VERDE COMO LA VERDURA
Ya en los ’70, se viene el carnaval. Decenas de guionistas meten mano en la serie de Hulk y, como nadie sabe si la va a seguir escribiendo el mes siguiente, nadie se juega a cambiar nada, ni siquiera a avanzar mínimamente los plots. La rotación de guionistas es intensa y abarca (sin contar episodios de relleno) a Roy Thomas, Gerry Conway, Archie Goodwin, Steve Englehart, Roger Stern y, el más constante de la década, Len Wein. Wein asume como titular en el n°179, con la enorme ventaja de que, a sus espaldas, había sub-plots y puntas sueltas para cerrar, acumuladas a lo largo de dos años. Tiene un par de historias de alto impacto, pero pronto se vuelca a la fácil: como Hulk no es ni héroe ni villano, en un número se machaca con un bueno y en el próximo con un malo.
Los momentos rescatables de esta época son pocos, como por ejemplo el juicio a Hulk, o la primera visita al mundo subatómico de la reina Jarella (un crossover con los Avengers escrito por el mítico Harlan Ellison), o las apariciones de Havok, Polaris, Mimic y Beast en los tiempos en que los X-Men no tenían ni un mísero título mensual. Como para peor, el personaje mantenía intacta su popularidad y sus ventas (algún día nos enteraremos cómo), Hulk resulta elegido para integrarse a los Defenders, el grupo que debuta 1971 en el n°1 de Marvel Feature y donde también militan Dr.Strange, Silver Surfer y Namor.
La única posibilidad de redención de esta etapa de Hulk pasa por las apariciones y los debuts de personajes que cobrarían chapa más tarde. En el nº 141 se presenta Doc Samson, el Wendigo debuta en el 162, Adam Warlock muere y resucita en los nºs 176 y 177, más tarde hacen sus debuts la israelita Sabra (n°256), la inestable y manipuladora Moonstone (luego conocida como Meteorite, n°228), y también es aquí donde Marvel Man adopta la identidad de Quasar (n°234). Y por supuesto, en el n°181 aparece por primera vez un petiso canadiense muy cebado que resulta llamarse… Wolverine. También en los ’70 se renueva el elenco de villanos, y así debutan conceptos tan fumancheros como el Shaper of Worlds, Bi-Beast, el Gremlin, el Glob, el bicho eléctrico llamado Zzzax, los U-Foes, Psyklop y –lo más limado- Harpy, que no es otra que Betty Ross transmutada por MODOK.
También hay que rescatar del olvido (y por suerte, Marvel lo reeditó hace unos años) el Annual n°7 (1978), en el que Roger Stern y John Byrne pelan una historia espetacular, con Angel y Iceman como invitados. El propio Stern fue el sucesor de Wein en la serie regular y el primero que se jugó a indagar un poco más en la infancia y en la psicología de Bruce Banner. Pero, cebado de la continuidad y consciente de las limitaciones de Hulk, Stern terminó por dedicarse a cerrar cabos sueltos e historias inconclusas… de otras series! O sea que los fans del Gigante Verde no lo recuerdan con demasiado cariño que digamos.
Lo cierto es que, durante los ’70, The Incredible Hulk fue un aburridísimo canto a la mediocridad. El cambio de Sal Buscema por Herb Trimpe no mejoró la faz gráfica y la revista llegó al cambio de década casi sin razón de ser (más allá de las ventas, claro).
IGUAL NO TENGO A DONDE IR
En 1980 se hace cargo de los guiones Bill Mantlo, una especie de pulpo que escribía decenas de series por mes (Marvel siempre tiene un par de esos), pero que a diferencia de sus colegas, se toma el laburo con mínima seriedad y se queda hasta 1985. Sin embargo, pasan números y números de absurdas peleítas y monólogos tristes y monosilábicos del monstruo de buen corazón, injustamente perseguido por milicos, canas, superhéroes y gilada de toda índole.
El primer giro interesante llega en el n°272 (1982), cuando Mantlo y Buscema le dan a Hulk el cerebro de Bruce Banner y finalmente se lo reconoce como un héroe hecho y derecho. Esta variante dura dos años (que abarcan, además, los 12 números de Secret Wars), hasta que en el nº297 vuelve el Hulk bestia, que se descontrola y amenaza con hacer crosta New York. Pero interviene Dr.Strange y, para no matar a su amigo, lo manda a una dimensión mística llamada Crossroads, en la que Hulk pronto descubre que casi todos son más fuertes que él y donde le baja línea la criatura más bizarra que hemos visto hasta ahora: Puffball Collective, una poderosísima entidad integrada por miles y miles de… panaderos! ¡De los que flotan en el aire!. Asi y todo, la saga de Crossroads (nºs 301 al 312) levanta un poco la puntería, cuenta con las buenas tintas de Gerry Talaoc y, en sus dos últimos números, con un dibujante por entonces novato, pero con pasta de ganador: Mike Mignola.
El n°312 es particularmente importante: acá Mantlo y Mignola revelan por primera vez los abusos sufridos por Bruce Banner durante su infancia, a manos de su padre, y cómo toda esa furia contenida lo alteró psíquicamente, hasta que la radiación gamma le dio forma y nombre a su ira: Hulk. Tiempo más tarde comenzó a circular la versión de que esa idea formaba parte de un proyecto que presentó Barry Windsor-Smith para una novela gráfica del personaje, pero que fue rechazado por la editorial.
Hulk regresa a nuestra dimensión justo a tiempo para el n°313, el obligatorio crossover con la soporífera Secret Wars II. También involucrados en el crossover están los miembros de Alpha Flight, creados por John Byrne, y Denny O’Neil, coordinador de ambas series, orquesta un cambiazo de equipos creativos. Mantlo y Mignola se van a Alpha Flight, Byrne se queda con Hulk y ahora sí, la cosa cobra color.
Pero ahí, en ese momento de 1986, se termina definitivamente la historia del Hulk clásico. Todo lo posterior es –claramente- un comic moderno, donde (en una de esas para bien) queda muy poco de la esencia del Hulk original de Lee y Kirby. Por eso esta nota llega hasta acá.
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