Tras la pandemia, Gato Fernández se encuentra finalmente en estos días en Europa, presentando su primer trabajo extenso: “El golpe de la Cucaracha: En la casa hay fantasmas”, una novela gráfica de 112 páginas, publicada en nuestro país por Historieteca Editorial. La obra, ganadora del Premio Regional del Concurso de Letras 2020 del Fondo Nacional de las Artes, forma parte de lo que será una serie de cuatro libros. El pasado 13 de Mayo, la novela gráfica obtuvo el premio a Mejor Obra para Público Adulto en la segunda edición de los Premios Cinder, trabajo por el cual también la autora se llevó el reconocimiento a Mejor Artista Integral. Con el libro disponible hace ya cierto tiempo en comiquerías, nos parece relevante revisar el trabajo de Fernández, y reflexionar sobre esta obra autobiográfica tan potente y significativa para nuestro presente.
En las primeras páginas de la novela gráfica vemos a un niño que asusta a otra niña más pequeña con una cucaracha que se encuentra en la vereda. El nene le advierte que las cucarachas son ‘los bichos más asquerosos del mundo’ y que lo ‘peor’ es que ‘están en todas partes’. ¿Dónde residirá la verdadera cucaracha de esta historia? Desde las primeras viñetas, Gato Fernández desvela su gran fobia en la vida: las cucarachas… Seguidamente, entenderemos que se trata de dos hermanes, Fede y Lucía, quienes salen al encuentro de su madre y su padre Alberto. Lucía abraza a su madre, está muy asustada. Junto a les hermanes, entramos a la casa, donde descubriremos que además de su papá y su mamá, también vive su abuela Chana. Chana no tiene buena relación con su mamá y no hace más que hablarle ‘pestes’ a Lucía de ella. Poco a poco conoceremos la vida cotidiana de Lucía, quien al comienzo de esta historia acaba de empezar el jardín de infantes. Viñeta tras viñeta recorreremos su casa familiar, los rincones en los que se esconde y los sitios donde se siente segura y a salvo, pero sobre todo aquellos en los que habitan los demonios que la acechan.
A través de la perspectiva de Lucía, cuadro a cuadro, Gato Fernández nos acercará a lo siniestro, a aquello de lo que nadie quiere hablar, a lo que en muchos hogares es tabú: el abuso intrafamiliar. Con un tono relativamente sutil y lúdico y a través de la perspectiva y de la inocencia de una niña, Fernández logra hábilmente poner un pasado oscuro y traumático en imágenes y en palabras, que interpelan a través de metáforas muy pertinentes a otras personas que quizás probablemente pasaron o están pasando por las mismas experiencias traumatizantes y dolorosas.
En la obra de Fernández, al mismo tiempo que los dibujos parecen intentar subsanar heridas profundas y en cierta manera incurables que llevan a una depresión casi imposible de superar, se tornan en una denuncia que desde lo particular se vuelve un relato de otros y otras que pone en evidencia una problemática social que tristemente resulta mucho más frecuente de lo que realmente se quiere admitir. Justamente, antes de que nos volquemos de lleno en el mundo de Lucía, nos encontramos con la frase ‘le coup de cafard’, que tal como nos advierte en la misma obra Fernández ‘literalmente se traduce el golpe de la cucaracha, pero significa tener una depresión profunda’, a modo de referencia a su propia historia.
Viñeta a viñeta, las verdaderas cucarachas y demonios quedan en evidencia a partir de la subjetividad plasmada en la imaginación de Lucía. Las representaciones que hace de su propia realidad, le permite escaparse de todo aquello que vive en casa, pero a la vez sublimarlo y transformarlo sin perder su significado. En los momentos de mayor terror, veremos como la sombra del progenitor que acosa a Lucía se transmuta en ratones antropomórficos y perturbadores que parecen jugar con ella. La cucaracha oscura e intimidante también se insinuará en casi toda la obra simplemente como una figura sombría o diablos que rodean a su cazador cuando se encuentra sola en algún rincón. Entre todos esos personajes y escenas que nos evocan claramente al realismo mágico, solamente una secuencia resulta extremadamente cruda, aunque la escena no desentona para nada con el tono de la obra ya que se destaca el tratamiento extremadamente cuidado por parte de la artista. En ese ir y venir a través de las tinieblas, la figura de ‘Dios’ parece contraponerse con el infierno, representada a través de un bidet con el que Lucía mantiene conversaciones que habilitan al lector y a la lectora a comprender un poco más la psicología del personaje.
Con un trazo relativamente simple pero a la vez excesivamente firme y expresivo en el que la perspectiva no parece una prioridad estética, la paleta de colores que usa Gato Fernández para contar su historia resulta consecuente con el relato que propone. Mientras los momentos siniestros manejan las sombras de una manera muy perturbadora, con predominio de los colores fríos y las los tonos oscuros, en las situaciones de alivio en la cotidianeidad de Lucía -como lo es cuando está con su madre, se encuentra en el jardín de infantes o en casa de una amiguita, predominan los colores amarillos y anaranjados. Cuando nos transportamos a los mundos alternativos que Lucía construye durante la vigilia y en sus sueños, los colores intensos son los predominantes, para generar tensión entre la cruel realidad y la fantasía lúdica y onírica.
Artísticamente el trabajo de Gato Fernández sin dudas resulta pregnante y movilizador, ya que los abusos y los maltratos son tratados de una manera muy creativa y discreta pero sin que eso signifique perder la seriedad que esta problemática requiere. De todas las frases de la obra, quizás la más dura, realista y capaz de hacer eco en muchos contextos intrafamiliares y sociales sea ‘No veas, Lucía. Para esto sos muy chiquita’. Esta frase que dice le dice su progenitor, a la vez que evoca ‘lo prohibido’ y esa represión sexual y psicológicamente necesaria de la infancia que en situaciones de abuso es claramente vulnerada, nos recuerda ese pacto siniestro según el cual ‘hay cosas de las que no se hablan’ ni en la familia ni en ningún entorno social. Quizás el mundo necesite más relatos y novelas gráficas como el trabajo de Gato Fernández…
@julepedementa7


