Ya tenemos 30 obras en nuestro panteón y la lista se sigue develando paso a paso, como diría Mostaza.

LOS 100 COMICS DE LA DECADA (Parte 3)

31/05/2009

| Por Javier Hildebrandt

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Grandes maestros, jóvenes a los que hasta hace unos pocos años nadie había oído nombrar ni por casualidad… Tan bizarro es el coctel de autores con obras en esta nueva tanda de reseñas, que hasta hay uno que inició su carrera profesional en las páginas (o en realidad, en las tapas) de Comiqueando. Argentinos, brasileños, canadienses, españoles, franceses, israelíes, italianos y yankis alzan sus copas para brindar por la década que se va y por los gloriosos comics que nos deja.

Ya tenemos 30 obras en nuestro panteón y la lista se sigue develando paso a paso, como diría Mostaza. ¿Habrán entrado tus favoritos? Ojalá. Y si no, todo bien igual, porque la lista te puede servir para conocer otras papas muy finas que por ahí en su momento pasaste por alto…

El mes que viene, otras diez joyas recientes del Noveno Arte. (Andrés Accorsi)


BARRIO VOL.2-4. De Carlos Giménez.
por Javier Mora Bordel.

Esta obra de Carlos Giménez debe ser asumida como una obra cúlmen, un punto de inflexión definitivo en su carrera, que ni puede ni debe pasar desapercibida. Es lógico. Los rasgos propios, tan característicos de su estética, quedan al descubierto, manejados con la maestría de los años, lejos de cualquier intento de experimentación. Los recursos narrativos (empleo vivaz de los primeros planos; uso determinante de los contrastes del claroscuro; diálogos a viva voz) no son nuevos; su uso no responde a una voluntad renovadora. Sin embargo, la sutileza de una creación elaborada, de una voluntad por hacer consistentes elementos particulares, transciende las fronteras de la expresión, para acercarnos una obra compleja y sin par: sincera y descarnada.

Sólo la voz resulta novedosa. Frente a la gran mayoría de sus anteriores creaciones costumbristas, aquí Giménez no recurre al trasunto de lo autobiográfico sustentado en el parco yo. Lejos quedan las andanzas de Pablito, su devenir y crecimiento como sólido personaje, a medio camino entre la ficción compositiva y la lírica formal. Un implícito nosotros se superpone. El mensaje es claro. Todos somos testigos o herederos de esta posguerra cruenta. Verdugos y víctimas a partes iguales. Nuestra responsabilidad social implica asumir los errores de un pasado, cada vez, menos remoto. De esta manera el calidoscopio de personajes que inundan la obra tratan de ajustarse a un perfil amplio que recoja de manera suficiente todos y cada uno de los rostros de aquella Madrid de los años ’50.

Lo dicho, una obra cúlmen.


BIRTH OF A NATION. De Aaron McGruder, Reginald Hudlin y Kyle Baker.
por Andrés Accorsi.

A lo largo de esta década, el incombustible Kyle Baker acumuló muchísimas obras interesantes, entre otras Plastic Man, King David, Special Forces y la impactante Nat Turner (que estuvo cerca de entrar al listado de las 100). Pero, casi irónicamente, su mejor trabajo es el único en el que el guión no le pertenece. Birth of a Nation (de 2004) es un comic absolutamente bakereano, pero escrito por Aaron McGruder (autor de una popular tira diaria) y Reginald Hudlin (guionista y director de cine, que llegó al comic para escribir Black Panther).

El hecho de que los tres autores sean negros no es ninguna casualidad. De hecho, la nación a la que alude el título no es otra que Blackland, una región de St. Louis con mayoría de población afroamericana, que decide separarse de los EEUU y convertirse en un país independiente. Suena a algo serio (sobre todo a la luz de que hoy EEUU tiene un presidente negro), pero Birth of a Nation es una gran farsa, una joda inteligentísima y con toques de mala leche dignos de South Park, que nace de aquella famosa elección presidencial de 2000, la que George W. Bush le birló a Al Gore, legítimo ganador… si todos los votantes hubiesen podido votar, o si los votos se hubiesen contado como corresponde.

No hay mucho comic político allá afuera y el que hay, es casi siempre demasiado circunspecto. Birth of a Nation habla de política sin pelos en la lengua, se mete a fondo en los mecanismos del poder y sus consecuencias en la vida cotidiana de la gente, pero además le pone la onda de comedia zarpada y disparatada, esa que Kyle Baker pilotea como los dioses.


CAPTAIN AMERICA. De Ed Brubaker, Steve Epting y otros.
por Martín Fernández Cruz.

