Se viene nuevo álbum de esta gran serie creada por Ignacio Minaverry, y es una excelente excusa para repasar toda su historia.

Dora (parte 1)

19/02/2024

| Por Gonzalo Ruiz

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Patoruzú, Mafalda, Clemente, Inodoro Pereyra, El Eternauta, Nippur de Lagash, Sherlock Time, El Loco Chávez, Animal Urbano, Elvisman… Hubo momentos donde la historieta argentina estuvo poblada de personajes identificables, algo que hoy parece lejano. ¿Significa algo esto, le cambia algo a la historieta producida a nivel nacional en el Siglo XXI no depender de una figura vistosa, reconocible, protagonista de diversas aventuras a lo largo de un tiempo prolongado? Sin importar el género que sea o en qué año fueron publicados por primera vez, hoy las historias están pensadas más para que el “Continuará” sea un simple “Fin” y no mucho más. ¿Está mal esto? No necesariamente, quizás las cuestiones económicas hacen que las condiciones no estén dadas para que un personaje pueda subsistir en un diario, una revista antológica (digital o física) o en álbumes de publicación digamos anual. Pero ustedes saben bien: la excepción hace la regla, ya que desde el año 2007 (al momento de escribir esto son 17 años), desde el nº13 de la segunda etapa de la revista Fierro seguimos a Dora Bardavid en su recorrida por el mundo en busca de nazis.

Toda criatura tiene un padre, y en este caso el progenitor de Dora es Ignacio Rodriguez Minaverry, quién -tenemos más analogías parentales- fue hijo (artísticamente hablando) de la Comiqueando, que en 1999 publicó su ópera prima, El Regreso de Daigar. Este comic, uno de los primeros intentos de publicar el siempre polémico manga argentino, fue un sonado fracaso, pero Minaverry no cortó sus vínculos con la revista, ya que durante Noviembre del ´99 y Julio del 2000 (cinco revistas en total), publicó su tira Niño Zorro. Tras este prontuario breve, este alumno de Luis Scafati y Pablo Sapia tomó diversos trabajos de ilustración e historietas. En 2003 comienza a tomar forma una idea, pero que no es como la que conocemos hoy. La primera versión de Dora transcurría durante el año 1967, y la protagonista era una suerte de femme fatale del MOSSAD. Tras unas primigenias 16 páginas, Minaverry descarta esta versión temprana de Rat-Line (la segunda historia del personaje) y diseña otra más. Otras seis páginas descartadas, barajar y dar de nuevo: la Dora archivista. Y después de pensar distintas épocas, se llegó a la versión que hoy todos conocemos.

Aún así, la saga de Dora no es, en un sentido estricto y convencional, una seria aventurera de una mujer que combate a las fuerzas fascistas que diezmaron Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Por momentos, la intriga “detectivesca” toma un segundo plano y la historia se convierte en algo más intimista, con un foco introspectivo sobre los personajes. ¿Pueden convivir, entonces, la persecución y el slice of life en un mismo libro? ¿Hay espacio para un despertar homosexual mientras un personaje descubre su identidad, en un momento de paralelismo absoluto con la búsqueda de “Memoria, verdad y justicia” de nuestros desaparecidos? Dora es mucho más que “una de espionaje” o “una de nazis”. Es una obra excesivamente humana, íntegra que no comenzó con una adolescente lesbiana de orígen marroquí.

¿Es Dora “una de nazis”? Probablemente sea la conjetura que más se menciona al hablar de esta saga. Las posibilidades de la comunicación digital hicieron que una computadora ubicada en Almagro y otra en Flores pudieran dialogar entre sí, logrando que el artista mismo responda algunas preguntas que, por supuesto, están para enriquecer mejor el diálogo entre este texto basado en la lectura, análisis y observación, y la más pura visión artística:

“Yo también cuando hablo de Dora digo que es una cazadora de nazis, porque los cazadores de nazis reales fueron más parecidos a ella que al estereotipo del comando de espías que se popularizó después del caso Eichmann. En la historia de Dora, incluso, el espionaje aparece como un elemento opuesto al trabajo de Dora. Siempre el espionaje representa espacios de moralidad ambigua, nada que ver con la idea ingenua que tiene Dora al principio de la historia. El personaje de Tom Crane, que cada tanto vuelve a aparecer, ideológicamente representa todo lo contrario de lo que representa Dora. Es lo más parecido a un antagonista, después de los nazis, claro.”

– Siempre que se habla de espionaje uno piensa en persecuciones, tiros, pero vos optás un seguimiento más silencioso y lento, que involucra archivismo, ¿por qué este enfoque, te resultaba más novedoso?

– La primera respuesta que se me ocurre es que me gustan mucho los archivos, y de ahí salió la idea para esa primera historia de Dora. La segunda es que un archivo es un ambiente claustrofóbico y oscuro, lo cual enmarca a la perfección el espacio mental de la protagonista en ese momento. Y la tercera es que como decía más arriba, es una manera más fiel de representar cómo se dio la búsqueda de criminales nazis.

–  ¿Hay algún desafío en hacer una historieta de espionaje?

– En realidad no es tan de espionaje, cada tanto lo es, sobre todo en Rat-Line y en el último capítulo de Amsel, Vogel, Hahn, que es lo más cercano que va a haber. Es también como un momento en que Dora se ve obligada a decidir sobre la marcha para la historia. Porque el resto de las historias, ella va llevando la trama pero de otra manera, siempre un poco más pasiva. La historia de Dora la empecé planteándome eso, “no habían muchas historietas de espionaje” y estaría bueno hacer una, y después bueno se fue convirtiendo en otras cosas.

(el lunes, la segunda parte)

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