Repasar la vida y obra de Daniel Torres no es algo sencillo. Desde su debut en 1976 en el fanzine El Gat Pelat hasta el día de la fecha, Torres publicó un sin fin de historias cortas, álbumes y novelas gráficas. A diferencia de sus pares de la Nueva Escuela Valenciana, Daniel nunca se alejó del rubro, aunque sí tuvo muchas incursiones en otros medios gráficos.
Encasillar su obra es realmente muy complejo, y clasificarla tampoco es tarea fácil. Podríamos hacer un revisionismo histórico, y analizar cómo su carrera artística fue mutando con el transcurso de los años desde un punto de vista no solo gráfico sino argumental. También podríamos analizar sus obras en base a su longitud, es decir, historias cortas, personajes recurrentes, novelas biográficas. Está de más decir que no existe una forma correcta o incorrecta de hacer estos análisis, y que la siguiente nota está hecha en base a lo que yo considere más representativo de su obra.
Nacido en 1958 en un pequeño pueblo a unos 100 km de Valencia, Torres se interesó muy tempranamente por el dibujo y el diseño. Tal es así que sus primeros pasos de estudio serían al comenzar la carrera de arquitectura en la Universidad de Valencia, un ámbito que tendrá una inmensa influencia en su obra. A la par también estudiaria Bellas Artes, y sería allí donde un año más tarde conocería a Sento Llobel. Dentro de ese círculo artistico tendría la dicha de acercarse a Miguel Calatayud, quien finalmente lo introduciría en el grupo de El Gat Pelat, y el resto es historia ya contada: sus publicaciones en El Víbora, el pase a revista Cairo donde se transformaría en ídolo y figura, y su consagración como un estandarte del tebeo no solo valenciano ni español, sino mundial.
Los inicios: historias cortas y Claudio Cueco
Estamos en 1980 y Daniel Torres todavía es un autor novel. Su obra no es realmente conocida, y comienza una etapa corta como colaborador de la antología catalana, El Víbora. De esta primera etapa es importante remarcar la creación de Claudio Cueco, su primer personaje recurrente.
Asesinato a 64 imagenes por segundo, es una historia corta detectivesca, donde Torres utiliza muchisimo el blanco y negro y los manchones de tinta para adentrarnos en ese mundo noir. Todavía su dibujo está en desarrollo y se nota muchísimo la influencia de Will Eisner y Calatayud. Aún así, detrás de toda esa tinta se pueden empezar a vislumbrar los rasgos de un estilo que está por asentarse. Las aventuras de nuestro plumífero detective continúan en El ángel caído, El enigma de la torre, y unos diez años después, en Cartón mojado. En esta última historia, Torres da rienda suelta a los colores y a un dibujo totalmente alejado de las historias narradas para El Víbora, y experimenta con un estilo más similar al de Micharmut.
Otras historias publicadas en El Víbora son Tropicana y Crimen de Gravedad, donde maneja recursos narrativos interesantes, y Héroes sin querer, que cuenta con guión de Onliyú y ningún mayor atractivo.
Es muy importante resaltar que hasta ahora todas las historias transcurrían en Valencia y alrededores, lo que denota la fuerte conexión que sentía el autor con su hogar. Un poco es esto lo que lleva a Torres a alejarse de la antología catalana y comenzar a colaborar con la revista Cairo, donde tanto él como sus conciudadanos se sentirían más cómodos y darían comienzo a lo que luego se bautizó como la Nueva Escuela Valenciana.
Así llegamos a 1982, al momento en que Daniel Torres sella con la editorial Norma una sociedad que lleva casi 40 años de publicaciones. En las páginas de su antología estrella, Torres daría vida a todos sus personajes más importantes, pero también se daría el gusto de contar una cantidad extensísima de historias cortas. Dentro de la primera mitad de la década de los ´80, o lo que podríamos definir como la etapa en la que el autor se está fogueando y convirtiéndose en la leyenda que es hoy, veremos la evolución de su trabajo a pasos agigantados. Tenemos historias como Tin-nit, un homenaje a Hergé luego de su muerte, o Vacaciones en la jungla, donde el dibujo de Torres se asemeja muchísimo al de Yves Challand. Un poco más avanzado en el tiempo llegan otras joyas como Manifeste, publicada en el especial de arquitectura de la revista Cairo, y Olimpo. En estas dos historias el autor explota sus conocimientos urbanísticos y da rienda suelta a su otra pasión, la arquitectura.
También durante los comienzos de los ´80 veremos el primer trabajo de Torres realizado íntegramente para ser publicado en el formato álbum. La editorial francesa Magic Strip, famosa por ser la que publicaba las aventuras de Freddy Lombard, le encarga una historia de 32 páginas en blanco y negro a nuestro valenciano preferido. El autor despacha así Sabotaje, una historia de automovilismo y espías, conectada con la guerra de Vietnam. Torres deja el alma en cada página y nos deslumbra con unos planos aéreos de edificios Art Déco y autos que impresionan muchísimo.
La obra sería luego coloreada y publicada en España y Estados Unidos sucesivamente, aunque ya en blanco y negro funcionaba perfectamente.
(el lunes, la segunda parte)
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