Javi Hildebrandt: ¿Cómo entraste a Billiken?
El Bruno: Antes de que me llamaran de la revista, me había salido un laburo para APRA, una agencia de protección ambiental. Billiken todavía no estaba reformulada, no es lo que era ahora, tenía un logo viejo, y empiezo a hacer una historieta, que se termina publicando ahí, en la que en cada capítulo decía que cuides el agua, alguna cosa ecológica, no usar mucho plástico, bla bla bla.
JH: Ellos vieron lo que hacías ahí y te llamaron.
EB: Yo me entero, cuando voy a la reunión, que la que había tirado mi nombre en Billiken había sido Ale Lunik. A ella la convocan, estaban buscando material nuevo para hacer un relanzamiento de la revista, y querían una onda Cartoon Network, actualizar la revista de los años ’90 (risas). Era un cambio grande para los estereotipos de acá. Y Ale Lunik no sé si hace muestras, no me acuerdo, pero les dice que me ubiquen a mí. Les llegan cosas de Humor etíliko, que es lo que tenía colgado en la web, y pese a todo, me llaman. Y ahí empiezo, hago unas muestras, me llaman a finales de 2008, llevo la idea de Escuela de Monstruos y también unas muestras de tapas que me habían pedido. Y ahí quedo.
JH: Vos directamente les presentaste el proyecto de Escuela de Monstruos.
EB: Claro, yo tengo una reunión con ellos y ahí me dicen “queremos que hagas una historieta y las tapas, en un principio”.
JH: Que te digan, de una, hacer las tapas…
EB: Era complicadísimo para mí porque yo, verdaderamente, todavía tenía muchas dificultades. No tenía un estilo absolutamente definido, me costaba. Hoy en día todavía me cuesta mantener o mejorar, tal vez, lo que hago. Pero sí, me dio miedo, en su momento, porque era una oportunidad que si me salía mal no sabía cuándo iba a tener una igual. Por suerte salió bien, llevé la idea de Escuela de Monstruos y les encantó. Pasa todo el verano hasta que se hace el relanzamiento. El primer número es de mediados de febrero, principios de marzo de 2009. En esa época me empiezan a pedir un montón de material… quince o veinte viñetas por número. De Escuela… el primer año fue una página, al segundo año me piden la doble porque a la historieta le estaba yendo bien, y toneladas de viñetas de todo tipo.
Ahora la agarrás y es re-escueto. Antes había muchas notas ilustradas con dibujos grandes, medianos. Si yo estuviera laburando lo que laburaba en aquella época, ahora estaría ganando 35 ó 40 lucas, como para que te des una idea. En ese momento yo entré cobrando algo muy básico. Me acuerdo que lo que pedí para la tapa me lo recontra-bajaron. Igualmente sentía que estaba en Hollywood, porque si bien no era millonario, era una guita importante que me entraba por mes. Y haciendo algo que me encantaba. Cosa que en un momento me generó miedo, porque yo venía de hacer historietas con muertes de niños, drogadicción y qué sé yo…
JH: Vos llevás una historieta que, si bien tiene que ver con lo que venías haciendo, te obligaba a caminar por un filo en el que estabas en tu universo, pero tampoco te podías ir de mambo. ¿Cómo fuiste manejando eso?
EB: Es algo que se habló de antemano, obviamente. Me dijeron que no me olvide que era una revista escolar, familiar. Hubo algunas páginas en las que tuvimos que hacer ajustes. Cada tanto me pasa, también…
JH: ¿Qué es lo que más te objetan?
EB: La violencia. No tanto con los guiones, porque ahí sé qué es lo que me van a bochar. Un “tarado” no me lo van a permitir en Billiken, por más que lo digan en Cartoon Network…
JH: ¿No se puede decir “tarado” en Billiken?
