A 90 años de su creación, DC Comics ha pasado por muchas cosas y se ha enfrentado a muchas tomas de decisiones. Si bien por haber subsistido hasta hoy, uno podría pensar que la mayoría de sus disyuntivas fueron resueltas correctamente, está claro que cuando metieron la pata lo hicieron con todo. En esta serie de notas armamos un podio con las que entendemos son las diez peores cagadas que se mandaron, las diez veces que sus decisiones resultaron una poronga. Algunas les parecerán menores, otras son terribles; algunas apenas trascendentes para un guion, otras hubiesen cambiado el curso de la Historia. Las cagadas aquí postuladas no están ordenadas por su magnitud, sino por la fecha en que fueron mandadas. Esta vez analizaremos cómo DC se empomó al mismísimo Alan Moore, cómo se ganó el odio de un artista clave para su resurgimiento, cuyas obras le siguen dando fortunas.
No es este lugar para ponernos a contar la vida del Mago de Northampton: vamos a dar por sabido que todos conocen sus greatest hits, todos leyeron Watchmen y saben que si decimos ‘Vertigo’ no nos referimos a la película de Hitchcock. Bien. Arranquemos con Moore ya convertido en estrella del mercado americano que se entera de que DC compró los derechos residuales de la compañía Charlton y presenta una idea para hacer la última gran historia con Blue Beetle, Nightshade, Peacemaker, Question, Captain Atom y Peter Cannon, Thunderbolt. Paul Levitz le da una primera luz verde, pero al toque, para aprovechar los festejos del quincuagésimo aniversario de la editorial (léase Crisis on Infinite Earths), el Coordinador en Jefe, Dick Giordano, le avisa a Moore que debe crear nuevos personajes para su guion porque los de la Charlton van a integrarse al DCU. Alan y Dave Gibbons aceptan sin mucho problema, y firman un contrato que incluía una cláusula por la cual DC le devolvía la propiedad a los creadores si sus personajes no se utilizaban durante un año. A cambio, la editorial les pagó una cantidad de guita importante para conservar los derechos hasta ese entonces.
En 1986, durante una convención en el Reino Unido, Moore dijo al público: «Si los personajes han superado su vida útil natural y DC no quiere hacer nada con ellos, entonces después de un año los tenemos de vuelta y podremos hacer lo que queramos con ellos, con lo cual estoy perfectamente satisfecho». Sin dudarlo, cuando le ofrecen el mismo tipo de contrato para V for Vendetta, que ya había comenzado para Inglaterra con David Lloyd y debían terminar para DC, firmó la misma cláusula, algo habitual en la industria de aquel entonces.
En 1985-86, muy pocos cómics se republicaban todo el tiempo. No existían los trade taperbacks como ahora, no era normal la republicación en libros de los comic books. Cuando aceptó los términos del contrato, Moore estaba convencido de que podía recuperar el control de Watchmen a principios de los ‘90, como fecha muy lejana. No contaba con que estaba creando una obra impresionante, vanguardista, rupturista, extraordinaria, cuya recopilación de 1987, la primera Graphic Novel célebre, sería un pilar del género. Con el tsunami de éxito de crítica y ventas de Watchmen, DC no va a dejar de facturar nunca con esa novela gráfica, por lo que la mantiene en imprenta, edición tras edición, hasta nuestros días. Moore se ve venir esto recién cuando le tocan el culo por otro lado: la censura.
Si bien Saga of the Swamp Thing fue la primera serie mainstream en abandonar por completo a la Comics Code Authority (después de que el organismo le negara el sello al nº29 de Swamp Thing, en Octubre del ’84), pasada la mitad de la década, DC decide marcar desde las tapas el contenido del material publicado, con un sello, como si fuera el sistema de las películas. Universal, Mature Readers y Adult eran los tres grupos que ‘alertarían’ a los compradores de que en el interior podía haber algo no apropiado para alguna edad, de acuerdo a presiones de grupos católicos, más Buddy Saunders y Steve Geppi, dueños de la distribuidora Diamond y una de las mayores comiquerías del momento respectivamente. Moore junto a Frank Miller, Marv Wolfman y Howard Chaykin se pusieron de culo, no sólo por el sistema, sino porque nunca se les consultó sobre ello. La respuesta de todos fue irse a la mierda –más pronto o más tarde.
