CAPITULO CINCO: EL SEÑOR DE LA NOCHE
Frank Miller había llegado a Marvel en 1978 y rápidamente había hecho buenas migas con Jim Shooter, quien se convirtió en una especie de padrino del joven artista. El ascenso de Miller fue meteórico: luego de su primer trabajo en la revista Jon Carter Warlord of Mars, lo dejaron probar suerte en Spectacular Spider-Man. Spider-Man era el personaje favorito de Miller y dibujarlo era su máxima aspiración dentro de la editorial. En tres de los números que le encargaron (n°s 26-28), Spider-Man compartía cartel con Daredevil y Miller terminó por encariñarse con este personaje al que sólo le había prestado atención durante el breve período de Stan Lee y Wally Wood, y por supuesto cuando la escribía su amigo, Jim Shooter. La repercusión de esos episodios de Spectacular fue muy buena y, cuando Daredevil se quedó sin dibujante, Shooter le ofreció el puesto a Miller. Este estaba ya comprometido para otros trabajos, pero como Daredevil se publicaba en forma bimestral, aceptó.
Miller debutó en el n°158 de Daredevil, a tiempo para el final de una intrincada saga pergeñada por Roger McKenzie. Enseguida le sigue una trilogía en la que DD y Black Widow confrontan una vez más con Bullseye. Aquí la atmósfera ya comienza a volverse más oscura: más escenas transcurren de noche, o en sucios tugurios donde Daredevil obtiene información a fuerza de intimidar a malvivientes de poca monta, uno de los cuales (Turk) se convierte en un personaje recurrente. En el n°163 (durante una insulsa pelea entre DD y Hulk), McKenzie y Miller apuntan nuestra atención hacia Ben Urich, probo periodista del Daily Bugle y esposo ejemplar, quien investiga, ata cabos, sigue pistas y llega a la conclusión de que Daredevil y Matt Murdock son, sin duda, la misma persona. Acto seguido, lo confronta y Daredevil le cuenta toda su historia (ingenioso recurso para, además, mostrarle el origen del personaje a los nuevos lectores), sin mentir y sin ocultar nada. Urich se convence de que Matt es una buena persona y decide no publicar la primicia que podría haberlo convertido en el periodista más importante de New York. Por supuesto, Urich volverá y se convertirá en otro personaje recurrente de destacada participación en sagas futuras. Para el n°165, Miller ya logró participar en la concepción de las tramas argumentales junto a McKenzie, pero a este no le entusiasma la idea y deja la serie tras el n°166. Los últimos aportes de McKenzie son la separación”definitiva” entre Black Widow y DD (quien ahora está más cerca de Heather) y la boda de Foggy Nelson con su novia Debbie.
Y ahora sí, todo estaba listo para que, con una pequeña ayuda del padrino Jim, Frank Miller tomara por completo las riendas de esta serie que parecía no interesarle a nadie, pero en la que él y su entintador, Klaus Janson, estaban poniendo todo. El nº168 de Daredevil (Ene.1981) es, sin duda, un clásico: poco antes de cumplir 24 años, Frank Miller toma el control integral de la serie y sacude la vida de Matt Murdock con la aparición de Elektra, su novia de la facultad, ahora convertida en una ninja desalmada y letal. En seguida desaparecen los capítulos unitarios, reemplazados por largas sagas (en un formato similar al de las novelas) que se suceden las unas a las otras sin darle tregua al lector. Bullseye se convierte en el enemigo por antonomasia de Daredevil, pero pronto se descubre que en realidad trabaja para alguien más. Ese alguien más no es otro que el Kingpin, otro enemigo de segunda línea de Spider-Man, a quien Miller reinterpreta y convierte en una especie de capo-maffia quintaescencial. Daredevil y el Kingpin inician una guerra larga y cruenta, que involucra a todo el bajo mundo de New York y termina con un mano a mano donde la torre del villano termina por desplomarse en un caótico derrumbe, que deja como saldo a Vanessa (la esposa del Kingpin) perdida en las cloacas de la ciudad.
En pocos números, la revista de Daredevil se convirtió en un lugar muy peligroso: a los climas nocturnos se suman el reemplazo de los clásicos super-villanos por todo tipo de matones, mafiosos y demás criminales típicos del género policial. La violencia asciende a niveles nunca antes vistos y la vida de los personajes se tiñe de una sordidez poco frecuente en los comics protagonizados por los justicieros enmascarados, a medida que los conflictos humanos (ambiguos, llenos de matices, sin soluciones facilistas) ganan terreno frente a las luchas entre Buenos y Malos. Sin darse cuenta, Frank Miller estaba sembrando las semillas de un nuevo sub-género, el grim & gritty (pesado y amargo), que se impondría masivamente en el comic norteamericano de la década del ‘80.
