Una obra de superhéroes que parte de la premisa de que éstos nacen justamente por su inexistencia es, como mínimo, interesante.

Kick-Ass

07/07/2021

| Por Dante Conti

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kick-assCuando en la década del ´70 Oscar Steimberg escribió “El individuo, trabado y limitado por su situación social, su trabajo, su medio ambiente, buscaría una fuga ilusoria compartiendo las aventuras de héroes y superhéroes”, no sabía que, varios años después, esa premisa iba a inspirar a Mark Millar para darle vida a Dave Lizewski, un adolescente que, para cumplir su fetiche super de los comics, terminaría por adoptar el manto -mejor dicho, traje de buceo- de Kick-Ass.

Firmado también por John Romita Jr. en los dibujos, el comic fue publicado entre 2008 y 2010 por Icon Comics, sello editorial de Marvel Comics, y fue la cuarta obra del Millarworld que también tuvo sus adaptaciones a la gran pantalla. Se puede decir que la llegada del largometraje dirigido por Matthew Vaughn, la contraparte cinematográfica perfecta de Millar, y protagonizado por un jovencísimo Aaron Taylor-Johnson, fue una verdadera epifanía para el escocés.

La película fue lo suficientemente buena como para que se hable de ella. No generó mucho dinero, pero sí recuperó los costos y no terminó en la basura después del primer fin de semana. Tampoco fue elevada a cine de culto tras su revisionado como la contemporánea Scott Pilgrim vs The World. Ganó premios y lanzó al menos dos carreras (tres si contamos la consagración definitiva del director). Pero, sobre todo, le dio a Millar la oportunidad de admirar una de sus ideas puestas en el cine, aunque no tal y como la había concebido. Porque si bien el humor burdo y las mil referencias pop están ahí, la ultraviolencia no se pudo imprimir en el film de Vaughn, que peca de buenista y de ser ATP (hoy eso pasaría factura, véase la cancelación de Jupiter’s Legacy en Netflix o el éxito de The Boys en Amazon Prime).

Kick-Ass-21Tras la película, Millar decidió que no escribiría nada más sin tener en cuenta la idea de tenerlo optado para su transposición en otros medios. Así, en dos años, se convirtió en consultor especial de 20th Century Fox y vendió otros cuatro proyectos a los cines. Un poco más de cinco años después, la película basada en su Civil War recaudó la friolera de más de mil millones de dólares. Y todo empezó con las hazañas destartaladas de Lizewski, con la intención de convertirse en el primer superhéroe del mundo real a toda costa.

Y entonces volvamos a Kick-Ass. ¿Cómo le va a ir a un ñoño contra traficantes de drogas y mafiosos? ¿Podrá salir con vida, considerando con el énfasis con el que se vende al comic, como construido en torno a la idea de un superhéroe de la vida real? Millar gambetea esa consigna. En los primeros ocho números no hay nada ni remotamente parecido a la vida real. Hay adolescentes que tumban las casas de la mafia, pibes de 12 años capaces de agredir de maneras inimaginablemente violentas, muchos huecos en la trama y soluciones fáciles y perezosas que llueven a cántaros.

Cada gran giro narrativo se pone sobre los hombros de Hit-Girl, una asesina indestructible capaz de sacar al prota de cualquier problema y que se pone la capa de perpetuo deus ex machina. A pesar de estas truquiñuelas que usó Millar para zafar de aprietos, el comic funcionó muy bien y se vendió mucho.

Kick-Ass-2Ahora bien, el comic la tuvo fácil para venderse a rolete: fueron claves la violencia gratuita, el lenguaje fuerte, las referencias al mundo real de los jóvenes de 16 años y, sobre todo, los dibujos de John Romita Jr., Tom Palmer y Dean V. White: dos gigantes y un nombre destinado a convertirse en uno de los mejores coloristas de la industria estadounidense. Romita no escatimó y cuidó los fondos y las proporciones físicas. Las tintas pastosas y los colores cálidos y texturizados hicieron el resto para llenar cualquier espacio vacío.

Además, Kick-Ass es una obra que se mantuvo a lo largo de los años. Después de más de una década donde los superhéroes vieron un boom en el cine, el comic de Millar sigue siendo una propuesta alternativa única que tiene que disfrutarse como tal. O sea, una obra de superhéroes que parte de la premisa de que éstos nacen justamente por su inexistencia es, como mínimo, interesante. Así que le damos a Millar el visto bueno, al menos en la primera entrega de Kick-Ass. La cosa podría haber terminado ahí, pero Millar, sin importarle el peligro, decidió darle no una secuela, sino dos.

Kick-Ass 2 no tuvo grandes cambios; solo subió la apuesta: más superhéroes, más violencia, más locura. El autor decidió llevar todo al límite y hacer de esta franquicia lo más border posible: violencia para dar y regalar y hasta abusos sexuales, volviendo el tono más grotesco y, en algunas partes, una molestia por lo gratuito que era lo que pasaba en las páginas.

fe04474f0d8da6775225cd1a8c5daf9113b753e0_hqEl único golpe de genialidad, en este caso realmente lúcido, fue la relectura de Civil War. El resto fue como de costumbre. Las situaciones, incluso las más locas, se resolvieron de una manera muy simple, algunos de los buenos murieron sólo para demostrar que, después de todo, la violencia está realmente mal. La estructura del guion, visiblemente rápida, fue diseñada explícitamente para la transición a películas y, de hecho, lo hizo, aunque con resultados mucho más cuestionables que en el primer tomo. Romita parecía apático y la tensión gráfica no tenía ni siquiera punto de comparación con la del primer volumen.

 

Kick_Ass_3_02Las cosas parecieron mejorar con la tercera entrega. Toda la primera parte se basó en la idea de demostrar cómo, en realidad, Dave y su supergrupo eran una banda de mediocres incapaces de marcar la diferencia. También surgieron las primeras consecuencias de las acciones del volumen anterior, desarrolladas de una manera no del todo trivial. También se mitigaron la violencia y las exageraciones, y el tono volvió a ser más absurdo que chocante a toda costa.

Una vez más, la escritura de Millar hizo de una entrega de Kick-Ass algo perfecto para el cine. Así terminó la trilogía dedicada al primer superhéroe de la vida real. Después fue el turno de Patience Lee, que sacó del tablero al nerd adicto al onanismo para dar paso a la madre soltera afroamericana veterana de Afganistán, pero eso será tema de otro artículo.

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