Javi Hildebrandt: ¿Todo ese costado más corrosivo y de incorrección política, que antes hacías en tus tiras, ahora lo volcás en Agente Feldon?
El Bruno: Totalmente. Necesito seguir decantando por algún lado. Si bien me gusta lo que hago y creo que hay muchas cosas que pueden cambiar, tengo una visión del mundo bastante negativa. Tengo broncas adentro de querer y no poder, y tengo mi lado oscuro, como cualquier persona. Hay que largarlo por algún lado. A mí lo de la banda me vino como anillo al dedo, porque si no agarraba eso iba a terminar explotando por otro lado, uno en el que ya no quería explotar más…
JH: No iba a ser artístico.
EB: No, claramente… Manchas de sangre, cicatrices en la cabeza (risas), cosas que ya no me interesan. Pero la relajación que se siente después de un ensayo o de una tocada en vivo es algo que ninguna página de historieta me lo dio nunca. Es una descarga única, una catarsis. Hay gente que sale a correr, otra que hace boxeo, que lo logra hacer con yoga o yendo al psicólogo. Yo no hice yoga en mi vida, fui al psicólogo un tiempo pero no creo en la psicología, entonces necesitaba algo para largar los demonios. Y es algo que también me genera una satisfacción, más allá de la descarga. Y nos acompaña la situación, estamos tocando mucho, nos empieza a ver más gente. Se te va recargando la energía para seguir. Para mí es mega-disfrutable, y hoy en día es la actividad a la que más pilas le estoy metiendo. Más que al dibujo. Porque es una búsqueda constante de cosas: lugares para tocar, fechas para armar… Con el dibujo, me siento a dibujar y ya sé dónde lo tengo que mandar. Es más mecánica la cosa. Es el laburo.
JH: Con la banda te sentís como al principio, en la época de los fanzines.
EB: Claro, es la época fanzinera musical. Me copa, porque soy muy inquieto y me cuesta hacer solamente una cosa. Hay gente que se dedica solo a hacer historieta, pero a mí me gusta la música, me gusta armar eventos, dar talleres. Me canso muy rápido si hago una sola cosa. Y las tocadas son siempre distintas, nunca sabés cuánta gente te va a ir a ver, un día te van a ver 15, otro te van a ver 60. Con el laburo sabés que una vez por año te van a pedir la Revolución de Mayo, el descubrimiento de América, el cruce de los Andes, la historieta es una página por semana… Se vuelve rutinario, y está en vos que eso no se vuelva un producto, que la rutina sea solo la forma de trabajar y no el resultado final.
JH: Quería hablar sobre Dibujados también, que arrancó como un evento chico y hoy ya es un referente dentro de la agenda comiquera, genera mucha expectativa cada nueva edición. ¿Cómo vivieron ustedes, como grupo, todo ese tránsito?
EB: Nunca pensamos que iba a pasar eso, claramente. Y después, pasa lo mismo que cuando te contaba cómo fue mi transición hasta ser profesional: no fue un evento que explotó de un día para el otro, tuvimos tiempo para ir puliéndolo. Creo que lo más importante de Dibujados, más allá de la premisa de la horizontalidad y de darle un espacio a la historieta independiente, focalizándose en ella, y de su costado solidario, algo importante de Dibujados es la constancia. Nunca dejamos de hacerlo, siempre le pusimos las mismas pilas, pese a que yo tuve momentos en los que pensé bajarme.
JH: ¿Se transformó en algo que te demandaba mucho?