Cuando Brubaker se hizo cargo del agotado Captain America, tomó dos decisiones que podrían considerarse desastrosas: resucitar a Bucky y matar al Capitán. Cualquiera diría que esas ideas se le ocurren a cualquier guionista medio pelo que quiere levantar ventas, pero no hubo nada de eso. Acá, hasta el lugar común del comic por excelencia (la muerte de un protagonista y la reaparición de otro) resultó ser la materia prima de un buen guión y además una de las mejores versiones de un superhéroe que recordaba en muchos años. Porque Brubaker transforma al comic en una historia de espionaje escrita con nervio y emoción. El guionista pudo acomodar sin problemas SU tipo de relatos a un universo marveliano clásico: reformó el folclore de Steve Rogers y supo darle profundidad a todos los personajes. No sólo al flamante héroe del título, sino también a Red Skull, a Crossbones, a Sharon Carter y a Bucky, sobre todo a Bucky. Un personaje que en malas manos se hubiera transformado en Jason Todd, de la mano de Brubaker emergió con luz propia para dar vuelta el mundo de Rogers.

A diferencia de la muerte de Superman (que moría, pero no evolucionaba, en un show de trompadas divertido, pero sin fondo), esta muerte enaltece y da tridimensionalidad; la pérdida del Capitán fue porque el guionista quiso ver crecer al personaje y a los suyos. No fue un punto y aparte como la de Superman. Fue simplemente una coma, porque la historia prosiguió con el altísimo nivel con el que había comenzado.

El Captain America de Brubaker recontra-confirma lo que todos sabemos: para que la industria del comic brille, es necesaria la muerte del personaje. No del personaje Steve Rogers, sino del personaje como concepto automático de ventas. Lo que tiene que imponerse es la figura del guionista. Y Brubaker, con guiones de adamantium, le dio el tiro de gracia a la comunidad superheroica marveliana y demostró que en un comic, el nombre que importa es el que aparece en el margen inferior de la tapa, y no el que a todo color y en letras enormes dice “Captain America”.


DOCTOR JEKYLL Y MR. HYDE. De Lorenzo Mattotti y Jerry Kramsky.

por Andrea Vega.

Esta reinterpretación del clásico de Robert L. Stevenson aparecida en 2002 logra lo que otras adaptaciones al cine y la TV no pudieron: recuperar la complejidad del original. No es una historia del bien contra el mal, y Jekyll no es un santo que cae bajo las garras del depravado Hyde. Por el contrario, Jerry Kramsky y Lorenzo Mattotti entienden claramente que Jekyll es la encarnación de sus propias teorías sobre la dualidad del ser humano, y que el vicio y la virtud están intercalados en él, no separados: Jekyll libera a Hyde para cumplir sus deseos más oscuros sin enfrentar las consecuencias.

Aquí el trabajo de arte se combina con la narrativa en una coherencia perfecta. La eficiente condensación de la prosa de Stevenson por parte de Kramsky se apropia de extractos del texto original, pero mantiene su intensidad con una cantidad reducida de palabras. El deambular de Hyde por los rincones más oscuros de Londres es un vehículo perfecto para el magistral manejo de Mattotti del color, la composición y la ambientación, con una evidente influencia del surrealismo de las décadas del ’20 y ’30. Su rica paleta de colores, sus ángulos inusuales, y sus imágenes distorsionadas de la gente y los edificios –con reminiscencias de filmes expresionistas como El gabinete del Doctor Caligari- reflejan la espiral fuera de control a medida que la naturaleza violenta de Hyde comienza a prevalecer pero es Jekyll quien se queda con el remordimiento.

No es fácil hacer algo nuevo y emocionante con una historia tan conocida; el hecho de que este dúo lo haya logrado es un destacable mérito, y hace que todas las demás visualizaciones de esta historia parezcan inapropiadas.


EXIT WOUNDS (METRALLA). De Rutu Modan.

por Paula López.

Entre los diverso géneros, uno es el comic documental o periodístico, pero esta novela gráfica de 2007 funciona exactamente al revés. Es una historia sobre relaciones humanas (de un hijo con su padre ausente, de este hijo con la privacidad de su padre, entre hermano y hermano, entre un chico y una chica) pero que logra meternos en un contexto realista con peso propio. Se desarrolla en Israel, en el Tel Aviv actual con su contexto militarizado, con ataques suicidas frecuentes, con las opiniones en la calle, las vivencias y aspiraciones de su gente.

Koby Franco (un pibe entre 25 y 35 años que trabaja como taxista) es abordado por una chica soldado, que piensa que cierto cuerpo no identificado podría ser su padre. Ella es Numi, “la Jirafa”, una chica de 21 años que estuvo involucrada romanticamente con el padre de Koby. En el desarrollo de la historia, Koby se ve forzado a revisar su relación con la familia, con la casa de su pasado, su hermana y con esta chica que trae su propio bagaje y su vulnerabilidad.

