Por motivos probablemente marketineros pero obviamente relacionados con las festividades de Halloween, Octubre se convirtió en la “spooky season”. Como fan del género terrorífico, voy a aprovechar esta movida para reseñar una antología relacionada, realizada por uno de los artistas más grossos de finales de Siglo XX y que lamentablemente nos dejó de forma abrupta y temprana.
Por supuesto es momento de celebrar al genio Richard Sala (“el rey de las antologías malas”, como se refería a sí mismo en relación a sus primeros trabajos), californiano nacido en 1954 que pasó parte de su infancia en Chicago, Illinois, donde desarrolló su amor por el terror y los museos, lugares que el artista considera fuente de inspiración. Como dato de color, por esos años entabló relación con un joven Daniel Clowes. Desde siempre tuvo el pulso motivacional del dibujo (su papá era un caricaturista frustrado), que obviamente intentó cultivar en una Escuela de Arte, donde se graduó. Dos años después del final de su recorrido académico, publicó Night Drive, historieta que le permitió darse a conocer y mojar en diversas antologías, entre ellas la mítica RAW de Art Spiegelman.
En 1995 Sala hace su arribo a Fantagraphics donde aportaría su historia larga The Chuckling Whatsit dentro de la antología Zero Zero. Durante su desarrollo, Richard sintió que se estaba quedando corto, por lo que comenzó a cranear su propia antología, un espacio donde exponer sus obsesiones casi sin límites. Así es como en Junio de 1998 debutó Evil Eye, un espacio donde el erotismo, el giallo, Charles Addams, el expresionismo alemán y el absurdo conviven de forma armónica. La revista está dividida en dos: por un lado, se desarrolla una historia larga y por el otro, se cuentan historias unitarias enfocadas en una protagonista.
La historia larga es Reflections in a Glass Scorpion, que se podría resumir como “un asesino serial suelto en una escuela secundaria”… sino fuera porque Sala le mete un larguísimo puñado de personajes número a número, cada uno con un interés personal que se contradice con el del resto del cast. Okey, hace algo inteligente y a medida que avanza la trama, empieza a matarlos, pero esta abundancia hace que el hilo narrativo se pierda fácilmente, aunque sobre el final se termina de encauzar. Esto, de todos modos, no hace menos disfrutable la lectura, menos zarpada que la historieta de su amigo Clowes, Like a Velvet Glove Cast in Iron, que la traigo a comparación porque ambas me parecen bastante lyncheanas en cómo se desenvuelven. Hay algo de giallo en Reflections… (sobre todo en el título, similar a la trilogía de animales de Dario Argento. Y bueno, los asesinatos y las chicas sensuales también), pero también hay un aura ominoso como el de Blue Velvet, esa pesadilla escondida dentro del suburbio norteamericano arquetípico y tranquilo, una intención de “nadie sabe que pasa acá” mientras los asesinatos se apilan y un entramado de corrupción encubre los delitos. Nada de esto detiene a Judy Drood, una mina que va al frente sin temor, una versión en anabólicos de los personajes de Kyle MacLachlan y Laura Dern que putea de forma kilométrica y no arruga ante unos villanos de diseños inspiradísimos en Chester Gould.
Y también está Peculia, una divertidísima idea de gag, donde una joven que vive en un castillo acompañada por su mayordomo, recorre lugares extrañísimos y lúgubres, mientras trata de zafar del Dr. Obscurus y su ayudante mujer que viste como superheroína. Una simple excusa que encuentra Sala para dibujar mujeres con poca ropa en situaciones terroríficas algo risque, con este mayordomo que funciona como deus ex machina cada vez que la cosa se pone picante (en todo sentido).
Lo mejor que tiene Richard, además de sus ideas, es su dibujo. Alguien que obviamente supo hacer algo interesante con una influencia basada en caricaturistas (Charles Addams a la cabeza, además del ya mencionado Gould), cine y sobre todo literatura. Sala contó a The Comics Journal que, para esta época, estaba abocado tanto a la lectura de varios hard-boiled como de humoristas. Parte de su proceso creativo pasaba de trasladar ideas que escribía al dibujo porque no escribía guiones sino relatos en prosa. Es clave resaltar esto para entender Evil Eye: no es un comic de terror en sí ni tampoco de comedia, sino más bien un comic completamente absurdo y aleatorio, que lo hace más disfrutable en lugar de ser 100% en serio o en joda.
Afortunadamente supo resolver la adaptación de su escritura con su dibujo tan particular, resultado de una mezcla heterogénea e improbable, que al final dejó resultados más que positivos. Y si bien el contenido de los doce números son todos en blanco y negro, las portadas a todo color dejan en claro que el maestro se la banca en cualquier estilo, aunque es un placer verlo jugar con el claroscuro con altura, sin excesos de viñetas, y con unos primeros planos completamente sacados del cine expresionista alemán, al igual que el diseño de interiores y exteriores.
En caso de querer leer esto, además de tener las doce revistas, las primeras nueve historias de Peculia están recopiladas en un trade paperback que se llama justamente Peculia, mientras que Reflections… fue rebautizada como Mad Night y publicada en 2005, un año después del final de Evil Eye. Ambas, por supuesto, publicadas por Fantagraphics. Ah, y con algo de suerte, se puede conseguir el tomo de Peculia traducido gracias a su edición española de Recerca que supo estar saldada.
A principios de Mayo del 2020, Sala dejó este mundo de manera abrupta, al punto que hasta la fecha no se sabe el motivo de su deceso. Una absoluta pena, si tenemos en cuenta que con sus 65 años el maestro no se había retirado de la profesión. Queda entonces el recuerdo de su figura y su arte, su amor por el horror reflejado de manera pura en sus comics, puntualmente Evil Eye. Si en una de esas, estabas en la búsqueda de algo terrorífico para ponerte en tono con las festividades, acá tenés una recomendación.


