IMPOSIBLE RECREAR LA MAGIA OCHENTOSA DE ROGER STERN, PERO TODAVIA HAY MAS VUELTAS DE TUERCA PARA ESTE FASCINANTE PERSONAJES QUE PREPARA SU DESEMBARCO EN LA PANTALLA GRANDE.
A partir del n°74 de la revista del Dr. Strange, tras la partida del maestro Roger Stern, le toca remar a Peter Gillis, que encuentra un dibujante acorde al nivel de esta serie en Chris Warner (luego jefe de arte de Dark Horse). Gillis se deshace de Morgana, introduce a Topaz (otra chica con inclinaciones místicas) y no toca a los villanos tradicionales, sino que crea a varios nuevos, aunque ninguno pega demasiado. Su máxima innovación llega con el primer viaje de Strange a otro planeta (!) de donde se trae a otro aprendiz de brujo, Rintrah, un gigante verdoso con cabeza de toro. Pero de la noche a la mañana, la serie se cancela en el n°81. Alguien decide que Strange, en vez de 22 páginas por bimestre, protagonice 11 por mes y así, en Abril de 1987, resucita la revista Strange Tales, en la que el Doc comparte portada con Cloak & Dagger.
Y ahí van, Stephen, Wong, Rintrah, Clea, Sara y Topaz (ya hay elenco como para una versión mística de Friends). Pero para el n°4, Gillis define la nueva dirección: Strange y Rintrah vagan por el mundo lejos del resto, y el Doc se va dejando seducir por la magia negra. Stephen le cede el ojo de Agamotto a Rintrah y se convierte en discípulo de Kaluu (oscuro villano de la época de Bill Everett en Strange Tales). Ya volcado al lado oscuro (y sin un ojo), el Doc liquida a Shuma Gorath, tras lo cual vuelve con los suyos a tratar de retomar su vida “normal” (si es que eso es posible en el Sanctum Sanctorum) y el sendero de la luz.
El experimento de Strange Tales llega hasta el n°19 y así, en Noviembre de 1988, el Doc vuelve a tener un n°1 y una revista propia, de la que se hacen cargo el fiel Gillis y Richard Case, el dibujante de los últimos numeros de ST. Pero con apenas cuatro números a sus espaldas, los autores son despedidos y reemplazados por el nuevo equipo: Roy Thomas y Jackson Guice. Case se va a DC (a romperla en Doom Patrol) y Gillis desparece casi por completo del mundo del comic.
Como siempre, Thomas busca sacar provecho de todo lo establecido anteriormente, o sea que lo suyo no es precisamente una revolución. Conserva a este Strange más cínico y menos romántico, a muchos personajes heredados, e incluso trae de vuelta a Morgana Blessing y al ojo que había perdido el hechicero. Reformula a Satannish, vuelve para atrás la destrucción “definitiva” de los vampiros (saga grossa de la Era Stern) y hasta presenta a un nuevo Baron Blood, que resulta ser… Victor Strange, el hermano vampiro de Stephen! Así, con muchos personajes (propios e invitados de otras series), muchos sacudones y sagas grandilocuentes contra los villanos clásicos, Thomas mantiene a la colección bastante interesante, y muy metida con el resto del Universo Marvel. Randy y Jean-Marc Lofficier lo secundan con historias de back-up (más algún número de relleno) y Guice pone muchas pilas, hasta el n°24, en el que se va.
Lo reemplazan varios verduleros (onda Chris Marrinan) y la calidad obviamente se resiente. Ya para los crossovers con Infinity Gauntlet (de 1991) hay que ser muuuy fan del Doc para seguirle fiel a esta serie. En el n°37 se suma como dibujante Geoff Isherwood y pronto aparecen nuevos villanos, y hasta Wolverine. Isherwood trata de dibujar como Guice y Brunner y zafa decorosamente, pero los crossovers de Infinity War (con Galactus y demás fauna cósmica) terminan de hundir a la serie. Entre los n°s 48 y 53 hay un par de ideas dignas (y buenos dibujos de Isherwood), pero llega Infinity War y, de nuevo, todo se desbarranca. El n°56 es el último de Roy Thomas, y Isherwood (que venía escribiendo y dibujando los back-ups) se queda a liquidar plots pendientes en una trilogía bastante floja, que gira en torno a la mitología céltica y culmina en el n°59. Y ahora sí, agarrate!
