También conocida como El Argentinazo, ya que se nos juntaron nada menos que cuatro reseñas de obras creadas por argentinos. Pero también tenemos ingleses, yankis, italianos, franceses, escoceses y españoles, como para variar un poco.
Esta vez hay maestros consagrados en los ´70 (Trillo, Muñoz, Sampayo), en los ´80 (Clowes) y muchos valores surgidos en los últimos años, incluso algunos a los que vimos despegar de aquel semillero que fue la Comiqueando Clásica. Del humor absurdo y grotesco de Sala a la sutileza y la profundidad de Gipi, la historieta de esta década dio para todo y acá estamos, al rescate de lo que más ganas tenemos de recomendar para aquellos que quieran descubrir joyas recientes.
ALACK SINNER: EL CASO USA. De José Muñoz y Carlos Sampayo.
Por Federico Reggiani.
El caso USA es una historieta extraordinaria.
Supongo que no es necesario insistir: Sampayo es un enorme escritor, y uno de los pocos grandes guionistas de la historieta mundial. Y José Muñoz es, sin dudas, el más grande dibujante de historietas de todos los tiempos. Listo, tendría que parar acá esta reseña.
A nivel formal, es un regreso a formas más clásicas de narración (al menos en comparación con otras obras, como Nicaragua, por no salir de la serie de Sinner) pero con una maestria que apabulla. Muñoz hace avanzar el relato con una enorme claridad aún cuando su dibujo apuesta cada vez más a las manchas muy sueltas de pincel seco, que acompañan a sus habituales grandes planos negros. Y el guión juega con varios niveles de narración (lo que sabe Alack, lo que no puede saber) estableciendo una distancia irónica con el relato que nunca quiebra el contacto emocional, algo realmente difícil de hacer.
En esta entrega Alack Sinner es viejo. Sin embargo, no se nos encaja el cliché del viejo detective derrotado. Al contrario: en las primeras viñeta Alack nos anuncia: “Estoy fuerte, bastante sano, he vuelto a trabajar, conservo mis amigos y tengo 40.000 dólares en el banco. ¿Se ha producido un milagro? No. Las épocas cambian, y esta última no me pilló desprevenido”. Esta es una historia de vejez, pero de una vejez gozosa, calma y bella. El relato (el caso que Alack debe investigar) es sórdido, complejo, apasionante y deja un sabor amargo y desesperanzado: Alack se ve envuelto en una trama que implica la caída de las torres gemelas y diversas agencias del gobierno que manejan un poder muy por encima de los seres humanos comunes. Pero donde autores menos dotados nos hubieran enfrentado a una comprobación cínica de lo mal que anda el mundo, Muñoz y Sampayo ponen en juego formas pequeñas de felicidad, que son formas de resistencia. En la última viñeta, dos poderosos jubilados se burlan de Alack. Pero Alack le da un beso a su nieto en primer plano, y esa es la imagen que guardamos cuando el libro termina. La sal de la tierra.
APPUNTI PER UNA STORIA DI GUERRA. De Gipi.
Por Andrés Accorsi.
Así no vale, es demasiado fácil. Alcanza con mirar la cantidad de premios que ganó esta obra desde que se publicó por primera vez en 2004 y ya sobra cualquier tipo de recomendación. Pero bueno, me juego con una más: cualquier comic que tenga en su elenco a un personaje apodado “Diego Armando Maradona, Dios del Futbol”, merece estar en esta lista.
Ojo, este Diego no es uno de los protagonistas. El peso de la historia (tensa, ríspida, siempre en la cornisa entre la violencia y el absurdo) recae en tres jóvenes muy distintos entre sí: Giuliano (el pibe “normal” de clase media), Christian (el pobre pibe que creció en orfanatos) y Stefano (alias “Little Killer”, fruto de un hogar sórdido y pesutti) son sobrevivientes de una guerra que -paradójica y magistralmente- no vemos nunca, pero que acabó con su pueblo y convirtió a varias ciudades en tierra de nadie. Por esos paisajes grises y desolados se mueven los chicos y varias alimañas de diverso calibre que buscan sacar tajada de la anómala situación. Appunti… nos pasea por dilemas morales, angustias, traiciones y sobre todo ganas de ser Alguien, o por lo menos de dejar de ser el último orejón del tarro, que a veces no es poco.