En 1989, Moore terminó V for Vendetta y se limitó a cruzar con DC reclamos por Watchmen y nada más. Una fructífera y apasionante relación laboral llena de éxito y comics sobresalientes terminaba por una decisión moral del guionista ante una medida pacata e innecesaria de la editorial. Lo primero que hace Moore es revisar las cuentas de Watchmen y descubre que de las placas conmemorativas que vendieron no le tocó ni un dólar (para DC era material de promoción, aunque lo cobraban) y de los infinitos TPs de la serie veían apenas un 2%. En una entrevista que dio en 2006, el barbeta declaró que en su última charla con los directivos de la compañía se les plantó y les dijo: “’Está bien, me estafaron con éxito, así que no volveré a trabajar para ustedes”.
De ahí en más se abocó a proyectos propios -que solventaba laburando para los grandes capos de Image que tenían dólares frescos en los bolsillos, como Rob Liefield y Jim Lee. Para Agosto de 1999 ‘el Chino’ le ofrece abrir una línea independiente de comics, creada y totalmente controlada por Moore: America’s Best Comics. Pero hete aquí, que la vida le juega otra mala pasada al Barba, y a poco de arrancadas las series de este ABC, Lee le vende su WildStorm a DC y de nuevo Moore termina trabajando para la compañía a la que juró no volver, que se seguía enriqueciendo con su obra. Jim Lee le prometió que DC no iba a interferir de ninguna manera en su línea editorial, pero pasaron cosas. Ya para el quinto número de la serie The League of Extraordinary Gentlemen (Junio de 2000), entre un montón de falsas publicidades de principio de Siglo XX, se ofrecía una especie de consolador-spray vaginal marca Marvel Co. (compañía con la que Moore estaba del orto por los derechos del nombre ‘Marvel Man’, o que simplemente salió a bardear en joda). Los directivos de DC, muy cagones, destruyeron la tirada de ese ejemplar y la volvieron a publicar con el nombre del producto cambiado, no fuese cosa que Marvel se enojara. En Noviembre de 2000, Moore tiene listo para salir un relato de Cobweb -con su esposa Melinda Gebbie- para el nº8 de Tomorrow Stories, en el que se comparaba al fundador de la Cienciología, L. Ronald Hubbard con el satanista John Whiteside Parsons, y los abogados de la editorial frenaron ese comic por miedo a represalias legales. Y ahí sí, el brujo se puso de la gorra y mandó a la mierda las actividades de celebración del 15º aniversario de Watchmen, lo que derivó en la cancelación de las figuras de acción conmemorativas que ya habían sido exhibidas en la San Diego Comic-Con. Moore planea el final de su línea de comics con un Apocalipsis que destruya todo, y así logra librarse finalmente de DC, cuando en 2005 dio fin al America’s Best Universe. La editorial siguió publicando títulos con algunos de los personajes, pero estas nuevas historias no tienen nada que ver con el creador del ABC que de nuevo fue garcado por DC.
Además, el gran punto de conflicto entre Moore y la editorial se avivó con las adaptaciones cinematográficas de sus obras (principalmente V for Vendetta y Watchmen). Moore accionó para que su nombre no apareciera en los créditos y la guita se la dejó a los dibujantes. En este siglo, el guionista se negó a cualquier negociación con la editorial que lo cagó tantas veces y con Paul Levitz fuera y Dan Didio bien adentro, se lo volvieron a empomar: Before Watchmen. ¿Querés más? Doomsday Clock. Tomá, hasta el fondo.
Tras casi 40 años de conflicto y vejaciones sistemáticas, Alan Moore es otra víctima de los avechuchos de DC, que por unos billetes se perdieron a un creador increíble, al autor de un proyecto genial que hubiera relanzado al DCU como nunca, el hoy polémico Twilight of the Superheroes (al que DC también carroñó). Y nunca olvidemos que por culpa de la avaricia y la estupidez de DC, Alan Moore se alejó para siempre de los comics. Tristísimo. Imperdonable.
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