Como dijimos, en junio de 1993, el Ultraverse se lanzaba al ruedo y en poco tiempo tenía una buena cantidad de títulos a la venta. Todo el plan se había maquinado con cuidado, todos los trucos promocionales se habían hecho y todo había sido pensado para cumplir con todos los requisitos para hacer Un Universo Superheroico Como La Gente. Todo debía haber funcionado bien…
… excepto que la realidad se cruzó en el camino.
Y la realidad era que el boom especulativo que había sostenido en los años inmediatamente anteriores a la industria del comic yanki se empezaba a pinchar rápidamente. Las ventas demenciales de los años anteriores –sostenida por especuladores comprando múltiples copias de números uno – se empezaba a desmoronar. Arrastrando a los editores que contaban con esos números para sostenerse. Y esto incluía a Malibu, que calculaban vender arriba de ciento cincuenta mil ejemplares de los títulos, pero se encontraban que estaban vendiendo entre cincuenta y cien mil ejemplares. No era una mala venta, pero estaba por debajo de todo lo que habían gastado para vender. La empresa estaba en rojo y había que ver qué hacer. En el año y medio que siguió, las cosas empeoraron para todo el mundo. Y no había opción: se hiciera lo que se hiciera, las ventas de todo el mundo iban cayendo.
Eso no quita que los creadores no hicieran su mejor esfuerzo en sus títulos. En general las visiones originales de sus autores se seguían sosteniendo en las páginas de las revistas del Ultraverse. Pero otros proyectos, como la línea Bravura (o lo que quedaba de la línea Genesis, que tenía mucha menos prioridad que el Ultraverse dentro de la editorial), fueron un fracaso poderoso de ventas. Y a Scott Rosenberg no le divertía perder dinero. Algo había que hacer.
La solución vino de un lugar inesperado. Marvel venía tratando de copar el mercado con medidas super riesgosas. Estaban en medio de comprar una distribuidora (Heroes World) y obligar a todas las comiquerías a comprarles a ellos. Y, en parte para abultar esa parte del mercado que controlaban, y en parte para quedarse con el departamento de colorización que tenía Malibu, decidieron que no estaba nada mal quedarse con la editorial (que igual seguía estando dentro del pelotón de arriba en términos de porcentaje de mercado).
Así que, de golpe y porrazo, sin que se supiera como fueron las negociaciones, para Noviembre de 1994 (apenas un año y medio del lanzamiento entre bombos y platillos del Ultraverse), Marvel se compraba Malibu.
El resultado no se hizo esperar: todo lo que no era Ultraverse se cerró, el Ultraverse mismo tuvo un reinicio con mucho quilombo editorial y un nivel de interferencia creativa que desalentó enseguida a los creadores originales, y los esfuerzos para que los personajes trascendieran más allá de los comics (como la serie con actores de Night Man y la animada de Ultraforce) se disolvieron entre las internas corporativas de Marvel y los licenciatarios. Para 1997, el Ultraverse era un recuerdo. Malibu Comics ya era un recuerdo.
Eso sí, Scott Rosenberg se había ido con un buen billete y aparentemente con una porción de la torta para cualquier adaptación fuera de los comics de algún producto de Malibu. Adaptación que le vino genial cuando Men in Back fue un éxito de taquilla en Hollywood. Con eso, Rosenberg crearía a Plainum Studios, otra nueva compañía de comics con el objetivo confeso de que sirviera para vender propiedades a Hollywood. Platinum tendría su cuota de movidas turbias, pero esa es otra historia.
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