Después de un paréntesis por una cuestión práctica, retomo esta saga de notas sobre antologías. Así como en mi última entrega me hice cargo de colecciones cortas unidas por un eje temático hermano, acá el hilo conductor es: dos grossos de verdad en revistas que duraron poquitos.
Don Rosa (nacido como Keno Don Hugo Rosa en 1951) pasó a la inmortalidad comiquera (no murió aún, vale aclarar la metáfora maximalista) al convertirse en el dibujante sucesor de Carl Barks en las historias “de patos” de Disney, una labor que mantuvo desde 1987 hasta 2006, con The Life and Times of Scrooge McDuck como su historia más celebrada. Pero por supuesto, no fue lo único que hizo en su vida. Rosa fue un fanzinero activo durante los ´70. De hecho, en 1971 creó The Pertwillaby Papers para el The Kentucky Kernel, un periodico de la Universidad de Kentucky. Algo que empezó como una parodia política gracias a la influencia que Rosa mamó de la MAD, pero tras un cambio de editor en el diario, la tira se volcó a la aventura.

Pertwillaby Papers fue una historieta errática, aunque no carente de genialidad. Tras un parate en 1973, tres años después reaparecería en un fanzine hasta que -cansado por la falta de reconocimiento (y por ende, de un pago merecido)-, en 1979 Don decide frenar al personaje. Acá entra en acción Fantagraphics, que le ofrece la posibilidad de publicar algunos episodios bajo una antología llamada Don Rosa’s Comics and Stories, que duraría solo dos números. En paralelo a esto, y también en el ´79, el dibujante pegó laburo en el Louisville Times, diario de su Kentucky natal, para hacer una tira diaria llamada The Adventures of Captain Kentucky. Esto es una secuela directa de Pertwillaby Papers.
Volvamos un cachito más a Don Rosa’s Comic and Stories. Tras una introducción a cargo de Roger Stern que cuenta una anécdota graciosa de cómo conoció al artista, viene un prefacio de Rosa que hace un repaso para el despistado que, por no ser de Kentucky, jamás conoció a este serie de personajes. De paso, aprovecha y celebra a su ídolo Barks, como si fuera un presagio de lo que vendrá (o capaz es que Rosa deseaba a toda costa dibujar Uncle Scrooge). Hay que destacar la doble rareza de, por un lado editar la continuación de una serie marginal de un artista al que le faltaban años para ser tan relevante. Ojo: esto no denigra el talento que pelaba como dibujante, más cuando uno lee estos magazines y se da cuenta que el ídolo está jugando con una comodidad que probablemente nunca le dió el fanzine. Si bien desde el vamos te aclaran que estas revistas incluyen los episodios 128 al 138, no hay realmente una continuidad que haya que respetar como lector, sino que estas aventuras se pueden leer individualmente.

¿Las historias, qué onda? En total sintonía con la MAD, Rosa se caga de risa de los blockbusters de época, con parodias a Indiana Jones en sus combates contra nazis, Star Wars y todo el exploitation espacial generado a su alrededor, con un dibujo que aprovecha bastante bien el formato de página grande (desconozco cómo eran los fanzines originales donde se publicaban las primeras aventuras), con puestas de hasta doce viñetas y con un uso bastante divertido de la secuencia, como en una página donde el personaje principal, Lancelot «Lance» Pertwillaby se cae de un edificio. Este dibujo, si bien algo más crudo, ya mostraba la chapa que maneja el bueno de Don. Y se ve que tanto le gustaron estas historias, que muchas de ellas (las de esta antología y viejas también) fueron reutilizadas para sus “patoaventuras”. Un héroe del reciclaje.
Del ´83 saltamos a 1991, dejamos de lado la aventura y la sátira para meternos en un territorio más áspero, más “artie”. Hay que hablar de los tres números de Rubber Blanket, el experimento de David Mazzucchelli junto a Richmond Lewis. Quiero creer que no hace falta presentar al Rey David en un sitio como Comiqueando, pero capaz que Richmond es un nombre poco conocido, porque ella viene del palo del arte, aunque supo coquetear con el comic mainstream como colorista de su marido, el señor Mazzucchelli acá presente, en la saga Year One de Batman.

Como sabemos, si bien David trascendió como dibujante de historietas claves de Batman y Daredevil, trae un bagaje que va por el palo más académico (de hecho enseña historieta en la Escuela de Artes Visuales de Manhattan), y si bien disfruta de los superhéroes más mainstream, lo suyo es la historieta formal, como demuestra Asterios Polyp. Y Rubber Blanket es una muestra de ello. Piensen estos tres números anuales autoeditados de una forma lujosa y de gran tamaño como si fuera la Raw de Art Spiegelman o nuestra Lápiz Japonés: un espacio de absoluta creatividad, donde aparecen historias cortas dibujadas con un estilo muy desenfadado y salvaje, nada que ver con la finura y el preciosismo de Born Again.
Acá hay trampa: Rubber Blanket no es, en esencia, una antología de autor. En el primer número, marido y mujer meten historias en solitario, una en conjunto con guion de él y arte (decirle dibujo es medio bajarle el precio). Pero después se meten algunos invitados como David Hornung, Ted Stearn y la dupla tana de Massimo Semerano y Francesca Gherman. Pero como Mazzucchelli es el que más acapara las historias, valía la pena rescatarla. ¿Y qué encontramos de él? Relatos melancólicos, de pérdida (como la inquietante pero conmovedora Dead Dog) o de romances extraños, como Blind Date, que tiene una onda Charles Burns total (no tanto en el dibujo aunque es en blanco y negro). También aprovecha para coquetear con el humor de tira diaria con Mope & Grope, que aparecen en los tres números, lo más parecido a un personaje recurrente en la carrera del ídolo.

Tenía que salir un cuarto número, pero a David lo frenó su necesidad de estirar sus historias. Cada número aumentaba la cantidad de páginas porque las historias se estiran bastante (Big Man, una parodia sobre Hulk, duraba casi 30 páginas de las 70). Mientras empezaba a diagramar una nueva historia, se dió cuenta que necesitaba muchas más páginas de las que hacían rentable a esta publicación prozinera. Esa historia era Asterios Polyp, que no se publicó hasta 2009, y a través de una editorial profesional.
Dos rarezas absolutas, cuya genialidad es inversamente proporcional a la cantidad de revistas que salieron.

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