EB: Y, no sé. Casi seguro que no. Me han sacado, generalmente, violencia de un alumno a la profesora o violencia de la profesora a los alumnos. Golpes como podés ver en cualquier lado, un coscorrón en la cabeza, ese tipo de cosas. La última que me cambiaron era el director que le metía un cocazo a Tomás… era re-violento, Tomás se agarraba la cabeza y le salía un lagrimón. Recontra-exagerado, no era algo que te traumaba, era gracioso. Y tuve que cambiarla a un grito, el tipo terminó gritándole. No son muchas las veces que me cambiaron algo, pero como yo siempre traté de correr la línea al límite, medía hasta dónde podía llegar.
Claramente, Escuela de Monstruos es una historieta que en los años ’80 no te la hubiera publicado Billiken ni en pedo. Algo aflojaron, bastante. Pero tuve que acostumbrarme a contar otro tipo de historias, acordarme de lo que leía cuando era chico. Y ahí aparecían Los Pitufos, Lucky Luke, la Lúpin, Patoruzú. Después, haciendo, uno le empieza a agarrar el ritmo, pero al principio me costaba bastante. No sólo el dibujo. Después le fui sacando la onda a los personajes, ya no se deformaban tanto, el plantado de página me resultaba más fácil. Tuve que limpiar mucho más mi estilo, que si bien era de línea limpia, gestualmente era medio pútrido, desagradable, perverso. Pero se fue dando naturalmente, no me frustró, ni me traumó, ni nada. Fue saliendo y acomodándose.
JH: ¿En qué momento te cae en la ficha de que lo que estabas haciendo lo ve muchísima gente, un montón de pibes, y te encontrás con un público distinto al que tenías antes?
EB: La ficha me empieza a caer de a poco, cuando los lectores empiezan a mandar cartas con dibujos a la revista. Pensá que Escuela de Monstruos sale en libro recién en 2012, cuatro años después de que yo empiezo. Y no fue un boom de entrada. Recién hoy me doy cuenta cuánta gente lo lee, cuando voy a la Feria del Libro. La repercusión grande la veo hoy, con las liquidaciones (risas). Se fue dando la cosa de empezar a ir a la Feria, o a las escuelas a dar talleres, a presentar el libro, y ahí ver dónde estaba llegando. Conocer las tiradas de Billiken, saber que mandaban cartas desde Chubut, Santa Cruz… una locura.
JH: ¿Te cambió en algo al momento de sentarte a pensar las historias?
EB: No, no. Es una escalera que fui subiendo dando un paso por vez. No me encontré sin preparación para eso. Se dio naturalmente, acompaña también mi crecimiento profesional y nunca me pasó por arriba. Nunca me sacó de donde estaba parado. Me permite laburar igual que siempre, solamente que en estos casos, como la Feria del Libro y qué sé yo, se nota que es una historieta de casi diez años, por la cantidad de ejemplares vendidos, por la gente que va a que le firme el libro. Por suerte, los chicos te hacen todo mucho más fácil.
JH: ¿Los chicos no son críticos, también?
EB: Sí, pero lo bueno es que no tienen filtro y las cosas te las dicen en la cara, no te escriben en un blog. No son trolls, no es “El Bruno es puto y se la come” – “Pero estamos hablando de historieta” – “No importa, es puto igual”. No tenés ese tipo de cosas como a veces veo que pasa con un montón de gente y que me daría una bronca absoluta.
JH: ¿Te acordás de algún comentario de un chico en el que sentiste que había dado en la tecla?
EB: Lo que notan mucho los pibes son pifies en el dibujo… Me dijeron de un cuadro en el que a un personaje no le dibujé una mano; yo pensaba que no podía ser, pero cuando me fijé, le faltaba. O te dicen “me gustó mucho el número cuatro, pero el tres no”. Cosas de chicos, no se ponen a evaluar la cronología, como hacen lo que siguen X-Men, que cómo puede ser que Magneto muera si ya había muerto, etc. También alguna cosa que parece poco creíble. En un momento, Cuco, el bravucón, se ponía de novio con Federica, la zombie del primer número, y un chico me pone “¡Cuco y Federica nunca podrían ser novios!”, como indignado. Ese tipo de cosas.
