a Johnny Timothy, agente de varias bailarinas exóticas, al ver cómo falla en su rol de protector de las chicas. A medida que avanza la historia, varias tramas se entrecruzan con guerras entre cafishos y agentes, la aparición de Casty, una stripper que logra sobrevivir a su cruce con el asesino y que decide tomar el manto de justiciera, y la aparición de una secta satánica que controla la ciudad desde las más altas esferas.
A partir de una historia básica de venganza, el desarrollo solo escala hacia arriba y sin ninguna clase de techo en cuanto a acción se refiere. Todo lo que tiene que explotar, lo hará a lo grande, graficado explícitamente en varios splash pages. Todos los puños y patadas se darán de manera ininterrumpida, y las situaciones de extremismo puro, se ven a cada ojeada rápida que se le dé al cómic. Pero es ahí donde reside lo fantástico de la obra y en cierta manera marca el aura general de las historias de Marra: no le teme a ser una ridiculez (esto dicho con los ojos ubicados y anclados en el Siglo XXI) exacerbada que le rinde homenaje a películas de Charles Bronson y Sylvester Stallone post-Rocky, con componentes de sórdida sensualidad propias del cine euro-trash o del giallo italiano.
TERROR ASSAULTER O.M.W.O.T.
Su segunda obra larga, publicada originalmente en una sola revista. Una distopía donde, tras el 11 de Septiembre, la administración de George W. Bush arma un comando anti-terrorista basado en agentes solitarios con libertades absolutas de poder. El protagonista principal, sin nombre, se encarga a lo largo de cuatro capítulos de despachar a todas las amenazas que que buscan atentar en Estados Unidos.
Terror Assaulter es Marra en su máxima expresión. Concebida de manera experimental, el artista improvisó el guión con una única idea en frente, que era llevar la acción lo más lejos posible. Una mezcla de Miami Vice con las políticas de estado en Estados Unidos post-ataque terrorista a las Torres Gemelas llevadas a un ridículo absoluto. Lo mismo hace con la figura de los “héroes de acción” nacionalistas, cuyos planes siempre salen bien y se llevan a la chica más linda a la cama. El Terror Assaulter es infalible y se coge todo lo que puede y quiere (de manera totalmente explícita), incluyendo hombres. Los diálogos están pensados para ser de lo más bruto posible, con redundancias respecto de lo que vemos en el dibujo (más Paul Gulacy que nunca, con caras angulosas, más el toque Marra con dibujos simples, casi burdos y adustos por momentos), mientras las secuencias de acción se apilan página a página.
(el lunes, la segunda parte)
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