Rutu Modan es una dibujante de “línea clara”, que volvió a mirar Tintin, de Hergé, para realizar esta novela maestra. Desarrolla un estilo sintético, donde el color confiere atmósfera de lugar, clima y emociones de la historia y los personajes.

La autora no intenta aleccionar sobre el conflicto palestino-israelí, sino que relata las pequeñas cosas que rodean los dramas. Modan piensa que la ficción permite testimoniar sin dar opinión y mostrar la realidad como la percibe. “Dibujar, para mí , es mirar la realidad muy despacio”, dice.

Exit Wounds es un producto del Siglo XXI: el “fin de la historia” no ocurrió (como sostenía el filósofo posmoderno Fukuyama) y nosotros, toda la humanidad, tenemos que vivir juntos: odiándonos, ignorándonos o amándonos.


LA MAZMORRA. De Lewis Trondheim, Joann Sfar y otros.

por Gregorio Guerrero.

Imposible escribir 1500 caracteres sobre La Mazmorra. Claramente me sobran, ya que con una sóla palabra podría definir esta obra: perfección. Y es eso lo que nos ofrecen Sfar y Trondheim (entre otros) álbum tras álbum, en este universo que está en constante crecimiento. Si alguna vez jugaste rol, o estuviste en contacto con la fantasía heroica, y te gusta la comedia absurda, es acá en donde tenés que avocar tu lectura y devorar esta perla francesa que no hace más que superarse día a día.
Con una cronología en constante expansión, La Mazmorra (Le Donjon en el original), es eficaz para contar aventuras, drama y comedia, e incluso cae en la mismísima tragedia, mantiene los clichés de la aventura heroica, los convierte en gags, y nos hace sufrir el final de cada tomo por tener que esperar a que salga uno nuevo. Por suerte para todos, hoy son más de cinco los títulos (que juegan a contar cada uno épocas distintas del mismo mundo) que participan de este fantástico universo, por lo cual el nivel de producción es mucho mas rápido que cuando la serie estaba en sus comienzos (allá por fines de los ’90), y nos permite degustar varios álbumes al año, algunos a cargo de gloriosos dibujantes invitados, como Carlos Nine, Andreas, Blutch, o Kéramidas.
No quiero contar más de lo que conté, ya que es una serie que merece ser leída. Conseguite las recopilaciones yankis o los tomos de editorial Norma, leélos, o morí habiéndote perdido algo a lo que no le sobran páginas, ni le faltan buenas ideas.


NOITE LUZ. De Marcelo d’Salete.

Por Hernán Martignone.

La angustia no tiene fin, parecería decirnos Marcelo d’Salete (San Pablo, Brasil) en las seis historias que componen Noite Luz (realizadas entre 2002 y 2007), que tienen un espacio común (el club nocturno que da nombre a la historieta) pero ningún lugar común. Ya se han señalado con cierta suficiencia algunos elementos básicos del autor y de estas historias mínimas (el excelso manejo del color local, la dosificación equilibrada de silencios y diálogos, la construcción soberbia de las tramas), pero sin duda quedan por decir algunas cosas sobre su capacidad como narrador visual, como historietista. Como todo gran contador de historias, d’Salete rehúye tanto las explicaciones como la elección de bandos (aunque uno sospecha de qué lado se ubicaría en una pelea entre un político y un limpiavidrios callejero) y arma su poética desde el detalle, al mostrar como con microscopio, como en fotogramas alucinados, situaciones y personajes para que el lector-espectador complete mucho más que los blancos de los espacios entre viñetas. En todas las historias hay un objeto, vuelto pura imagen, que es el centro y el margen del relato (una rosa, un tatuaje, un graffiti, un logo, un cartel, una foto), una marca de la estructura del relato que funciona como un aleph que condensa los significados múltiples de estas escenas urbanas (en sentido literal), donde la oscuridad, la pobreza y la corrupción nos permiten ver, por oposición, la luz, la riqueza y la honestidad de d’Salete.

En cuanto a la parte visual, basta decir que hay un dominio singular del blanco y negro (no por nada el título de la serie es Noite Luz) que da lugar a ciertas iluminaciones que amenazan (pese a todo) con dejarnos a oscuras. Si uno se detiene con un mínimo de atención en las tres primeras historietas del libro, descubrirá de inmediato tres estilos bien marcados de este artista paulista, distinguibles claramente (y oscuramente) en las figuras humanas, en las tramas de los fondos y en el sombreado. Un libro que demuestra la inmensa riqueza que la historieta puede tener cuando se hace con talento y sin concesiones.