EB: Claro, y decía “che, ¿cómo salimos de esta?”. No sabía si me iba a terminar cansando, por eso siempre nos quemamos el bocho para encontrarle alguna vuelta nueva: que sea piola la convocatoria, el producto. Dibujados tiene dos partes: los stands y la convocatoria para el producto, la expo. Esto último, si bien es el menor porcentaje de gente que participa -porque el resultado final son cuarenta o setenta trabajos, depende de lo que hagamos- es lo que más ceba al público. Cuando largamos la convocatoria del mazo de cartas fue una revolución. En su momento, cuando hicimos lo de Hanna-Barbera, recibimos 450 laburos. Y ahí es donde Dibujados se empieza a movilizar, cuando se larga la convocatoria. Después está la apertura para los stands, que también es bestial, pero ya viene con todo el cebamiento de la muestra.
Entonces tratamos de focalizarnos y de hacer algo bien distinto siempre con eso, que nos cebe incluso a nosotros. Porque el resto es recibir stands y anotarlos hasta que se llena el cupo, y el evento es, más o menos, siempre lo mismo. Más o menos gente, novedades o no, pero son talleres, charlas, presentaciones de libros… No va a haber algo en el evento en sí que te sorprenda. En su momento, una de las primeras cosas que hicimos fue el combate de dibujantes, después no lo hicimos más porque lo empezaron a hacer en Comicópolis. Ahora tenemos pensado hacer torneos de cartas en el escenario, pero son pavadas, porque el evento en sí es gente que se junta a comprar comics y a hablar de lo que sea.
JH: ¿Y en ese devenir tuvieron momentos de pánico, en los que sintieron que la cosa se les iba de las manos?
EB: Una vez que nos mudamos al Mandril, convocamos a Dani [Ruggeri], Fede [Epileptic Fred] y Claudio [Scuzzo] para que nos hagan la segunda, porque ya entre nosotros tres [El Bruno, Lubrio y Gory] no podíamos. Ahora no creo que metamos más gente y no creo que cambiemos de lugar, pero claramente ya nos quedó chico. Pasa que todas las características, sacando la superficie de metros cuadrados, todo lo que nos ofrece el Mandril a nosotros nos sirve, y no encontramos otro lugar que nos ofrezca lo mismo, o más. Y que mantenga el espíritu de un lugar gratuito. Porque si yo me tengo que mudar a otro lugar más grande, voy a tener que pagar. Entonces ahí se nos va todavía más de las manos, porque ya seríamos una empresa, y eso es lo que siempre quisimos evitar. Ni meternos con ningún gobierno de turno.
En su momento nos ofrecieron hacer una especie de Dibujados en Tecnópolis y dijimos que no. Nos preguntan por qué no pedimos apoyo al Gobierno de la Ciudad, pero no queremos que nadie se meta a colgarnos una bandera. Como mucho, lo que estuvimos agarrando ahora fueron auspicios como el de Robot Negro, pero son cosas del palo. Sacamos el álbum de figuritas con una publicidad de Robot Negro atrás. Eso nos sirve para bancar un producto como ese sin tener que quedarnos sin un mango nosotros. Nos genera guita para, por ejemplo, hacer el Plan Fanzinal, que en su momento nos permitió editar tres fanzines, y no vimos nada de vuelta. Regalamos la edición de los fanzines para que el autor pudiera comercializar y lucrar con eso. Hay productos que nos generan plata y productos que nos restan: comprar caballetes, tablones, pagar un flete, comprar materiales que se usan siempre (friselina, marcadores, hojas). Siempre hay gastos, y los productos nos permiten que entre un Dibujados y otro no tengamos que poner guita constantemente, como nos pasaba con los primeros. No era tanta la plata porque lo hacíamos en un hostel y, como mucho, la guita era imprimir los trabajos (que en su momento era muy barato, ahora ya no es tanto) o hacer algún banner.