Si lo que veníamos leyendo hasta ahora era medio pobretón, lo que viene ahora es menos que indigente. En el n°60, la serie del Doc se integra a la línea “de terror” llamada Midnight Sons (con Ghost Rider, Spirits of Vengeance, Nightstalkers y otras aberraciones noventosas) y cae en las garras de David Quinn (que en los ’80 había juntado algo de chapa con Faust, una serie de culto entre los fans del terror) y unos dibujantes que, en un mundo más justo, estarían en cana. Tres personajes dicen ser el Hechicero Supremo (como en Reign of the Supermen) y combaten entre sí y con mostros varios, mientras la calidad y las ventas colapsan. Al final, ninguno era el verdadero Doc, quien se hallaba peleando la Guerra de las Siete Esferas (sí, siete esferas, como Dragon Ball) a las órdenes del Vishanti (la trinidad de “dioses” que le dan sus poderes).
Quinn pone en marcha el Plan B y para el n°75 pega el volantazo: surge un nuevo Dr. Strange, cool, jovencito y con onda Vertigo, incluso dibujado por Peter Gross, clásico dibujante de ese sello de DC. El nuevo Strange no responde al Vishanti, sino que busca formas alternativas de manipular la magia, incluso de índole tecnológica. Pronto reaparecen Wong y los personajes de la trilogía de Isherwood, más un par de conceptos nuevos, como Sister Nil, pero la cosa no prospera y el n°79 es el último de este equipo.
A tratar de salvar las papas llega Warren Ellis, junto a otro gran dibujante vertiguesco, Mark Buckingham, y por supuesto, vuelve el Doc de siempre (de vuelta de la guerra que duró miles de años, pero apenas unos meses más viejo), con un look renovado y sus poderes recargados. Ellis se queda sólo cuatro números, en los que desactiva varias incoherencias y giladas de la etapa anterior. Todo queda lisito y prolijo para un nuevo guionista, al que los héroes místicos le sientan bien: J.M. De Matteis llega en el n°84 y junto a Buckingham, da forma a un Strange más humano, mientras barre con los últimos vestigios de la Era Quinn (la corporación Tempo) en una saguita donde –típico de DeMatteis- los malos se redimen por la luz del amor. Pero las ondas de amor y paz tampoco hacen milagros y el n°90 (Junio 1996) marca la cancelación de esta serie que arrancó bien, terminó bien, pero en el medio hizo agua por los cuatro costados.
HOY UN JURAMENTO
La verdad es que en los últimos 20 años, mucha bola no le han dado al pobre Doc. Más allá de su rol como miembro de los Illuminati, y su participación en las distintas versiones de Defenders (desde las más dark hasta las 100% en joda), son pocas las historias que lo tienen como protagonista.
En 1999, dentro de la línea Marvel Knights, salió la miniserie Doctor Strange: The Flight of Bones. La mini se anunció con bombos y platillos, sobre todo por la presencia de Tony Harris al frente de los dibujos, pero el astro se peleó mal con los coordinadores y se alejó tras dibujar sólo dos números. Los dos restantes los remó Paul Chadwick (el prestigioso creador de Concrete), pero el ajustado cronograma de entregas lo obligó a sacarlos “con fritas” y la calidad no es la que uno esperaba. El guión de Dan Jolley arranca maravillosamente bien (por fin alguien se acuerda de que Strange era un cirujano del carajo), pero decae paulatinamente hasta llegar al infaltable duelo con Dormammu y un final predecible, sensiblero, que no le hace la menor justicia al planteo original. La mini fue un fracaso y jamás se recopiló en libro.
A fines de 2006 aparece una nueva mini, esta vez de cinco episodios, titulada The Oath. El gancho es, obviamente, el guionista: Brian K. Vaughan, uno de los autores más exitosos y premiados de este siglo. Y el dibujante no es otro que el español Marcos Martín, de probada solvencia en el campo de los superhéroes, cuyo estilo mezcla rasgos de Paul Pope, Darwyn Cooke y Matt Wagner.
La historia gira en torno de -nada menos- la cura del cáncer, ya que Strange descubre que su fiel Wong está afectado por este mal. El guión es agudo y preciso como los escalpelos que alguna vez manipulara Stephen. La acción no decae, los villanos (y sus motivaciones) sorprenden, se incorpora a la mitología del Doc un nuevo interés romántico (Night Nurse), se explora a fondo su relación con Wong y el final no trivializa en absoluto lo heavy de la temática. Si hay algo para criticar es el registro: aquí Strange no habla con circunloquios pomposos dignos de un monarca shakespearano, sino que putea como el más ordinario de los barrabravas. El resto, impecable.