De todos modos, esto no es otra cosa que la incorporación al género de los superhéroes de toda una serie de elementos que ya existían en la novela policial “negra” (que tuvo en Dashiell Hammett, Mickey Spillane y Raymond Chandler a sus máximos exponentes), e incluso en el cine. Miller y Janson son apasionados seguidores del Séptimo Arte y aportaron a la serie técnicas narrativas, climas y sensaciones cuidadosamente estudiadas de los films de Orson Welles, Fritz Lang y Alfred Hitchcock, entre otros clásicos de la pantalla grande. En cuanto al comic propiamente dicho, el Daredevil de Miller no es tributario del de Gene Colan, ni del de ninguno de los otros autores que lo precedieron en la serie. De hecho, toda su aproximación a la narrativa visual proviene de una tradición que poco tiene que ver con los autores señeros de la Marvel (Stan Lee, Jack Kirby y Steve Ditko), pero sí está estrechamente emparentada con grandes historietistas de la década del ‘50 como Harvey Kurtzman y Bernie Krigstein (especialistas en el manejo del tempo narrativo y en los climas opresivos) y sobre todo con la obra del legendario Will Eisner, quien se cuenta desde principios de los años ‘40 entre los más importantes narradores gráficos a nivel mundial, incluso fuera del campo de la historieta. The Spirit, la obra más popular de Eisner, es reconocida por Miller como su principal influencia a la hora de revolucionar a Daredevil.
Si bien no profesaba una aversión especial por los superhéroes clásicos, Miller decía no sentirse del todo cómodo con este tipo de personajes superpoderosos y aclaraba que lo que hacía que Daredevil le resultara atractivo era precisamente el hecho de que su poder fuera mínimo comparado con el de otros héroes y con el elemento central del personaje, que es su ceguera. Sin embargo, muchos lectores identificaron rápidamente a este “nuevo” Daredevil con Batman, una comparación que Frank Miller se encargó una y mil veces de desestimar: “La diferencia esencial -declaraba- es que sus motivaciones básicas son distintas. Batman busca venganza contra los criminales y ve en cada uno de ellos al asesino de sus padres. A Daredevil lo preocupan más las víctimas y la Justicia. Daredevil sale a detener el crimen. Batman sale a aplastar criminales”. Miller, concentrado en un 100% en la serie, solía recorrer Manhattan armado de una cámara fotográfica con la cual obtenía valioso material de referencia, que se sumaba a una vasta colección de imágenes de la ciudad que tanto él como Klaus Janson habían reunido para este trabajo. Pero Miller llegó incluso a salir de paseo por la Gran Manzana junto a varias personas ciegas, que le narraban sus sensaciones, e incluso a entrevistarlos acerca de cómo vive una persona no vidente el momento del acto sexual. “Imagínense -decía jocosamente Miller- lo bueno que debe ser Matt en la cama, con sus sentidos hiper-aumentados”.
Esta revolución liderada por Frank Miller (felizmente apenas la primera de varias que sacudirán al comic norteamericano a lo largo del periodo 1980-1986) llega a buen puerto y logra lo que nadie habría imaginado jamás: las ventas de Daredevil se multiplican, la revista regresa a su periodicidad mensual con el n°171 y para el n°180 ya es el segundo título más vendido de Marvel en el por entonces incipiente circuito de comercios especializados. El público y la crítica se rinden ante los pies del muchacho nacido en Vermont, y este responde doblando la apuesta. En el n°173 inicia una trilogía donde los verdaderos protagonistas son el Gladiator (viejo enemigo de DD, ahora en busca de la redención), Elektra y hordas de ninjas que comienzan a poblar New York. El n°177 marca otro hito: la primera aparición de Stick, un enigmático personaje que -nos revela Miller- irrumpió en la vida del joven Matt Murdock poco después del accidente que le costó la vista y lo entrenó en varias artes marciales y en distintas disciplinas que lo ayudaron a dominar al máximo sus habilidades sobrehumanas. Mientras tanto, el Kingpin se recupera de su derrota y contrata los servicios de Elektra, a quien ordena asesinar a Ben Urich para detener una investigación del periodista que compremete sus oscuros intereses. La confrontación entre DD y su antigua novia es tan inevitable como vibrante y la victoria es para la ninja, mientras Urich termina en terapia intensiva y Matt con una pierna enyesada. Daredevil intuye que todo esto es una gran movida del Kingpin, y rescata a Vanessa de las cloacas para tener un elemento de presión sobre su adversario. El Kingpin, mientras tanto, envía a Elektra a matar a Foggy, pero esta le perdona la vida a su otro viejo amigo de la facultad. Como represalia, Kingpin contrata a Bullseye para que liquide a la ninja griega y este no falla: Elektra muere y Daredevil confronta a su asesino, a quien deja caer desde un cable de iluminación a varios metros de la calle (n°181). La muerte de Elektra vuelve a DD más amargo y violento y Miller aprovecha para hacernos reflexionar acerca de la contradicción que es parte de la esencia del personaje: un abogado que confía ciegamente en la Justicia, la toma en sus propias manos y la descarga con violencia sobre los criminales.
