En el efímero sello de IDW dedicado a las obras "raras" y de fuerte impronta autoral, esta creación de Peter Milligan brilló y rompió esquemas.

Kid Lobotomy

01/01/2025

| Por Diego Guerra

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Como el Jerry Cornelius de los libros de Michael Moorcock, Kid Lobotomy es un niño bien que está enamorado de su hermana y tiene tendencias bisexuales. A diferencia de Cornelius, las aventuras de Kid son mucho más intimistas. Kid no vive grandes aventuras en mundos inciertos. En lugar de eso, atraviesa una crisis emocional psicótica sumergido dentro de un hotel de su familia: The Suites, un inmenso hotel que es parte del emporio creado por Big Daddy, el padre de Kid, un empresario déspota que quiere dejar a Kid como encargado del lugar. Pero Kid es un muchacho que no distingue la realidad de sus propias fantasías. Un joven que abandonó una promisora carrera con su banda de rock para dedicarse a tocar el harpa, y que vive en un mundo de alucinaciones en el que los lectores no tendremos claro qué es real y qué es parte de los delirios de Kid. Big Daddy lo someterá a una extraña terapia que incluye extirparle las partes del cerebro que no le funcionan bien. Pero al cabo de un tiempo no es que la locura regresa a Kid, es que a causa de la bizarra lobotomía que le hicieron acaso sus fantasías, acaso los seres que surgieron en su imaginación, cobrarán vida en el mundo real.

La bellísima hermana de Kid, Rosebud, trata de manipularlo buscando adueñarse ella de The Suites. Pero tal vez Rosebud, a pesar de sí misma, no es tan fría ni calculadora como parece. Incluso su insípido novio podría ser una buena persona incluso cuando desde la primera viñeta en que aparece, nos cae mal. Tal vez a Rosebud ni siquiera le interesa el hotel, pero sí la confrontación con su hermano.

Gervais, el asistente y amante de Kid, mantendrá siempre una actitud ambigua hacia su jefe. Nunca nos queda claro de qué lado está Gervais, y el propio Kid no se acuerda ni de cuándo lo contrató, a él o al resto de los ominosos empleados de The Suites, cada uno dotado de una cualidad extraña, cuando no sobrehumana.

Ottla, la inmigrante ilegal que es mucama del hotel y amante también de Kid, será aún más ambigua en su condición de Shape Shifter. Ottla puede cambiar de forma, parecerse a Rosebud para alimentar la incestuosa fantasía de Kid, o transmutar en cucaracha kafkiana. Su amor por Kid parecerá sincero, y su historia previa con Big Daddy será muy sórdida, o tal vez no tanto. Una interminable y extraña representación teatral que la involucra a ella y al dueño del emporio hotelero, la súbita y aparentemente inexplicable muerte de la madre de Kid y la desaparición de su tío serán también elementos detrás de los que se esconde la enigmática Ottla.

Habrá en el hotel unos niños fantasmas que deambulan por los pasillos, un escritor maniático que solo superará el bloqueo creativo en una sórdida y diminuta suite del hotel, un anciano especialista en crucigramas con tendencias homicidas, una residente artística que, sin quererlo, en sus pinturas pondrá en evidencia las contradicciones de Kid. Los escenarios de The Suites tendrán una carga simbólica muy fuerte. Será imposible no asociar estos laberínticos pasadizos, esos insectos monstruosos, esos personajes extraños, con los miedos internos de Kid, del que se irá develando una niñez traumática y terrible.

Con estas premisas el comic Kid Lobotomy se yergue como una obra inteligente, profunda, divertida y oscura. Es un comic muy bien escrito, muy bien dibujado, que exige mucho del lector, y que gana mucho en las relecturas por la cantidad de detalles. Se nos muestra todo un universo diverso y extraño, donde además de que nada es lo que parece, se nos va a develar por capas una historia de una familia decadente con infancias truncadas, donde la riqueza, la opulencia, ocultan vacíos siniestros, donde la locura parece un refugio ante lo macabro. Kid es un antihéroe contemporáneo, que exhibe una cicatriz en el rostro causada por una cuerda de guitarra rota, y cicatrices mucho más amargas en el alma. Su aventura en el hotel The Suites será en realidad una aventura de búsqueda personal, de aceptación, donde los elementos psicológicos y surreales se darán la mano en un auténtico festín visual.

Con una trayectoria amplia y versátil, el veterano guionista Peter Milligan construye una historia original y desusada en los tiempos que corren. Los elementos psicodélicos de Kid Lobotomy acaso corresponden más a ficciones cinematográficas, o literarias, de los primeros años ´70. Pero esto hace que el libro sea aún más original en la segunda década del Siglo 21, porque, seguramente, Kid Lobotomy no se parece en nada a los comics contemporáneos. No es una novela gráfica testimonial, vivencial, con reminiscencias de la vida del propio autor, ni tampoco es una obra de género de las que es posible predecir el desenlace desde las primeras páginas. La historia es mucho más amarga de lo que parece, adopta un tono irónico, cínico, que escuda una historia en el fondo muy triste.

Por otro lado, el dibujo de Tess Fowler es espléndido. Los personajes tienen un sutil tono caricaturesco, sofisticado y decadente. Las expresiones están impregnadas de sensualidad, y de sarcasmo, y se vuelven idóneas para la historia que cuentan. Su dibujo es tan grato, tan sofisticado que se presta a confusión: intuimos con ver la cubierta que será un comic frívolo, que prive la forma sobre el fondo, que tenga dibujos hermosos y una historia superficial, no es el caso.

Tal vez el único pero de Kid Lobotomy sería que, a pesar de ser una historia muy compleja, muy llena de detalles y de personajes contradictorios, se siente que termina de una forma un poco abrupta. Como si hubiera suficiente tema para desarrollar más la trama. Y es que acaso, eso era lo que pretendía la editora Shelley Bond (antigua editora de la desaparecida Vertigo): convertir las aventuras de Kid Lobotomy en una serie regular. En Vertigo, Bond fue responsable de otros proyectos osados a cargo de Milligan, como Shade The Changing Man, Enigma, o London. También de títulos alucinantes como el Sandman de Neil Gayman, o el Preacher de Garth Ennis. Historias también desusadas y originales en las que los autores corrían riesgos y rehuían las soluciones fáciles. En años recientes, Bond se encargó por un tiempo de la pequeña y efímera imprint de IDW, Black Crown, donde fue editora de un puñado de títulos extraños, de los cuales quizás el mejor fue Kid Lobotomy.

​Pero no estamos en la época de Vertigo, con sus series extensas que rompieron esquemas. Hoy en día el público se ha acostumbrado a que en los comics se cuenten historias para adultos, y no hay tantos esquemas por romper. Y Kid Lobotomy, una obra bellísima, original y provocadora, acaso no tuvo el éxito o la repercusión que se merecía. O quizás es un libro destinado solo a un grupo selecto de lectores que no se conforman con clichés, que no quieren ver remanidas luchas del bien contra el mal y que están un poco aburridos de las novelas (autobio) gráficas.

Y lo mejor de todo es que, a pesar de ser una verdadera rara avis, ha sido traducida y publicada en español.​

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