JH: Claro, los chicos se apropian de los personajes…
EB: Sí, los re-sienten. Cuando un pibe hace un dibujo de Escuela de Monstruos se apropia absolutamente de los personajes. No intenta copiar, lo transforma en algo suyo. De hecho, me han venido a ver a la Feria del lçLibro con páginas de historieta, y cuando les preguntás “¿es un regalo para mí?”, te responden “¡no, te lo venía a mostrar, sacá las manos de ahí!” (risas). Aunque algunos sí me regalan. Es muy cómico lidiar con los chicos, siempre te llevás alguna sorpresa grata. Los más molestos son los tíos, los padres, los abuelos. Se quejan de la fila, o los obligan a hablar a los chicos y vos te das cuenta de que no quieren, que están con vergüenza. “Preguntale, preguntale”, le dicen, porque el nene estuvo durante toda la fila diciéndole a la madre que me quiere preguntar algo, y cuando llega el momento, y yo (sentado) le llevo una cabeza al pibe, me ven con los tatuajes, el vozarrón que tengo… Les digo “hola, campeón, ¿cómo andás?” y muchos se quedan. Y las madres “no, pero preguntale”. Yo les digo que le agarró el pánico escénico y ya sé que es un nene al cual no le tengo que insistir, ni preguntarle si dibuja, ni nada. Hay otros que vienen, se apoyan en la mesa y te cuentan lo que hacen. Personalidades distintas, pero super disfrutables todas.
JH: Quisiera volver sobre algo que mencionaste recién, acerca de que en la Billiken de los ’80 nunca hubieses podido publicar Escuela de Monstruos. A mí me da la sensación –no es que lo haya estudiado a fondo ni nada por el estilo- que había historietas que nosotros leíamos de chicos, que tal vez no eran las más orientadas al público infantil, no eran las más ingenuas, que tenían algún grado de trasgresión que en la actualidad no se permitiría. Hoy, tal vez, existe también una sobreprotección hacia los chicos que le prohíbe leer determinadas cosas.
EB: Totalmente, hay una policía de la moralidad. Los chicos están recontra-mega-acostumbrados a ver violencia en la vida real (que es la realmente mala), en las revistas de afuera y en los dibujos animados. Y nosotros también la vivimos, porque mirábamos G.I. Joe, Thundercats, He-Man, que se cagaban a palos todo el día, y eso no nos transformaba en personas violentas. Pero ahora el mundo se está transformando en algo cada vez más pacato, donde tenés que pedir permiso para hacer un montón de cosas. Sobre todo si es algo para chicos o algo de humor. El humor se transformó en el enemigo número 1 del planeta. Con esto no se puede joder, con esto otro no se hace un chiste, si hacés un chiste en contra de tal sos oficialista, o te pagaron, o sos un vendido…
El otro día hablábamos con Claudio [Scuzzo], me preguntó por qué no preparaba algo de humor, y no lo hago porque toda esta situación me saca las ganas de querer hacer reír a alguien. Con los chicos todo bien, voy a estar siempre, pero el adulto se ha vuelto tan pelotudo, tan básico. Pareciera que en la década del ’70 había más amplitud mental que ahora. Todo el cambio radical, cultural y social que empezó Robert Crumb en su momento, ahora lo estamos pisoteando. Me parece una imbecilidad absoluta.
En Billiken siempre me dieron razones, yo había hecho al principio una escena en la que Tomás le tiraba un petardo a la maestra y explotaba, y dos semanas atrás un chabón le había prendido fuego el pelo a la maestra, y estaban los ánimos caldeados. Antes yo me mandaba una cagada en la escuela, y mi vieja iba a hablar con la maestra para ver qué había hecho, no para protegerme. Ahora los padres se transformaron en unos pelotudos, los maestros tienen la culpa si el nene le pegó una trompada a un compañero o si le va mal en la escuela. A mí me iba mal en la escuela y no salía el fin de semana, me quedaba en mi casa estudiando. Pero sí me protegían en otras cosas. Si había una discusión en el barrio y alguien me quería levantar la mano, mi viejo salía con un palo. Que no me fueran a tocar. Pero no me prohibían leer, no me prohibían ver películas de terror… Podíamos leer la revista Hum®, o la Humi.