Precisamente acerca de las distintas formas de entender la justicia se trata la siguiente saga, en la que Daredevil se enfrenta nada menos que al Punisher. El primer episodio coincide, básicamente, con una historia que Miller y McKenzie habían pensado para el n°167. Pero, como la trama incluía a chicos que eran víctimas del flagelo de la droga, la propuesta no pasó por el filtro de la censura y la historieta no se publicó. Ahora, con Daredevil al tope de las preferencias del público, valía la pena insistir, y la historia conocida como “Child’s Play” veía finalmente la luz en los n°s 183 y 184. A partir de este momento, sin embargo, Frank Miller deja de encargarse del dibujo completo de la serie y comienza a entregarle a Klaus Janson unos bocetos bastante esquemáticos, con lo cual el entintador asume también el rol de lapicista. La narrativa no se resiente, ya que sigue siendo Miller quien plantea el desarrollo gráfico de cada secuencia, pero el dibujo propiamente dicho pierde parte de su encanto original.
Al igual que su admirado Will Eisner, Miller se esforzó por dejar abierta una ventanita por la que entraran a la serie algunos chispazos de humor. Muchos estaban a cargo del propio Daredevil, que solía entrar a los más pesados tugurios de la ciudad y -ante la mirada atónita de los matones allí reunidos- se dirigía a la barra y pedía un vaso de leche. Los dos números más claramente jocosos de esta época son el 185, en el que Foggy se hace llamar “Guts” (Agallas) Nelson y se comporta como un típico detective de las novelas policiales americanas, y el 186 donde -en respuesta a un desafío propuesto por el entonces guionista Tom DeFalco- Miller trae de regreso a Stilt-Man, uno de los villanos clásicos más absurdamente ridículos. Y aunque esta vez el traje cae en manos de Turk, la derrota vuelve a ser tan humillante como hilarante. Pequeños gustos que se daba Miller, como para desmentir a los que lo acusaban de haber convertido a la serie en un sombrío canto a la violencia.
Así es como, después de la tragedia, la vida de los personajes empieza, de a poco, a recomponerse: Foggy logra escapar de las garras del Kingpin y Matt le propone matrimonio a Heather. Reaparecen Black Widow y Stick, ambos trenzados en un feroz combate contra una secta de ninjas místicos conocida como The Hand y que conoce, entre otros, el secreto de la resurrección. Stick parece morir en el n°189 y alguien opera desde las sombras para acabar para siempre con la relación entre Matt y Heather (luego nos enteramos de que esto es un plan orquestado por Widow y Foggy). Y en el número siguiente, todo está listo para que The Hand resucite a Elektra. Daredevil y Black Widow intentan impedirlo y hasta recurren al Kingpin para que los ayude. La alianza entre los acérrimos enemigos fracasa y Elektra, a quien todos creen aún muerta, vuelve a vivir.
El n°191 (Feb. 183) marca la despedida de Frank Miller de la serie y es una especie de epílogo, en el que DD se aparece armado con una pistola frente al cuerpo comatoso de Bullseye. Por supuesto, renuncia a la opción de matar a quien le robó al verdadero amor de su vida, porque incluso él es merecedor de su compasión. Y así se cierra la etapa más importante de la historia de Daredevil, la que lo redefinió por completo, la que lo sacó de la sombra de Spider-Man y demás héroes similares para convertirlo en un personaje absolutamente único, la que lo elevó a un grado de popularidad del que nunca antes había gozado, la que demostró que sin salir de los confines del comic de superhéroes se puede lograr un inmejorable exponente de la historieta genuinamente adulta, salvajemente poderosa y profundamente conmovedora. No es poco, claro está, y alcanzó (entre otras cosas) para que Frank Miller, el ignoto jovencito de Vermont, se convirtiera en apenas tres años en uno de los autores más influyentes, más prestigiosos y más cotizados de la historia del comic norteamericano.
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