En 2009, luego de aquella saga de los New Avengers en la que Strange le pasa el título de “Hechicero Supremo” a Brother Voodoo, Mark Waid explora esta nueva etapa de su vida en una miniserie titulada simplemente Strange, junto a la dibujante española Emma Ríos. Con nuevos personajes secundarios y un tono menos solemne, la mini pasó bastante desapercibida.
Fuera de sus propias series (y de la de Defenders) el extraño facultativo supo reunir un puñado de publicaciones que lo tienen como protagonista (o casi) y en todas metió mano gente grossa, aunque con distintos resultados. Se viene el repasito:
Into Shamballa (1986) es la primera novela gráfica del Tordo. El dibujo de Dan Green es maravilloso y sutil. Pero el trabajo de J.M. DeMatteis no está a la altura y se queda (como pasa tantas veces) en el chamuyo místico-espiritual que no va a ningún lado. Encima no es exactamente un comic, sino texto con ilustraciones. Para atrás.
Dr. Strange & Dr. Doom: Triumph and Torment (1989) compite con cualquiera por el título de Mejor Novela Gráfica de Marvel de Todos los Tiempos. Roger Stern no falla nunca y la dupla Mike Mignola + Mark Badger en la faz gráfica es definitivamente genial. El protagonismo se lo lleva más Victor que Stephen, pero el conjunto es devastador.
Spider-Man/ Dr. Strange: The Way to Dusty Death (1992) es un prestige que, pese a lo ampuloso de su título (tomado de una novela de suspenso de Alistair MacLean) aporta poco. El guión es de Roy Thomas (con ideas de Gerry Conway) y el dibujo de Michael Bair, con muchas pilas. Pero no va más allá de una revancha contra Xandu, el villano del primer team-up entre ambas creaciones de Lee y Ditko.
Strange Tales (1994) es otro prestige, co-protagonizado por el Tordo, the Thing y Human Torch. El guión de Kurt Busiek no pasa de lo entretenido, pero si sos fan de Nippur, Mark y Or-Grund, la podés tener por los dibujazos de Ricardo Villagrán.
What is it that Disturbs you, Stephen? (1997) es la segunda versión de una historia creada por P. Craig Russell en los ’70, que se había publicado en un anual, con diálogos de Marv Wolfman. Muchos años después, Russell y el gran guionista Marc Andreyko lanzaron esta remake, con más páginas y 100% redibujada, como los fuckin’ dioses.
Strange: Beginnings and Endings (2006) es una miniserie de seis episodios, co-escrita por J.M. Straczynski y Samm Barnes, muy bien dibujada por Brandon Peterson. La saga propuso un recuento del origen con cambios muuuy radicales respecto de la versión original (de hecho, difiere tanto del comic como suelen diferir las películas), y los fans se le tiraron a la yugular, hasta que Straczynski aclaró que no era un revamp del Doctor clásico, sino una versión de una realidad alternativa, a la que Strange cae en un numerito de Amazing Spider-Man. Es lo que hay.
Stan Lee Meets Dr. Strange (2006) es un bizarro one-shot escrito por el propio Stan para celebrar los 65 años desde que empezó a trabajar para Marvel. Acá el viejito vuelve a Greenwich Village a visitar a su amigo Stephen y se encuentra con que todo cambió desde aquellos lejanos años ´60. Dibuja un inspiradísimo Alan Davis, y complementan un reprint de una aventura del Tordo dibujada por Barry Windsor-Smith en los ´70 y una inédita de Ultimate Spider-Man.
Mystic Hands of Dr. Strange (2010) es otro one-shot, pero en formato antología, un poquito más grande que un comic-book y en blanco y negro. Son cuatro historias cortas de nivel muy parejo y muy alto, en las que brillan Kieron Gillen, Peter Milligan, Ted McKeever, Mike Carey, Frazer Irving, Marcos Martín y el mítico Frank Brunner. Si sos fan del Doc, lo tenés que tener, de una.
Doctor Strange: Season One (2012) es una novela gráfica de 136 páginas en la que Greg Pak y Emma Ríos presentan de cero al personaje, para los nuevos fans que no lo conocían, en una publicación claramente apuntada al circuito de librerías. Llena de dinamismo, con un cierto filo irónico y muy fiel al espíritu de las Strange Tales de los ´60, está considerada (junto con la de los X-Men) la mejor de las novelas gráficas de la línea Season One.
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