Hoy en día no sé cómo funcionaría una Hum® o una SexHum®. Calculo que serían invendibles, porque tendrías que hacer dos versiones: la de chistes en contra de Cristina y la de chistes en contra de Macri. En su momento, estaba esa incorrección política en donde le daban con un palo a cualquiera, y nadie saltaba a decir “no, cómo van a dibujar a De la Rúa con un chupete en el culo”. Era humor. Ahora hacés un chiste en contra de Cristina y te saltan con la investidura presidencial, la violencia de género, y en su momento, en la década del ’90, mientras gobernó Menem era un palo atrás del otro y nadie se quejaba, se cagaban todos de la risa. En algún momento la cosa se radicalizó demasiado y está bueno poder hacer chistes, si querés, en contra de lo que te gusta, pero bancarte también los chistes que vienen para el lado tuyo. Porque si no, siempre nos reímos del otro. El otro día decía que lo bueno de Barcelona es, precisamente, que mete a todos en la misma bolsa, se puede reír de todos y también los critican de los dos lados. Tenés que aguantarla esa, tenés que tener ganas de aguantarla.
A mí me saca las ganas de hacer humor toda esta cosa pelotuda de las redes sociales y cómo se quiere manejar el mundo atrás de un teclado. Lo que digo con la boca me gusta bancarlo con el pecho, si tengo que ponerme a discutir de política lo hago cara a cara. Para criticar algo hoy en día, en vez de hacerlo en una revista lo hago arriba de un escenario. Y cualquiera que piense lo contrario y me quiera matar, cuando bajo me va a poder putear o agarrarme a trompadas. A mí, ponerme a contestar comentarios y esas pelotudeces… no, no podría. Y me daría mucha bronca no poder agarrarlo del cogote, es la impotencia de que cualquiera pueda decir algo de vos con una impunidad absoluta y protegido por el anonimato. Las persecuciones que le han hecho a Diego Parés o a Gustavo Sala en su momento, las críticas que le hacen a Ale Lunik, los bardeos constantes… hoy en día, un tema como estos te dura una semana, con Gustavo Sala duró un poquito más, pero no mucho. El tema es querer hacer reír. ¿La gente se quiere reír realmente, o lo único que quiere es quejarse de un mal chiste? Están todos en críticos.
JH: Pareciera que hay una predisposición a ofenderse. Se busca cualquier excusa, y si de pronto apareció un chiste, es por eso.
EB: Imaginate ahora publicar una historieta que se llame Pochita Morfoni. “No, porque los gordos también tienen dignidad”. Todo lo que se publicaba en la Avivato te lo censurarían enseguida. Pero vos leés un chiste de un náufrago y nadie salta a decir “¿vos sabés lo que es ser naúfrago?”. No, es un chiste. Ahora, tocás a alguna minoría o alguna cosa que está de moda proteger hoy en día, o de la cual indignarse y te tiran cascotazos de todos lados (risas). Posta, ¿para qué leen una página de humor si no están preparados para reírse de lo que sea?
Ahora está muy de moda el no-chiste, la cosa poética. No entiendo cuál es la finalidad, porque humor no es, tampoco es poesía, es un punto intermedio entre dibujito y texto lindo. Me resulta forzado, a veces. ¿Todos los días estás bien y con energía para seguir adelante? ¿Nunca pensás que el mundo es una mierda y que tu vecino es un hijo de puta y que tu jefe es un ladrón? ¿Siempre te levantás, te preparás el té con leche y se te forma una carita “smile” con la borra del café? No me jodas. Ni todo es tan bueno ni todo es tan malo.
Muy pronto, la tercera y última parte.
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