SICK BIRD. De Carlos Trillo y Juan Bobillo.

Por Fede Velasco

Fueron muchos años de putear cada vez que dos autores argentinos hacían algo copado para el mercado extranjero porque acá era muy caro de conseguir y a uno le da bronca que algo realizado acá se venda en cualquier parte del mundo menos acá. Por suerte, con Sick Bird tuvimos la chance de gozar de una edición local, lo cual de arranque suma muchos puntos, aunque los libros de Ivrea tengan ese tamaño tan choto, que no se parece a ninguna otra cosa que tengo en la biblioteca y que hace que uno sepa junto a qué mierda guardarlos.

En cuanto a la obra en sí, nos encontramos con una historia genial dividida en tres actos: el primero es el de la historia de Bird, y de cómo pasa de rica heredera a loca, para después convertirse en modelo top, mientras que en los dos siguientes la vemos concretar su venganza contra aquellos que la obligaron a abandonar su antigua vida. Pero si esta historieta tiene algún mérito, más allá de los majestuosos dibujos de Bobillo que son un lujo, es la excelente construcción que hace Trillo de los personajes, tanto los protagonistas como los secundarios. Porque si bien la historia es bastante simple, los personajes no lo son para nada. Desde la propia Jobeth/Bird, pasando por su hermano, Reg, hasta llegar al gigante Shihi, todos los personajes dejan su marca en la historia. Una historia jodida, con incesto, abuso de poder y un fuerte deseo de venganza que Trillo y Bobillo llevan de manera magistral para el beneplácito de nosotros, los lectores.


SILVERFISH. De David Lapham.

por Diego Accorsi.

Durante los ‘90s, David Lapham se hizo famoso por su excelente serie policial-personal Stray Bullets. En 2007 se reafirma como uno de los más grossos de este medio con su obra auto-conclusiva Silverfish, editada por Vertigo, donde actualmente publica su revolucionaria serie mensual, Young Liars, que bien merecería estar en esta lista.

En Silverfish, Lapham aborda nuevamente un policial, pero desde una óptica absolutamente particular y cinematográfica. La trama en sí, narrada aquí sucintamente, no despertaría mayor aclamación, pero es en la puesta en página y en el ritmo que le impone Lapham a sus más de 150 páginas (en blanco, negro y grises) en donde esta historia cobra un vuelo y una relevancia extraordinarios. Una hija que detesta a la nueva mujer de su padre, un pasado misterioso, un fin de semana de locura, un par de llamados telefónicos y se desata el caos. Un psicópata homicida que cree escuchar peces asesinos gritando en sus oídos, un robo, amor y traición son los condimentos de esta excelente novela gráfica digna de Hollywood y de integrar esta selecta lista.

Lapham nos demuestra que cualquier historia bien contada puede ser grossa, que en cualquier pueblito de mierda puede aparecer un loco y acabar con la rutina de las vidas normales y que en el fondo, no hay nada como una vida normal… porque no sabemos quién puede estar escuchando pececitos plateados que “nadan hacia su cerebro”.


THE OTHER SIDE. De Jason Aaron y Cameron Stewart.

Por Fabián Montaner.

Impresionado por la vida de su primo Gustav Hasford , autor de la novela The Short-Timers, en la cual Stanley Kubrick basó su genial Full Metal Jacket, el escritor y debutante absoluto en esto de los comics_Jason Aaron_nos presentó en 2007 y de manera brillante, el horror psicológico de la guerra, la de Vietnam en particular. La historia tiene dos protagonistas principales: un recluta yanki y otro vietnamita; granjeros los dos y zambullidos de lleno en un conflicto que no logran comprender para nada. Inexorablemente, sus caminos se van a cruzar en el infierno del combate, cada uno empujado despiadadamente por elementos surrealistas. A Billy lo atormenta su fusil, que no deja de hablarle e incitarlo a matar. Tampoco puede dejar de ver los fantasmas de soldados americanos muertos en el conflicto. En el caso de Vo Dai, son dioses y dragones los que lo conducen a su destino final. Soberbio debut de un excelente guionista, que enseguida lograría la admiración de todos con su maravillosa Scalped, también editada por Vertigo.

La parte gráfica a cargo de Cameron Stewart es impecable en todos los aspectos y magnifica todos los riquísimos elementos del guión. El mismo Stewart viajó a Vietnam a documentarse para la miniserie, llegó a meterse en viejos túneles del Vietcong y disparar un AK-47. En un país que ha dado pocos pero excelentes comics de guerra (Two-Fisted Tales/Frontline Combat de Kurtzman y Blazing Combat de Archie Goodwin) la miniserie de Aaron y Stewart es quizás el mejor. Welcome to The Other Side.

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