El Ed Wood hijo de puta
Fletcher “Christy” Hanks Sr., que firmaba también como Barclay Flagg, Hank Christy, Charles Netcher y C.C. Starr, entre otros varios pseudónimos, fue un autor estadounidense que trabajó como historietista durante dos años, en la era dorada de los comic books. Para ser un autor tan pero tan oscuro, la verdad es que no son tan pocos los datos que hoy sabemos de él, en su mayoría gracias a la investigación que inició alrededor de 2005 el editor y autor Paul Karasik. Este dio con uno de sus hijos, Fletcher Hanks Jr., que para espanto del entrevistador le contó qué clase de persona había sido su padre. Esta entrevista salió en forma de historieta en el primer recopilatorio de las obras de Hanks: I Shall Destroy All The Civilized Planets!, de 2007. A este le siguieron You Shall Die by Your Own Evil Creation! en 2008 y finalmente Turn Loose our Death Rays and Kill Them All!, en 2016, que aúna los dos tomos anteriores y le agrega un par de extras y documentos inéditos; libro que sirvió de fuente principal de la gran mayoría de la data recopilada para esta nota. A riesgo de arruinar el peso dramático que puede tener el enterarse antes de tiempo lo sorete que fue el tipo para aquellos que no lo conocen, a continuación presentamos una reconstrucción cronológica de lo poco que sabemos de él:
Nació el 1º de diciembre de 1887 en Paterson, New Jersey, Estados Unidos, pero creció en Oxford, Maryland. Sus padres fueron William Hanks, ministro metodista y Alice Parsons, hija de un comerciante de plata. Poco se sabe de ellos más allá de que la mami consintió a más no poder a su hijo, un ególatra malcriado que nunca conoció límites.
En 1910 estudió dibujo en la escuela por correspondencia W.L. Evans, curso que obviamente le pagaba mamita. Entre las devoluciones que le hacían sus profesores, podían leerse notas como que hiciera la cabezas más chicas o varias correcciones anatómicas de lo más atinadas, pero las críticas no impidieron que se auto percibiera todo un artista. Cerca de 1912, el joven y fachero Fletcher se casó con una mujer aun más joven llamada Margaret y con ella tuvo cuatro hijos: William, Fletcher Jr., Alma y Douglas. Para qué.
Cuando sus hijos eran muy chicos, Fletcher era un tipo buenmozo y sociable que se ganaba la vida pintando casas para ricachones, pero esta fachada duró poco. Puertas adentro, casi toda la plata que ganaba se la gastaba en chupi. Se juntaba a hacer quilombo con los amigotes e incluso se ponían a pelear en pedo. Una tarde, dos de ellos arrancaron una lucha de catch amistosa entre ellos, que Hanks supervisó como referí. Uno de los borrachines murió desnucado en la pelea y tanto Hanks como los demás se encargaron de encubrir el homicidio para zafar de cualquier tipo de consecuencias. A medida que crecía su amor por la botella, peor la pasaba su familia. En casa obligaba a sus hijos a prepararle cerveza casera. Los cagaba a palos a ellos y a su madre, a la que llegó a partirle la mandíbula, y los traumó a tal punto que la maestra de Fletcher Jr. pensaba que el pibe tenía problemitas mentales. Encima, Jr. tuvo que ponerse a laburar para ayudar a su mamá antes las ausencias cada vez más prolongadas del viejo. Para 1930, el odio que le tenían sus hijos era tal que Fletcher Jr. y su hermanita Alma empezaron a armar un plan para matarlo, en serio. Finalmente, el parricidio no fue necesario porque un día el tipo les afanó los ahorros del chanchito y se fue para nunca más volver. La madre festejó diciendo que perder esa plata era un precio muy bajo para deshacerse de semejante forro. Nadie de su familia volvió a saber prácticamente nada más de él y nadie lo extrañó ni lo lloró.
Saltamos a unos ocho después de abandonar a su familia, cuando entró al entonces pujante mercado de los comic books estadounidense, donde trabajaría para el estudio/taller de Eisner & Iger, que hacía historietas por encargo para distintas editoriales. Consultado por Karasik en 2005, Will Eisner lo describió como un tipo tranquilo, puntual, notablemente más grande que sus juveniles colegas y que no se trataba mucho con nadie: no tenía ni una sola anécdota con para compartir sobre sus años allí. Entre 1939 y 1941 realizó al menos 51 historietas cortas (que oscilaban entre las 5 y las 8 páginas) para cuatro editoriales distintas. Él mismo se encargaba de todo: guion, dibujo, letreado y hasta color, algo raro para la época en la que ya se había adoptado un modelo casi fordista, pero que hacía juego con su actitud huraña. En retrospectiva, resulta inevitable también encontrar rasgos del autor reflejados en los protagonistas de sus historias, en su mayoría héroes maniqueos, hiperviolentos, desaforados y sin ningún tipo de piedad, aplicable sobre todo a sus dos personajes más conocidos (es un decir): Stardust The Super Wizard y Fantomah Mystery Woman of the Jungle.
De un día para el otro, sin aviso y sin explicaciones, Fletcher Hanks dejó el trabajo para siempre, aunque podemos arriesgar que si trazamos una línea exponencial sobre su alcoholismo seguramente haya tenido algo que ver. Algunas de sus páginas fueron luego recoloreadas y reletreadas, cuando no directamente redibujadas, para hacerlas pasar por otros comics de otros autores. Nadie lo notó. A algunos de sus personajes los retomaron otros autores y los reformularon prácticamente desde cero. A nadie le importó.
Tenemos que saltar casi 20 años más al futuro para volver a tener algún tipo de registro de su vida. Entre los años 1958 y 1960 fue presidente del Concejo Deliberante del Condado de Talbot, Maryland, según consta en las actas de la ciudad. Pero luego se mudó, presumiblemente a New York, donde su rastro se pierde definitivamente y su lenta e inexorable decadencia lo llevó a la indigencia. La última vez que Fletcher Jr. lo vio, décadas después de que el tipo los abandonara, estaba mangueando guita en la puerta de un hotel y, previsiblemente, su hijo no se le acercó ni le habló (y tampoco le dio ni un penique, me imagino) y ni siquiera les contó a sus hermanos que su padre seguía vivo.
Nunca más se supo de él ni hay ningún tipo de registro de su existencia hasta la gélida mañana boreal del 22 de Febrero de 1976. En un banco de plaza de Manhattan, New York, apareció un anciano muerto de hipotermia. Era un linyera zaparrastroso abrazado a una botella. Se llamaba Fletcher Hanks, un genio del Noveno Arte ignoto y efímero, casi anecdótico. Y, al menos durante varias décadas después de muerto, nadie lo extrañó ni lo lloró jamás.
Un comentario