Hora de nadar por un océano de historias cortas, un formato en el que Torres hizo verdaderas maravillas, casi todas entre 1988 y 1998.

Daniel Torres (parte 3)

07/08/2023

| Por Gregorio Guerrero

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La vida después de Roco Vargas

A partir de 1988 se produce un cierto quiebre en la obra de Daniel Torres, y la misma parecería trifurcarse, solo para volver a unirse diez años más tarde. Así, durante un década su trabajo tomará tres rumbos: el mercado estadounidense, la historieta infantil y las historias cortas. No le quedaría mucha vida a la revista Cairo, por lo cual era un momento perfecto para abrirse, reinventarse y penetrar en nuevos mercados, y recién en 1998 volvería a publicar historias largas.

Si bien Torres ya tenía varias de sus historias cortas publicadas en EEUU gracias a antologías como la Heavy Metal, su primer trabajo 100% original sería Redlight Star en 1988 para la Model Magazine. Los editores de esta revista de modas estaban interesados en publicar una historia mensual de una página, donde una bella campesina se abre camino como modelo en New York. A diferencia de otras obras, la influencia del formato comic book está muy presente. Cada página posee muchas viñetas, y la historia avanza muy rápido entre ellas. A su vez, todas tienen un tinte “autoconclusivo” aunque formen parte de un arco argumental mayor. La historia es lineal y Torres no se luce en el guión, pero si se da el gusto de dotar el relato con imágenes muy impactantes y bellas, que homenajean a las clásicas strips norteamericanos como Little Nemo in Slumberland. De alguna profética manera, su primera historia original para EEUU sería también su última colaboración para la revista Cairo, en el número final de la antología.

Sus dos trabajos siguientes (algo separados en el tiempo, 1992 y 1997) serán la última vez en las que publicará historias donde trabaje en solitario. La primera es la adaptación del cuento Night Meeting en el nº2 de la revista The Ray Bradbury Chronicles. Torres se da el gusto de tomar uno de los mejores cuentos de Bradbury y prenderte fuego las retinas. Cada viñeta destila magia, el nivel artístico de estas páginas es simplemente demencial y lo primero que me viene a la mente es que quiero a Torres dibujando Arzak en este nivel.

Su otra historia será Aphrodite, un relato erotico para el nº22 de Penthouse Comix. Claramente es un encargo muy puntual, donde se observa influencia de Charles Vess y un poco -por qué no- de Milo Manara.

Mas tarde tenemos dos colaboraciones con Steven T. Seagle. La primera de ellas para el nº 50 de Sandman Mistery Theatre, donde se encarga de ponerle lápices a una meta-historia y la segunda en la famosa antología Batman Black and White. A mi pesar, Torres no se luce en ninguna de estas dos apariciones, y la sensación que da es de no sentirse cómodo con los guiones ajenos y menos con el tipo de narrativa que le exige el mercado norteamericano. Algo similar puede verse en el nº 55 de The Dreaming, con guiones de Danny Nod. Si bien solamente ilustra dos páginas, las mismas no resaltan y quedan opacadas frente a otros dibujantes con los que comparte revista, como Paul Pope, Phil Jimenez o Mike Kaluta.

Pero no todo es gris, porque en 1998 se produce una co-producción titánica. Un trabajo que merece el mayor de nuestros respetos. Estoy hablando del nº3 de The Spirit: The New Adventures, con guion de nada menos que Alan Moore. Si, el Mago de Northampton y Torres se unen para fabricar una hermosa y emotiva historia situada 100 años después de las aventuras originales de Denny Colt, homenajeando en cada trazo y palabra al genio de Will Eisner. Se nota que ambos autores profesan amor por este personaje, y además es muy claro que es un trabajo realizado íntegramente en conjunto. Moore escribe para Torres, y Torres dibuja para Moore. Nada le sobra, nada le falta. Además de estas historias reseñadas, Torres participó con portadas para miniseries como The Unseen Hand, y diversos pin-ups en publicaciones de DC y Vertigo.

Durante todo este decenio, su producción de historias cortas para el mercado español no cesó ni un ápice. Por un lado tenemos aquellas que (recopiladas o no) no siguen ningún hilo conductor. Las mismas se publicaban en las ya muchas veces mencionadas antologías de la época como Cairo o Cimoc, e incluso algunas eran vendidas a EEUU para revistas como la famosa Heavy Metal. En su gran mayoría son todas de una excelente calidad, y Torres experimenta no sólo en el relato sino en el grafismo. Su estilo de dibujo muta de número en número, y genera muchísimo placer leer las mismas. Se puede observar a un autor maduro pero con hambre de más, dispuesto a tomar riesgos en pos de renovarse.

Quizás cabe mencionar a algunas de ellas por su trabajo experimental, como por ejemplo Planeta Azul, donde el humor absurdo reina y se siente al leerla uno siente que está viendo un sketch de los Monty Python. Comunicando y La estación son otras dos grandes historias, la primera de ellas acerca de una orgía interdimensional y la segunda sobre la vida después de la muerte. Y por último, VV, una historia extremadamente simple pero que remite muchísimo al personaje de Archí Cúper, por lo cual el cariño se genera instantáneamente.

Luego, tenemos las historias cortas que sí mantienen un hilo conductor. Bajo el título de El Octavo Día, Torres nos relata la relación entre Dios y el Diablo, y al mejor estilo de Las Mil y Una Noches, es el deber de este último de contarle cada día una historia a su creador si quiere seguir teniendo una suerte de libre albedrío en ese mundo gris.

Publicadas originalmente en las páginas de Cairo y Cimoc, estas historias revisitan muchisimos generos distintos, lo cual resalta la versatilidad del concepto global. En su mayoría todas mantienen un tinte poético, casi borgeano, y una estructura de tragedia griega. Por sus páginas desfilan dinosaurios, yuppies, la revolución industrial, piratas, dinastías chinas, vaqueros, mafiosos y monjes templarios. Si bien no todas son brillantes a nivel argumental, la mayoría de ellas juegan al metarelato de una manera muy efectiva. Torres sabe manejar la historia dentro de la historia como un experto, y se desenvuelve con muchísima soltura en distintas narrativas. El Octavo Día es un ejemplo más de que este autor no puede ni debe ser encasillado en ningún género.

Recomiendo fervientemente Reyes, lo que probablemente haya sido el primer acercamiento de Torres a los dinosaurios, y La balada de Rosa de España, un western fantástico.

(El lunes, la cuarta parte)

Una respuesta a «Daniel Torres (parte 3)»

  1. Lo único que he leído del gran Daniel Torres es una majestuosa historia corta que tiene por protagonista a dos pinturas de los grandes maestros del arte, «Ronda en el baño turco» creo que se llamaba. Humor, sátira y sofisticación por donde se lo mire. También disfruté muchísimo de «Opium» -la miniserie de Norma-,que si bien se vendía como una creación de él, su participación se limitó a la realización de las portadas, quedando el resto a cargo un grupo de historietistas más que idóneo. Recuerdo haberme sentido estafado por eso hasta que la leí. Otra gema ligada a su nombre, esos seis numeritos.

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