Al galope por las praderas del Oeste norteamericano, nos encontramos con otros dos justicieros enmascarados oriundos de España.

Cowboys enmascarados (parte 23)

10/07/2024

| Por Roberto Barreiro

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El éxito siempre trae la imitación. Por eso El Coyote va a hacer que el concepto del vaquero enmascarado prenda más rápido que el fuego en la España post-Guerra Civil. Así vamos a tener un montón de personajes similares (mayoritariamente del molde Zorro/Coyote) dentro de la producción local de historietas. Para que se hagan un panorama, el mismo consistía en buena medida de revistas semanales apaisadas de muy pocas páginas y horriblemente impresas, conocidas como los “cuadernos de aventuras”, hechas –sobre todo en estos primeros años del franquismo- por gente o muy novata o por veteranos que, al estar represaliados por “rojos” -o sea, echados de su laburo y en la lista negra por haber sido simpatizantes y/o militantes de la República española, el bando perdedor de la Guerra Civil- no tenían muchas más posibilidades de conseguir empleo en lugares mejor pagados. Con lo que la producción era de un ritmo que hubiera espantado a un dibujante de manga y claramente importaba más calidad que cantidad. Lo que no quiere decir que hubiera productos exitosos en ventas y en calidad.

El primer personaje que encontramos cronológicamente, sin embargo, es justamente uno de esas series absolutamente desechables: El Jinete del Diablo. Realizada en 1946 por la pequeña editorial Lerso, El Jinete del Diablo es una copia bastante evidente del Lone Ranger. Joe Cobin protege a los inocentes del Oeste de malvados criminales, aunque cada tanto también es perseguido por la ley. Por eso se pone un antifaz y aparece como el Jinete del Diablo. Los guiones corrían por cuenta del ignoto José Luis Lopez Selles y los dibujos están en manos primero de Alberto Peris (un tipo que con el tiempo dejará la historieta y se dedicará a hacer afiches para cine) y luego por “Karpa”, seudónimo de Rafael Catalá. Las historias (que continúan de cuaderno a cuaderno) no son nada del otro mundo y están ambientadas en un Oeste anacrónico donde un ataque indio puede coincidir con gente que usa teléfonos para comunicarse a larga distancia. Tal vez el dato más curioso es que, por problemas con la censura de esos años, a partir del nº 9 la serie es renombrada como El Jinete Salvador (al ultracatolicismo gobernante en esos años parece que un héroe se llamara «del Diablo», no gustaba demasiado). Tras solo 14 números, el Jinete Del Diablo / Salvador va alejarse para nunca más volver ni dejar una impronta en sus lectores.

…Cosa que no va a ocurrir con el siguiente personaje, que tendrá mucho más peso en los lectores infantiles de esos años.

En 1947, la editorial Grafidea (de las más productivas dentro del campo de los cuadernillos de aventuras) lanza El Caballero Fantasma, que copia la estructura del Zorro casi a rajatabla: la California española tiene un gobernador muy malo, Don Gregorio Gomez, quien esquilma a la población. Y para enfrentarlo tenemos a un enmascarado llamado El Caballero Fantasma, que es la identidad secreta de Don Juan de Mendoza, el médico personal –y en público un tipo inofensivo- del gobernador. Tiene de ayudante a un jovencito llamado Crispín que lo ayuda a enfrentar al gobernador y de a poco va consiguiendo un grupo de gente que lo apoya en la rebelión.

Hasta aquí todo normal… pero las casualidades van a hacer cambios importantes muy pronto. Es que, en el mismo año, otra editorial sacó un cuadernillo también llamado El Caballero Fantasma. Y, para evitar confusiones (y juicios), Grafidea decide que hay que pegar un volantazo a la serie. En el quinto número, en un combate contra los soldados del gobernador, Don Juan de Mendoza cae herido de muerte y, antes de morir, le pide a Crispín que sea su sucesor. Este acepta y desde el sexto cuadernillo va a protagonizar la serie como El Jinete Fantasma.

Y las cosas solo han empezado. La historia de El Jinete fantasma va a durar la impresionante cantidad de 155 cuadernillos (amén de varios números especiales), una colección que se prolongará durante cuatro años hasta 1951. Y eso es porque pasa de todo en esos años: Crispín rápidamente (y milagrosamente) deja de ser un adolescente para ser un hombre hecho y derecho, aparece Lupita, la hija de Don Gregorio , con la que enseguida el Jinete Fantasma empezará un romance mutuo, habrá idas, vueltas, revueltas, secretos que se revelan, confusiones inexplicables, etc. Todo como si fuera un folletín inagotable que resulta muy pero muy entretenido (y que no ha envejecido). Y que le trajo el apoyo de los lectores.

Que esto fuera posible se debe a los dos autores detrás de todas las entregas de El Jinete Fantasma. Por el lado del guion, tenemos a Federico Amorós, un prolífico guionista que había empezado como artífice de las historias de Roberto Alcázar y Pedrín (EL cuadernillo de aventuras arquetípico de la España franquista) y que va a tener una carrera larguísima como guionista (lo vamos a volver a nombrar). Dotado para el manejo de una narración folletinesca y bastante sentido del humor –que se nota en obras como El Jinete Fantasma – construye historias con gancho que encima tienen la suerte de contar con un antiguo maestro republicano que está empezando: Miguel Ambrosio Zaragoza, más conocido por su seudónimo de Ambrós.

​Ambrós había tenido apenas un pequeño paso por una serie olvidada en un sello menor cuando consigue dibujar este serie. Y en cuatro años su estilo pasa de ser ágil y claro pero funcional, a empezar a mostrar cuotas de talento de una manera meteórica. Con un trazo suelto y una gran habilidad para la expresión facial, El Jinete Enmascarado constituye la primer gran obra de Ambrós. Que no la última: tras el cierre de esta saga seguirá en Grafidea con Chispita, el hijo del jinete y Lupita, devenido en aventurero juvenil. Hasta que en 1956 se pasa a trabajar para editorial Bruguera (la mayor empresa de historieta española de esos años) donde en 1956 creará –junto al guionista Víctor Mora- a un icono de la historieta de aventuras de la Madre Patria: El Capitán Trueno, además de otras series como El Corsario de Hierro.

Por supuesto, hubo más enmascarados hispanos. Pero de eso, hablaremos en la próxima entrega.​

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