El hambre de distracción en la España franquista hacía que aparecieran de la nada un montón de revistas de historietas apaisadas (cuadernos de aventuras) muy baratas, hechas por gente bisoña que aprendía a narrar historieta número a número, a la vista de los lectores. Dentro de esa explosión, los cowboys enmascarados eran parte vital de la oferta semanal, como vimos en la entrada anterior y seguiremos viendo aquí.
Para 1947, el guionista Joaquin de Haro junto al dibujante Luis Poch se habían dedicado a crear la pequeña editorial Harpo, donde saldrían -entre otras series– El Lince (el Sheriff Inmortal). Los dibujos de Jim Lewis” (muy probablemente el propio Poch) estaban bastante bien y De Haro era un guionista sólido. Tal vez lo más interesante fuera el estridente traje del protagonista: usaba un antifaz verde y una chaqueta de motivos indígenas norteamericanos en su atuendo. La serie, sin embargo, solo duraría seis números. El mismo año, junto a Salvador Mestres (un pionero del comic realista español y de la animación hispana), De Haro publicaría siete números de El Diablo Negro, otro enmascarado (esta vez más parecido al Zorro) en la editorial Hércules. Con el tiempo, De Haro se convertiría en uno de los primeros agentes de historietas de España y terminaría por emigrar a Latinoamérica.
Pero para ese mismo año, la poderosa editorial Marco se saca de la manga una versión enloquecida del cowboy enmascarado con El Puma. Creado por Boixcar (seudónimo de Guillermo Sanchez y Boix, un dibujante que llevaba unos años en la editorial produciendo varias series), El Puma comienza con los clichés típicos del subgénero: un militar mexicano se subleva y mata al legítimo gobernador de Chihuahua. Su hijo decide que hay que vengarse y está pensando qué hacer, cuando ayuda a un indígena anciano atacado por uno de los soldados del usurpador. Y el anciano le da unas instrucciones para convertirse en un héroe vengador mítico pronosticado por las leyendas: El Puma. Consigue un traje enmascarado que habría usado Moctezuma y debe subir a una montaña que hace siglos que nadie sube. Lo hace… y acá entramos en terrenos de “weird western” totales. Porque la montaña oculta una ciudad perdida azteca, gobernada por la reina Sigda, que le otorga dos armas: una suerte de boomerang y un puñal que, a la mínima herida, hace que la persona envejezca 400 años de una vez. Y El Puma va a pasar sus aventuras entre la lucha para derribar al gobernador mexicano con las aventuras de ese mundo perdido… donde hay dinosaurios, neandertales, gorilas gigantes, tesoros ocultos y la mar en coche. Todo junto y entreverado en unas historias sin respiro donde podemos pasar del asalto de un tren a una invasión de dinosaurios a Chihuahua, pasando por momias que lanzan rayos mortales por los ojos, ataques de pieles rojas y bandoleros charros, hasta culminar con una explosión volcánica que arrasa con la montaña donde está la ciudad perdida. Finalmente, nuestro héroe derrocará al malvado gobernador y se casará con la reina Sigda (que sobrevive a la explosión de su ciudad). Todo en veinticuatro números.
Boixcar se irá a la editorial Toray para convertirse en uno de sus dibujantes estrella, con la serie de guerra Hazañas Bélicas, pero Marco no iba a dejar que El Puma quedará olvidado. Para 1952 saldrá una nueva serie de El Puma, esta vez escrita por Joaquín Berenguer Artes y dibujada por Juan Alejandro Martínez Osete. Si bien el origen se mantiene muy similar (aquí Javier Mendoza es un hacendado que simplemente quiere justicia ante los abusos del gobernador designado pero se convierte en El Puma de manera muy similar, con leyenda , ciudad secreta y puñal con poderes mágicos incluidos), la historia es mucho menos enloquecida. Ahora vemos a El Puma relegado más a su papel de justiciero que enfrenta a las malvadas fuerzas militares opresoras, una novia eterna que sospecha de la identidad secreta, un papel público de hacendado cobarde y muchas menos incursiones de los elementos “weird” de la historia. Sin embargo, el buen hacer de los autores no solo convierten a esta segunda serie de El Puma en un éxito (con 60 cuadernos publicados) sino que, tras el cierre de la primera serie… sale una segunda, que comienza justo donde terminaba la primera y lleva la cantidad de cuadernos a 120 en total (si sumamos ambas series). Y terminaba cuando el héroe se casa con su novia de toda la vida, y abandona finalmente el papel de El Puma, una vez que México quedaba pacificado.
Un poco más atrás en el tiempo, nos encontramos con uno de los primeros trabajos de Martínez Osete, en 1948, para la editorial Grafidea: La Máscara de los Dientes Blancos. Un enmascarado justiciero y vengador cuyo principal rasgo distintivo es un pañuelo que le cubre la cara que lleva estampado una sonrisa de dientes blancos, de ahí el nombre por el que es conocido. Sabemos que quiere vengar el asesinato de su madre y que nadie sabe su identidad secreta, aunque sospechamos desde el momento uno que es Jim “El Apocado”, un vaquero de la zona. Por cierto, la Máscara tiene dos ayudantes, Corto y Largo, que son alivio cómico al estilo Laurel & Hardy. Escrita por el guionista Federico Amorós, la serie constará de veinte números. Hubo un trunco intento de reedición en formato vertical doce años después, pero quedaría ahí.
Para Grafidea, Amorós también aportará en 1949 a Mascarita, que tiene la peculiaridad de ser una de las pocas heroínas del Oeste enmascaradas de esa época. Porque Mascarita es una justiciera femenina, lista para detener cualquier desaguisado y sin ningún hombre que le ande limitando en su papel de justiciera de la Baja California. Veinte números solamente, dibujados por Pedro Alférez, tendrá esta serie.
Ese mismo año, la editorial Toray saca El Silencioso, de nuevo dibujado por Martínez Osete y escrito por Fernando Alférez, cuya principal novedad es que el enmascarado protagonista lucha contra los invasores franceses durante la guerra juarista de México. Duró quince números y no es particularmente interesante.
Comenzamos la década de 1950 y los cowboys enmascarados continúan pululando por los tebeos hispanos. Pero eso, lo veremos la próxima entrega…
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