CAPITULO SIETE: EN EL CAMINO
Ann Nocenti era el típico exponente de la cultura “progre” newyorkina, emergida de las cenizas del hippismo para confrontar al modelo conservador impuesto por Ronald Reagan desde su llegada al poder en 1980. Nocenti había estudiado pintura, grabado, orfebrería, cine y literatura, pero a la hora de ganarse la vida, siempre lo había hecho como periodista en revistas de divulgación científica. A mediados de los ‘80 llegó a Marvel y comenzó a ascender hasta convertirse en coordinadora de la serie más exitosa de la editorial: X-Men. Nocenti guió a los X-Men en una etapa que coincide con uno de los picos de popularidad y ayudó a expandir los conceptos de la serie hacia nuevas revistas como X-Factor y Excalibur. Pero una vez que la dejaron escribir sus propios guiones, volvió a enamorarse del proceso creativo y decidió dejar todo para escribir. Su primer encargo fue Daredevil, y no podía haber elegido un peor momento para hacerse cargo de la serie. No sólo por lo difícil de reemplazar a un monstruo sagrado como Frank Miller, sino también porque llegaba a una serie que no tenía dibujante fijo, ni lo tendría por varios meses.
Pero Nocenti sabía a dónde apuntar y, como a sus antecesores, la fascinaba la contradicción inherente al personaje: Ama a la ciudad y se desvive por protegerla, pero en realidad es su presencia la que atrae la violencia y pone en riesgo a sus semejantes. Le prometió a su padre no convertirse en un peleador, pero encontró en la abogacía la forma de pelear contra las injusticias. Abraza el procedimiento legal, pero hace justicia por mano propia. Y además, hace gala de sus profundas convicciones católicas, pero se viste de diablo. Este tipo -pensó Nocenti- no puede menos que vivir al borde de la esquizofrenia. Otra brillante deducción de Nocenti fue que, a lo largo de los años, Daredevil se había quedado sin villanos: excepto por el Kingpin y Bullseye, el resto prácticamente no había aparecido en los últimos 100 números de la serie. Así es como en el n°249 nos presenta a Bushwacker, un mercenario alterado por la CIA para cazar mutantes. Y en el n°250 llega otro mercenario, Bullet, quien será el villano emblemático de esta etapa.
Pero lo más importante del n°250 es que, finalmente, Daredevil encuentra dibujante estable y la elección no podía ser mejor: John Romita Jr., ascendente luminaria del comic que había trabajado en la revista de los X-Men bajo la supervisión de Nocenti. Romita forma equipo con el veterano entintador Al Williamson, cuya trayectoria se remonta (como las de Orlando y Wood) a la década del ‘50 y la editorial EC Comics. El estilo oscuro, intenso y dinámico que desarrollan Romita y Williamson encaja perfecto con el tono de las historias que, ahora sí, parecen recuperar el rumbo. El escenario elegido es Hell’s Kitchen, donde Matt y Karen abren una clínica legal para ayudar a la gente sin recursos a resolver sus problemas judiciales. Por supuesto, esto es mal negocio para los poderosos, que intentan cerrar la clínica por medio de acciones judiciales y de la intimidación física, en este caso personificada por Bullet. Y también por supuesto, detrás de todo intento de corrupción está la omnipresente mano del Kingpin, a quien Nocenti identifica con los intereses corporativos a los que el capitalismo salvaje les permite ponerse por encima de la Justicia. Pero antes de que el capo del crimen ponga en marcha su plan más ambicioso, llega el n°252, que empalma con una intrincada saga titulada Fall of the Mutants (La Caída de los Mutantes), que se venía desarrollando en las revistas vinculadas con los X-Men y que resulta ser el único episodio de esta etapa que entra en el Top Ten de los comics más vendidos de la Marvel. Aquí, además de Bullet, aparece un nuevo villano: Ammo (otro exponente de la violencia urbana a su nivel más elemental) y vuelve Black Widow para ayudar a Daredevil a contener un verdadero apocalipsis barrial.
