Caloi tiene otra faceta artística a veces menos apreciada pero sin duda tan valiosa como la de su personaje emblema: los chistes gráficos que domingo a domingo publica en la revista Viva...

El seleccionado de Caloi

07/01/2009

| Por Staff de Comiqueando

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Caloi, el autor de la más longeva tira cómica publicada en la actualidad
(Clemente, con más de treinta años ininterrumpidos en el gran diario argentino),
tiene otra faceta artística a veces menos apreciada pero sin duda tan valiosa como
la de su personaje emblema: los chistes gráficos que domingo a domingo publica en
la revista Viva (mismo grupo empresario argelino), que ocupan una página o media
página y que han sido recopilados genialmente en Humoris Causa (Sudamericana) y
ahora, en torno al deporte, por Ediciones de la Flor, la gran recopiladora de las
tiras diarias y el humor gráfico argentinos. El deporte ha adquirido, en los últimos
años, una importancia quizás desmesurada. Columnistas y periodistas especializados
(ese segundo periodismo farandulero, peor incluso que el original), noticieros,
diarios y hasta canales propios (¿alguien se acuerda de cuando existían solamente
El Gráfico, Polémica en el fútbol y Fútbol de Primera?) buscan hacer frente a la
creciente oferta de eventos deportivos nacionales e internacionales y a la incansable
demanda por parte del público. ¿Son realmente tan importantes? Son sin duda parte
de la vida, necesarios para la buena salud, fáciles para la desbordada pasión. Incluidos
en el currículo de escuelas y colegios como educación física, nos forman y nos conforman
o nos deforman desde siempre, como parece señalar ya en la tapa Con el deporte no
se juega 5, editado en septiembre de 2008, con ese Adán que hace jueguitos con una
manzana ante las diversas miradas (despreciativa y atónita) de Eva y de la serpiente.


Este cuadro de humor era el que adornaba la portadilla de la primera recopilación
temática de chistes deportivos de Caloi, veintiún años atrás, también por De la
Flor, y que parece haber sido elegido por la especialista Judith Gociol (a cargo
de la presente edición) como una forma de homenajear aquella primera antología deportiva.
¿Qué ha cambiado desde ese entonces en Caloi? A primera vista, claramente, resalta
el color, que Caloi maneja con logradísima expresividad y que sirve para identificar
cada espacio físico donde se realizan los deportes satirizados por el humorista.
El último chiste del tomo es el mismo de la primera compilación (y un único chiste
más se repite entre ambas, si no contamos esa maravilla sobre el rugby que acompaña
los datos de la tirada del presente libro), lo cual constituye otro homenaje a la
veintena de años transcurridos entre aquella selección y esta: y lo que cambia entre
ese chiste y el de ahora es justamente el uso del color, que lo actualiza de manera
perfecta, como marcando los cambios también de las transmisiones deportivas de ayer
a hoy.

Hay, también, una capacidad para ver lo propio del deporte actual: Carlos
Alberto Loiseau no se queda en el chiste deportivo en general, en una universalización
del motivo humorístico, sino que trabaja con las cuestiones que marcan el deporte
del siglo XXI. Tenemos, así, el abuso de la publicidad, el auge del fútbol femenino,
los controles antidoping, el boom de los gimnasios, los neologismos (que son barbarismos)
de los relatores de fútbol y muchas cosas más. Como decía hace poco en la sección
“Mano a mano” Iñaki Echeverría, humorista de Sátira/12 y de la revista Fierro, “el
humor es una demostración de inteligencia”. Es, digamos, una forma de ver la realidad,
una “mirada humorística” sobre el mundo, una vuelta original frente a lo que se
percibe. Captar lo esencial de lo que se mira o de lo que se oye (los juegos de
palabras con las frases hechas del fútbol son uno de los puntos altos del humor
del libro) es precisamente lo que hace Caloi esta vez con las distintas disciplinas
del deporte, de las que extrae los giros y los lugares comunes, las situaciones
emblemáticas, lo invisible de lo obvio, como ese del marido que le dice a la mujer:
“Vieja, vos que siempre te cruzás por delante del televisor cada vez que están por
hacer un gol, vení, dale, cruzate ahora, a ver si estos muertos meten uno”, o como
el del jugador lesionado que desde el piso le pregunta al médico: “¿Así que usted
aconseja que la estire, doctor, que estire la pierna?”, a lo que obtiene por respuesta:


“No, no. Que la tire, que la tire”. Contrariamente a lo que puede pensarse,
el deporte y el arte están unidos desde los inicios de la cultura occidental. El
deporte es –junto con la política, la filosofía y el teatro– un legado griego: los
queridos helenos solamente dejaban de guerrear entre sí para pelearse de una forma
sublimada, es decir, en las competencias deportivas. Tenemos tallada en la memoria
la figura escultural del díscolo discóbolo y la anécdota del primer maratonista,
que sobrevivió a la batalla de Maratón pero murió para contarlo en la carrera de
42 km; ya en la Ilíada y en la Odisea se cuentan con lujo de detalles diversas competencias
deportivas, y Píndaro (el poeta elitista y exitista) cantó para la eternidad a los
vencedores de los antiguos juegos olímpicos.

La literatura argentina ha abordado como casi ninguna otra el boxeo, y los
mangas y el animé han contado muchas de sus historias en el marco de deportes como
el baseball, el voley y el básquet. Pero también humor y deporte han sabido tomarse
de la mano: basta pensar que en el origen la palabra blooper se asociaba con los
errores de los deportistas. Fontanarrosa tuvo a bien darnos cátedra de cuento futbolístico
y abarcó, en sus Semblanzas deportivas (recientemente reeditadas por De la Flor),
distintos aspectos anecdóticos del deporte en sus múltiples formas y protagonistas;
César Aira nos deleitó con su absurda Guerra de los gimnasios; Juan Sasturain supo
maravillarnos con los ensayos de Wing de metegol (en los que iluminó con apasionada
frialdad analítica cada recoveco de la mitología futbolera) y hacernos sonreír desde
la seriedad de la reflexión. Hoy que ir a la cancha es cada vez más peligroso, hoy
que hace siglos que no pasamos de cuartos de final en un mundial, hoy que debatimos
como si importara sobre la designación de Maradona al frente de la selección, hoy
que nos sacan la ensaladera de plata de las manos en nuestra propia casa, Caloi
nos da un paseo que va del fisicoculturismo al sedentarismo, de la competencia desleal
al espíritu olímpico, de un picado entre amigos a la final de la Libertadores, de
la obsesión por el cuerpo (técnico) a las raqueteras y botineras. Un libro ideal
para los amantes del deporte y, claro está, para los que aman tirarse en la cama
a ver ESPN+ o a ejercitar la mente leyendo un buen libro.

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