En el manga, Hisashi Sakaguchi desborda de detalles y lejos de hacer de esta una historia de impacto, logra con una narrativa pausada y detallada al retratar no sólo la vida del Japón feudal sino la belleza de la naturaleza que rodeaba tanta muerte. Y es que Ikkyu como personaje está tan ligado a ella como cualquiera de nosotros, sólo que él la vive de forma simbólica y consciente en momentos de epifanías. Así es como arañas gigantes y bosques de bambú son representaciones de sus inquietudes espirituales: la araña con su telaraña de pasiones, el bosque de bambú como flexibilidad ante los problemas que a lo largo de su vida se le pondrían delante. Lo vemos de niño a anciano, y ningún dolor logra hacer desaparecer el brillo astuto y alegre en su mirada, detalle que Sakaguchi resalta y maneja perfectamente. Es un manga de estilo “romántico”, y no hablo de un shojo manga, sino del estilo pictórico. Las batallas se retratan cruelmente, épicas y terribles, la vejez triste, la enfermedad destructiva, los pueblos pobres, las grandes pagodas llenas de detalles, impúdicas, imponentes, y la naturaleza fastuosa y abrumadora.
Así como el detalle artístico es inmenso, el histórico no se queda atrás y es tal vez lo que entorpece la fluidez de la historia: la cantidad de anotaciones al pie de pagina que hay retrasa mucho el relato hasta el punto de molestar. Sin embargo el pecado narrativo (que tampoco es para tanto, pero está) es cómo contextualiza la realidad japonesa. Cada cierta cantidad de páginas hay un resumen de lo que está pasando socialmente el cual se me antojó muy tirado de los pelos, porque muchos de estos datos no están metidos dentro del curso narrativo, sino que es como si actores hablarán entre ellos “naturalmente”.
Esto también se refuerza con las apariciones de una historia paralela, la de una familia de actores de teatro Noh (ese teatro representado por siete máscaras, suerte de tragedia griega simbólica y minimalista). Este elemento, que tiene una parte importante de la carga dinámica de la historia, parece suelto y sin relación con la historia principal, pero está y es por algo. Queda en nosotros entender qué vincula la vida de ésta poética familia con Ikkiu. Una pista, la vida es una tragedia accidental.
Sakaguchi no arruga a la hora de echar culpas, de poner en evidencia la idiotez general, la avaricia, el desentendimiento mutuo y la desidia general por partes iguales tanto del pueblo como de su cúpula social, lo que deviene en acertadas críticas sociales y oscuras bromas sobre ambos lados. Ikkyu entonces sería el testigo voluntario de toda una época.
El monje en distintos medios
Ikkyu tuvo animé pero que no tenía nada que ver con este manga. Fue realizado por la productora Toei, estrenado en 1975 y duró 296 episodios, siempre centrado en la niñez del excéntrico monje. El público lo acompañó y duró 6 años en el aire, hasta 1982. En este animé la violencia era siempre suavizada (inclusive las terribles Guerras Ōnin contemporáneas a Ikkyu) debido a que los plots siempre planteaban salidas razonables, resueltas en general con inteligencia del monje
Aurelio Asiain tradujo muchos tanka del monje recopilados en “Ikkyu Sojun (1394–1481) un puñado de poemas”. Pero los que saben japonés tranquilamente pueden encontrar sus series de tanka en varias ediciones imperdibles.
El manga actualmente es difícil de conseguir.
Glenat reditó sus 1.400 paginas en cuatro tomos en 2008 (la primera edición es 10 años antes) con una encuadernación maravillosa y hasta con paginas a color, buena traducción y anotaciones al pie (ya dije, un poco molestas) pero que aclaran términos de la época y presenta personajes históricos necesarios. Viene incluida la información extra de los tomos que sirven de mapa turístico de Japón y una cronología de los momentos históricos más importantes que se cruzan con la vida de Ikkiu. Un “must have” para todos los amantes del manga y el comic en general.
El recopilador
Hisashi Sakaguchi, el autor, fue un artista con una carrera pendular. A la edad de 17 años abandonó el colegio y entro en Mushi Productions a trabajar como animador, capitaneado por nada más y nada menos que el maestro Osamu Tezuka. Allí participó en producciones como Astroboy, Kimba y La Princesa Caballero, entre otras.
En 1969 debuta en el manga con Osaraba Shiro en la revista COM (también fundada por Tezuka), más tarde volvería a la animación con Bandar Book (1978) y el largometraje Hi no Tori: Ai no Cosmozone (1980). Para 1982 vuelve al manga con Juni Shoki Monogatari y en 1984 Ishi no Hana, publicado en Comic Tom. Más tarde, en 1991, se anima a la ciencia-ficción con Version, un thriller tremendo que también editó Glenát. Para 1993 Kodansha editaría Ikkyu, su obra mas importante. Poco tiempo después, en 1995, fallecía tempranamente, dejándonos con la duda de que lo podría haber seguido a este maravilloso manga.
“Escribir sobre temas profundos
no es más que trazar marcas en un sueño.
Cuando despiertes,
ya no habrá nadie que lea o haga preguntas”
Un comentario