En el n°253 debutan los pandilleros conocidos como Wild Boys y Eightball, un chiquilín skater de Hell’s Kitchen, que también reaparecerá varias veces en esta etapa. Mientras tanto, el Kingpin se prepara para un juicio contra una de sus empresas, responsable de la contaminación ambiental que le costó la vista a un chico pobre. Su abogado defensor será Foggy Nelson y quien lo acusa será el
mismísimo Matt Murdock. Para asegurarse la victoria, el capo del crimen contrata los servicios de la peligrosa mercenaria Typhoid Mary, a quien le encarga seducir a Murdock para separarlo de Karen y así quebrar su espíritu. Pero el plan del Kingpin sale demasiado bien: Matt se enamora de Mary, Daredevil combate a Typhoid Mary y (sin saber que se trata de la mismísima Mary) también se enamora de ella y hasta el propio Kingpin se ve atraído hacia este complejo cuadrado sentimental. Al final, Matt se aferra a su amor por Karen y rechaza a Mary, mientras la Justicia se expide en contra del Kingpin y Foggy, al enterarse de que la empresa a la que representa es propiedad del delincuente, renuncia.
En el n°259, Nocenti y Romita inician una nueva novela serializada, de tremendas consecuencias para Daredevil. Fracasado el intento de corromperlo por vía del amor, Kingpin y Typhoid se deciden, lisa y llanamente, a matar a Daredevil, para lo cual la villana recluta a Ammo, Bullet, Bushwacker y los Wild Boys, quienes le propinan una feroz golpiza, para que luego Typhoid lo remate, arrojándolo desde lo alto de un puente. Y Daredevil muere al final del n°260. De ahí en más, la serie se vuelve más y más impredecible: Human Torch (la Antorcha Humana, de los Cuatro Fantásticos) llega a Hell’s Kitchen y emprende la búsqueda de DD, mientras Nocenti deja en claro que no cualquier héroe puede ser héroe en Hell’s Kitchen. Black Widow y Karen también salen a buscarlo, pero es Typhoid quien lo encuentra, justo cuando está siendo estrangulado por una máquina que cobra vida. En realidad, millones de objetos inanimados cobran vida, a medida que el Infierno invade New York y las criaturas demoníacas poseen subtes, semáforos y hasta buzones que engullen seres humanos. Matt está en terapia intensiva, pero las propias máquinas que lo monitorean tratan de liquidarlo. Vendado, fracturado y apenas consciente, logra escapar, pero en la calle sólo lo esperan el fuego, el caos y la destrucción. De a poco, Daredevil se reestablece y ayuda a combatir las secuelas de la invasión infernal. Separado de los suyos, pasa la Navidad solo, en un bar lleno de gente sola, en el episodio al que Nocenti, Romita y todos los críticos coinciden en señalar como el mejor de la serie en muchísimos años: “A Beer With the Devil” (Una Cerveza con el Diablo), donde Daredevil, el incorruptible, se encuentra nada menos que con Mephisto, la encarnación marveliana del mismísimo Satanás. Nocenti disfrutó muchísimo los paralelismos entre New York y el Infierno propuestos por la saga y además afirmaba en una entrevista que la historia del bar y la cerveza con el Diablo en la noche de Navidad es absolutamente verídica y autobiográfica.
En el n°267 (y como cada vez que Nocenti está por darle un giro importante al personaje) reaparece Bullet, pero eso no es lo importante. Herido, lejos de sus amigos, muerto de culpa por haberse enamorado de Typhoid, asqueado de la violencia que se apoderó de su Hell’s Kitchen durante la invasión infernal, y con sus convicciones religiosas sacudidas por el encuentro con Mephisto, Matt quema sus pocas pertenencias y abandona la ciudad, dispuesto a vagar sin rumbo, en busca de sí mismo. Así se inicia una extraña road movie, donde Daredevil va de un pueblo a otro, se mete brevemente en la vida de distintas personas, conoce sus miserias y sigue de largo, casi sin afectar nada con su presencia. Así se topa con Spider-Man, en un pueblito alejado, a tiempo para combatir a Blackheart, nada menos que el hijo de Mephisto, una creación de Nocenti y Romita que luego reaparecería para enfrentar a muchos otros personajes. El otro villano creado para esta saga es Shotgun (n°272), quien llega justo cuando comienza a arder una trama complejísima, que involucra a los Inhumans, y donde conocemos a Number Nine (Número Nueve), una chica concebida como la amante genéticamente perfecta por un científico corrupto que se hace millonario alterando animales de granja para consumo humano. La hija de este magnate de la genética, una chica idealista llamada Brandy, milita por los derechos de los animales (otro de los temas de fuerte impacto social que Nocenti trae a la serie) y junto a Daredevil, huyen de los mercenarios que su padre envía para liquidar a la chica perfecta pero artificial. Después de varios giros insólitos (las dos chicas compiten en secreto por DD, el perverso androide Utron se enamora de Number Nine, etc.), humanos, inhumanos y androide van cayendo víctimas de una intrincada trampa de tentación y pecado orquestada por Mephisto, a tal punto que terminan en un Infierno más psicológico que físico, donde cada uno combate a sus demonios interiores. Daredevil, el alma más íntegra y más incorruptible del Universo está a punto de ceder, y eso hará a Mephisto poderosísimo. Por eso, su archi-enemigo, el Silver Surfer, desciende al Infierno para combatirlo y para darle a Matt y sus amigos una chance de escapar, en el apocalíptico final del n°282 (Jul.1990).