Visualmente, el estilo de Gipi nos remite a una especie de cruza entre Ben Katchor y Teddy Kristiansen, pero la narrativa es 100% Hugo Pratt. Ajustada al milímetro, con diálogos y silencios igual de devastadores y climas que se te impregnan y te quedan para siempre. Para los que no leen en italiano, Appunti… está editada en castellano y en inglés. Y nunca se puede recomendar lo suficiente.
BIFE ANGOSTO. De Gustavo Sala.
Por Martín Fernandez Cruz.
Hay una tira de Gustavo Sala (Mariana Enríquez, La chica que llora músicos, en: La hija de la lágrima) en el que la última viñeta aparece Jim Morrison y canta: “…esta es la cumbia del rey lagarto, negrita agachate que yo te parto”. Este chiste tiene todo el espíritu de Bife Angosto. Para empezar, se caga de risa de un personaje como Morrison. Y este recurso es habitual en el libro, porque Sala tiene la increíble capacidad de ridiculizar a personas que suelen ser tomadas demasiado en serio. Lo que Gustavo hace es inventar su propio Morrison, que no tiene nada que ver con el real. Este es el Jim de Bife Angosto, y el chiste es tan efectivo porque su versión del Rey Lagarto es radicalmente opuesta a la verdadera (si es que el músico verdaderamente era como se mostraba, ¿o ustedes saben qué hacía Morrison cuando llegaba a la casa?). Pensar que Morrison pueda saludar con un “hola, mamita” es simple, y justamente ahí está el humor.
Sala te prepara desde el título de la tira, y acumula guiños hasta que el chiste te explota en la cara, con ese final tan improbable como inimaginable. Lo que Gustavo hace es cachetearnos durante 3 viñetas para en la cuarta darnos el golpe que nos tire de culo al piso. Y como Morrison, hay cientos de personajes y situaciones en las que Sala sabe ridiculizar ambientes, personajes y personajes. Borges gritándole “careta” a Jagger o Spinetta intentando escribir un rocanroll rolinga, son todas las personas y situaciones que Bife Angosto puede inventar, y son perfectas porque son imposibles. Por último, no tengo idea si esa fue su intención, pero con la remera de Godard en el chiste de Beto y Casella, Sala puso en evidencia de una forma fabulosa lo que muchos pensamos sobre el cine del francés.
CHOSEN. De Mark Millar y Peter Gross.
Por Federico Velasco.
Si hablamos de la historia del Elegido para salvar a la Humanidad, que es dotado de habilidades especiales y tiene que cumplir un rol fundamental en la batalla definitiva entre el Bien y el Mal, estamos hablando de una de las formulas más gastadas dentro de la ficción. ¿Qué hace a Chosen diferente?
Para empezar que no es cualquiera de estas historias, sino que vuelve a las bases usando de modelo la que quiáas sea la mas famosa de todas estas historias (no, Matrix, no): La Biblia.
De esta manera, presenciamos la transformación de Jodie, un chico norteamericano de 12 años, en el nuevo Mesías, quien al igual que Jesucristo (de hecho se cree que es su reencarnación) comienza a realizar sus primeros milagros: transformar el agua en vino, que los ciegos puedan ver, que los lisiados caminen o incluso que los muertos vuelvan a la vida son algunas de las pruebas que el joven le da a la Humanidad para que lo tomen en serio.
Pero el atractivo principal de la serie está puesto en ver cómo un chico puede lidiar con la enorme responsabilidad de descubrir todo esto. De un día para el otro tu vida da un giro inesperado, cuando apenas te estabas amoldando a ser un adolescente -lo cual ya no era fácil de por sí. Imagínense si a la presión normal que tiene cualquier chico de 12 años le suman la de ser el nuevo “salvador”. Eso es Chosen.
