Del «Martín Fierro» -exponente máximo de la literatura gauchesca y, para muchos, lectura obligada al menos una vez en la vida- mucho se ha escrito. Discusiones explosivas, a favor y en contra del personaje creado por José Hernández, se han sucedido a través de la historia y han desmenuzado hasta lo infinitesimal las dos partes que componen el relato («El Gaucho Martín Fierro» y «La Vuelta de Martín Fierro»). No me considero en la posición, me parece, de poder encarar un análisis serio de la obra literaria -que disfruté de chico y que hoy quizá debería releer-: ya otros lo han hecho y lo harán con mayor erudición y conocimiento de causa. Lo que sigue, entonces, serán algunas consideraciones -una crítica, si quieren- sobre “Fierro”, la película estrenada recientemente en los cines argentinos.
Para decirlo sin rodeos: la película está buena. El principal atractivo, al menos para mí, venía desde el aspecto gráfico, en el trabajo de animación realizado por Liliana Romero y Norman Ruiz (los directores) sobre los diseños del querido Roberto Fontanarrosa. En ese ámbito la película cumple y dignifica: la animación está bien manejada y es fluida, por no decir que los dibujos rinden un tributo al Maestro rosarino que hasta llega a emocionar (aunque, personalmente, esperaba la aparición de algún Inodoro metido por ahí, o un Mendieta largando un «qué lo parió», que nunca llegaron). El trabajo en los fondos, pintados al óleo, es bellísimo, y aunque en un principio descoloca un poco su convivencia con los dibujos de Fontanarrosa, avanzado el metraje se adaptan muy bien, y no incomodan. Vale recordar que Romero y Ruiz son también directores de «El Color de los Sentidos», película aún no estrenada que propone un recorrido animado por distintas corrientes artísticas de nuestro país. Es decir, en este terreno de la pintura la pareja la tiene bastante clara.
Otro punto a favor del film, que suele ser el lugar en donde la animación argentina queda medio renga, es el reparto vocal, coordinado por Claudio Gallardou. Muchas veces, cuando se trata de figuras reconocidas, es difícil despegarse de su voz para identificarla con la del personaje; sin embargo, hay que reconocer que el trabajo de Daniel Fanego en la interpretación de Fierro es impecable, se nota que el actor ha estudiado el personaje y ha sabido darle distintos matices vocales según los requerimientos de la acción. Merece destacarse también la labor del veterano Juan Carlos Gené, en un personaje que parece construido a su medida: el Juez de Paz. El resto del elenco (Roly Serrano, Claudio Rissi, Héctor Calori, entre otros) cumple con correción. Y no, Pelusa Suero esta vez no está.
Con respecto a lo dramático, la película adapta con bastante fidelidad los hechos de la primera parte del «Martín Fierro», con varios pasajes en donde los personajes recitan estrofas textuales del poema. También se hace un buen aprovechamiento del relato cinematográfico, con algunos flashbacks y flashfowards, y un buen balance entre las secuencias de acción y las de «calma». Aunque hay algunas escenas un poco estiradas (creo que hay demasiados planos generales de la tropa yendo y viniendo de algún lugar), en general el ritmo del film es ágil, y no aburre.
Noten que más arriba, simplemente digo «la película está buena». Ustedes se preguntarán, con todos estos aciertos, qué es lo que me impide escribir «es excelente, impresionante, dejen de leer esta reseña y vayan corriendo a verla». Bueno, a eso vamos.
Existen ciertas cuestiones que, vistas por separado, pareciera que no revisten demasiada importancia pero que, en conjunto, terminan por opacar el buen resultado del filme. Por ejemplo, la banda sonora. Uno de los atractivos con los que se promocionó la película era la música compuesta para la ocasión por la banda Divididos. Lamento decirles que Mollo, Arnedo y Ciavarella no pasaron ni a saludar. En su reemplazo, hay canciones interpretadas por Fernando Pécora (de la banda “Volador G”), con un registro más suave y delicado, que contrasta de manera brutal con lo que se ve en la pantalla. No me malinterpreten, el muchacho no canta mal, pero al lado de las voces desgarradas de los gauchos y los gritos con los que sargentos y capitanes rigorean a sus soldados, estos muchachos parece un Niño Cantor de Viena. Realmente, ha sido esta una decisión desacertada, y es una verdadera lástima no poder disfrutar de las canciones de Divididos, que hubieran acompañado muchísimo mejor.
Trailer de la película
Por otro lado, hay una cierta indefinición en la película que desconcierta. ¿Qué quiero decir? Que para tratarse de una adaptación para público infantil, tiene muchas escenas de violencia y algunas referencias sexuales que no parecen apropiadas (además de utilizar el mismo lenguaje gauchesco del poema, que los pibes no van a entender ni de casualidad); y para ser un filme para adultos le faltan algunas dosis de oscuridad y realismo. El viejo adagio de «quien mucho abarca poco aprieta» podría aplicarse aquí. Es curioso, y hasta confuso, presenciar una batalla donde soldados e indios se acuchillan a diestra y siniestra sin que caiga una sola de gota de sangre, como si fuera una pelea entre robots. Además, tratándose de una historia que -más allá del estilo «fontanarrosesco» en el dibujo- pretende adaptar una historia con visos de realismo (el avance de la civilización por sobre la vida libre del gaucho, los abusos de poder de la milicia en la Campaña al Desierto, la exterminación indígena, entre otras cuestiones), algunos personajes parecen salidos de otra película, y representan estereotipos que no parecen condecir con la historia, tan arraigada en la tradición argentina. Por ejemplo, los soldados gemelos tontos, que son enviados a espiar las acciones de los indios, parecen demasiados caricaturizados, y bien podrían haber participado en alguna producción para niños de Disney. O, también, el aborigen de casi tres metros de alto que aparece revoleando un martillo gigante en medio de la batalla, me recordó a las bestias de la película “300”. Nada que ver con el Martín Fierro, por supuesto.
¿Alcanza esto como para bajarle la calificación a la película? En mi opinión, sí. Y aunque salí moderadamente contento de la sala y disfruté de la función -aunque disfruté aún más la cena con mis amigos post-película-, me dio la sensación de que me faltaba algo. De todas maneras, si les gusta el cine de animación, la historia del Martín Fierro, o siquiera para ver los dibujos de Fontanarrosa bien animados, vale una entrada al cine (aprovechen de ir al Gaumont o al Tita Merello, por la módica suma de $4).
Una última reflexión: uno de los primeros trabajos de Fontanarrosa, “Inodoro Pereyra”, empezó como una parodia del “Martín Fierro”. Y uno de sus últimos trabajos, hacia el final de su vida, termina siendo la ilustración y el diseño de personajes de esa misma obra que se había propuesto parodiar. Las vueltas de la vida, ¿no?
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