Para este entonces, John Romita Jr. se había cansado de la serie, sobre todo porque lo que más le gustaba era el aspecto policial de la saga, la posibilidad de retratar los climas sórdidos y urbanos de New York, y la serie llevaba ya muchos números con Daredevil lejos de la Gran Manzana. Y como además, desde que DD se embarcara en esta road movie las ventas venían en declive, Romita optó por otros trabajos más rentables, aunque eso significara abandonar un título que gozaba de un prestigio y una aprobación de la crítica sólo comparables a los de los tiempos de Frank Miller. El elegido para suceder a Romita fue otro dibujante relativamente desconocido, pero en franco ascenso: Lee Weeks, cuyo trazo vigoroso, dramático y oscuro recordaba a los primeros trabajos de David Mazzucchelli en esta misma revista. Weeks no había sido un ávido lector de comics en su infancia, sino que descubrió a los superhéroes mientras estudiaba Bellas Artes, precisamente porque sus compañeros estaban tan entusiasmados con lo que Frank Miller estaba realizando en las páginas de Daredevil, que terminaron por contagiarle a Weeks la pasión por el personaje y por los grandes autores que se encargaron de él durante los años ‘80.
Pero antes de que el nuevo dibujante pudiera realizar su sueño de dibujar a Daredevil, nos falta un episodio unitario que reúne a DD con el Capitán América, y que Ann Nocenti aprovecha para descargar toda su aversión hacia el capitalismo salvaje, los intereses corporativos, la política imperialista de los EEUU, las desigualdades de clase y demás tópicos socio-políticos, que sólo una gran guionista puede incorporar al género de los superhéroes sin caer en el panfleto, ni en el aburrimiento. En ese mismo número, Daredevil se despide de Number Nine, Brandy y los Inhumanos y ya en el n°284 ( y con Lee Weeks como dibujante) Matt regresa a New York. Pero una extraña amnesia lo confunde, y se convence de que él es Jack Murdock, mientras que un criminal de poca monta se queda con su traje de Daredevil y se dedica a cometer varios robos que la prensa y la policía le atribuyen al otrora paladín de Hell’s Kitchen. “Jack” traba amistad (y más tarde romance) con una joven afroamericana llamada Nyla Skin, y juntos salen a robar, hasta que “Jack” descubre su verdadera pasión: el boxeo. Pronto el Kingpin descubre que la nueva sensación del cuadrilátero no es otro que Matt Murdock, y que el criminal que se hace pasar por Daredevil no es otro que Bullseye. Pero Matt recupera la memoria y, luciendo el traje de Bullseye, enfrenta al falso Daredevil y lo vence en un cruento combate. Ahora sí, Ann Nocenti está lista para cerrar una etapa brillante, llena de metáforas, introspección, escenas enteras que transcurren dentro de la mente de los personajes, diálogos magníficos, temas adultos, momentos de gran emotividad y mucha acción. Su último número es el 291 (Abr. 1991) y, por supuesto, es Bullet el villano elegido para cerrar este último tramo de la novela. La anteúltima página, sin embargo, nos muestra a Ben Urich y su jefe, el ínclito J. Jonah Jameson, presionados por una corporación tabacalera (obviamente controlada por el Kingpin) para que no se publique un artículo que la perjudica. Y sobre el final, el abrazo del reencuentro entre Matt y Foggy, para que todo pueda volver a empezar.
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