Parecemos un evento grande porque tenemos gente que labura de manera recontra-profesional, como Claudio. Vos ves un flyer de él y parece que fuera de la Comic-Con. Es un evento chico, y si explota más, no sé si lo voy a disfrutar… No sería Dibujados. La gente nos quiere transformar en un Comicópolis, o en una Crack Bang Boom, y nosotros no queremos ser ninguna de esas. Queremos que lo bueno que tiene Dibujados no se pierda. La gente muchas veces no ve lo bueno, esa cosa de no haber pegado el salto y que le funcione al que consume ese tipo de producto. A mí no me sirve de nada que venga un fanático de Batman a Dibujados, porque no va a comprar otra cosa. Entonces, me van a llenar el evento de gente que quiere comprar Iron Man y Batman, me van a obligar a pasarme a un lugar más grande para que ni te agarren el fanzine para hojeártelo. Para mí, no sirve.
JH: ¿Proyectos y/o laburos que tengas pendiente en historieta? ¿Cosas que digas “esto en algún momento lo voy a hacer”?
EB: Tengo ganas de retomar algunos personajes. Malena, por ejemplo. Quiero armar un mini-libro para sacar con Panxa, con ilustraciones, bichitos, cosas morbositas que me gusta dibujar cada tanto. Constantemente estoy pensando en el próximo libro de Escuela de monstruos, ahora estoy pegándole una revisada a las páginas del volumen 8, tengo que hacer la tapa y algunas modificaciones de texto y boludeces. Pero no sé si tengo algo que siempre quise hacer y no… En algún momento me caerá y ahí me fijaré si tengo verdaderas ganas o tiempo para hacerlo.
Trato de agarrar cosas que no me ocupen tanto tiempo y que me gusten: laburos para bandas, flyers. Más allá de estar tocando, estoy armando fechas, y estoy bastante repartido en muchas cosas como para encarar un proyecto grande. No lo puedo hacer, no tengo el tiempo. Si me llaman, no sé, de revista Quiebre para ilustrar una nota, perfecto; me llama Menganito para darle una mano, lo hago. Pero un proyecto ambicioso propio, no, no lo tengo.
Hoy me preguntás si voy a terminar mi vida dibujando historietas, y la verdad que no lo sé. Capaz que termino laburando en una ONG, o con un bar. O tocando, por ahí en algún momento la pegamos y voy más por el lado musical. O en algún momento me pongo a escribir, pese a que doy mucha lástima. O dirigiendo, o actuando en una película. Eso sí me gustaría, aparecer en un cameo, alguna boludez con los chicos de Farsa. En un momento me habían propuesto algo los de Sarna, pero yo no estaba preparado. Era una escena en la que tenía que tener sexo con una mina y… si sos actor está todo bien, pero yo me iba a meter en un problema. Mi jermu me decía “déjate de joder, qué te vas a poner en pelotas con una mina”.
En un momento con el padre de Fabi García [N. de R.: Jorge Carlos García, director de cine y programador del ciclo Sábados de Súper Acción], que lamentablemente falleció hace poco, hubo un proyecto que se fue postergando por distintas cosas –entre ellas, los primeros achaques de él a nivel salud-, que era una película de Frankenstein en la que iba a hacer del Monstruo. Esas cosas me gustan porque es algo nuevo, quiero siempre probar. No para dedicarme a eso, yo sé que si aparezco en una película, seguro me van a decir “¡qué hace este chanta actuando! ¿Por qué no se dedica a hacer historietas, que es lo que menos peor hace?”. Pero me divierte, y si no me gusta… Tal vez me veo en pantalla y digo “para qué me metí en esta”. Pero probar. Sé que no voy a probar nunca con el fútbol o con la pintura. Hay ambientes a los cuales les escaparía siempre, pero nunca se sabe dónde te va a llevar la vida.
Yo todo el tiempo estoy conociendo gente nueva del palo artístico y siempre hay alguna propuesta interesante. Y si vos estás abierto, todo lo que hagas a nivel artístico te va a nutrir para las cosas que vos ya hacías. Y si no te nutre, te genera un contacto humano que es interesante, del cual te podés llevar un amigo o una buena experiencia, un buen recuerdo, una buena noche de borrachera. Porque muchas veces los proyectos quedan ahí (risas).
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