Hace unas semanas conversamos con Jules Mamone, ‘Femimutancia’, en nuestro canal de YouTube sobre su último trabajo, ‘La Madriguera’ (2022). Ganadora del Premio Estímulo a la escritura de Fundación Proa, la novela gráfica de 128 páginas a color, editada por Hotel de las Ideas, aborda la relación madre-hija de una manera muy interesante, emotiva y con tintes del género fantástico.
En la primera viñeta hace su aparición una figura demoniaca, con dientes afilados que nos deja completamente perplejes. Continuamos recorriendo la página y nos damos cuenta que se trata de una personaje absolutamente fantástico y onírico. Se trata de una figura mitológica, con rasgos de ángel, aunque puede que maldito, el cual se encuentra sobre el torso de Rebecca, nuestra protagonista, quien se encuentra completamente inmóvil sobre su cama. Cuando logra zafarse de ese monstruo tan extraño que la oprime, Rebecca googlea y descubre que se trata de los efectos de la llamada parálisis del sueño. Esta primera secuencia marcará claramente el tono de toda la obra.
Rebecca se incorpora y empieza a escuchar las noticias. Parece que el covid-19 está haciendo estragos en China y en Italia, mientras se debate el uso obligatorio del barbijo en nuestro país. Rebecca tiene una conversación telefónica con su abuela. Ambas hablan de su madre, con quien Rebecca parece tener un vínculo muy complejo. Pronto entenderemos que a la complejidad de esa relación, se le suma la salud de su propia madre, quien tiene una enfermedad crónica y parece ser una persona bastante autodestructiva. Luego de colgar con su abuela, Rebecca se irá a correr por el parque, cuando una serie de eventos inesperados la harán confundir fantasía con realidad, para cambiar su percepción sobre todo lo que la rodea. Rebecca se cruzará con un gato muy enigmático, que nos recuerda al de Lewis Carroll y que le hará preguntas para interpelarla en muchos aspectos de su vida y finalmente llevarla a que se sumerja en lo absurdo para caer en ¿una madriguera? ¿en una dimensión acaso desconocida?
De una manera introspectiva, intimista y definitivamente muy adulta, la cuarta novela gráfica de Mamone se atreve a retratar el vínculo madre-hija desde una perspectiva poco explorada en el arte gráfico. Al respecto, Jules nos invita a zambullirnos en puntos clave de su historia y su pasado familiar, para llegar al fondo de los conflictos y resurgir de las cenizas para alcanzar una endeble armonía. Todo lo que experimentará la protagonista en este viaje interno y muy personal, estará mediado por el contexto de la pandemia, y nos trae a la memoria esa incertidumbre que nos invadió en esos primeros meses en los que se sabía poco y nada de cómo seguiría la vida. En este sentido, la pandemia se vuelve un obstáculo que profundiza la distancia entre madre e hija para añadir mayor tensión a la historia.
En el viaje introspectivo que propone Mamone, resulta interesante ver cómo la protagonista se animará a explorar su propia vulnerabilidad y no se acobardará ante aquello que la aterra y le genera sufrimiento. A través del personaje de Rebecca, le autore no escatimará en transmitir emociones muy intensas y nos hará sentir el dolor, la soledad y el duelo por la pérdida de los vínculos y las expectativas que depositamos en ellos, sin que esto se sienta como algo asfixiante, sino más bien reparador.
En esta evidente declaración de intenciones, la propuesta estética resulta central para que lo cotidiano se vuelva extraordinario. En la misma línea de sus trabajos anteriores, Mamone se encarga de representar la realidad tal cual es, esto es, bellamente imperfecta. Para esto, le artiste apela a cuerpos completamente alejados de la belleza hegemónica a través de una apuesta visual grotesca y extravagante plagada de tonos complementarios y muy estridentes. Dentro de esta apuesta visual, los tonos anaranjados y azules se volverán prácticamente una constante que acompañarán adecuadamente a las situaciones mágicas, surrealistas y sombrías que experiencia Rebecca, como también a situaciones reales de la vida cotidiana, tales como tomar mate, hablar por teléfono, andar en bicicleta y salir con amigues. La paleta y el trazo resultan pertinentes, puesto que permiten contar una historia única, en la que realidad e irrealidad se solapan para crear una ‘nueva normalidad’ donde transcurren los acontecimientos.
Si bien la cuarta novela gráfica de Mamone continúa en la misma línea transgresora y sorprendente que las anteriores, resulta un trabajo más maduro en el que realidad y fantasía se entremezclan y se fusionan en forma precisa para confundir y hacer reflexionar al lector y a la lectora. Sin dudas, ‘La Madriguera’ nos invita a sumergirnos en el surrealismo y en el desconcierto para visibilizar y enfrentar miedos y sufrimientos que permitan procesar traumas, finales y sobre todo duelos.
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