Y según parece, la cosa no termina acá, ya que Millar anunció que tiene pensado realizar dos miniseries más para conformar una trilogía (en ambas continuaría junto a Pete Gross) la cual lleva por nombre American Jesús, tal cual se puede leer en la portada del TP recopilatorio de esta primera entrega, que data de 2005. Amén.
EL GRANJERO DE JESÚ. De Ángel Mosquito.
Por Javier Hildebrandt.
Decir que Historietas Reales (http://historietasreales.wordpress.com) es un genuino catálogo de lo mejor de la nueva historieta argentina (y ahora también latinoamericana), ya es casi un lugar común, y es poco probable que algún lector que se haya interesado en esta reseña no lo conozca aún (para los dos o tres que no tienen ni idea, unas líneas más arriba tienen el link para desayunarse). De aquella primera etapa dedicada casi en exclusiva al género autobiográfico, el canto a la honestidad brutal que conforma El Granjero de Jesú es sin duda el que más hondo caló en el gusto de los lectores. Las razones de esta elección empiezan y terminan en un nombre: Ángel Mosquito.
Aquí, el autor de Morón Suburbio toma a su personaje –o sea, él mismo- y lo despoja de cualquier máscara de impostura social. No tiene reparos en afearlo, o directamente transformarlo en un monstruo si la historia –su vida- así lo requiere, ni en mostrar sin vueltas sus contradicciones, sus miserias, sus pequeñas victorias, sus discusiones con su mujer y su hija. Sin estridencias ni veleidades, con el exacto tono cómplice que permite la identificación y la carcajada del lector.
Mosquito conoce muy bien el lenguaje de la historieta, y sabe cómo aprovechar sus recursos formales. No con la pretenciosa intención de experimentar porque sí, sino con un interés más bien irónico, lúdico, que le permita aportar matices para volver más divertida a su historia. Estamos frente a una historieta hecha a puro corazón. Sin sensiblería, pero con sentimiento. Fieles lectores de la buena historieta, sigamos las enseñanzas del profeta Mosquito y difundamos su Palabra: “Jesú es Amor!”.
GLOBAL FREQUENCY. De Warren Ellis y otros.
Por Fabio Blanco.
Al conocer de primera mano el problema de trabajar con dibujantes no precisamente veloces, Warren Ellis ideó en 2002 una serie de 12 episodios autoconclusivos, cada uno de ellos dibujado por un diferente equipo creativo. Incluso el contenido de Global Frequency refleja esa misma estructura: se trata de una organización de 1001 miembros de todas partes del mundo, ciudadanos comunes que al recibir un llamado de Aleph, la adolescente a cargo de las comunicaciones, se revelan como agentes. Las historias se enfocan en ellos y en su capacidad para enfrentar memes extraterrestres, bombas literalmente humanas, monstruos biónicos o simples terroristas. La fórmula proviene de los pulps de The Shadow, luego imitada por Mission: Imposible. Los únicos personajes recurrentes son Aleph (equivalente al Burbank de La Sombra) y Miranda Zero, líder de la organización y tan temible como Jenny Sparks o Jakita Wagner.
Los dibujantes de Global Frequency son muchos y buenos: Brian Wood (portadas), Steve Dillon, Glenn Fabry, Gene Ha, Garry Leach, Liam Sharp, Roy Martinez, Jon J Muth, David Lloyd, Lee Bermejo, Simon Bisley, Tomm Coker, Jason Pearson, Chris Sprouse y Karl Story.
En 2005, con Warren Ellis de asesor creativo y Michelle Forbes en el papel de Miranda Zero se completó el piloto de una serie de televisión que WB canceló con la excusa de que se había filtrado por Internet (está en http://www.youtube.com/watch?v=Upik6Va0xtk). Es una lástima, pero lo importante es que la historieta sigue existiendo, con sus tramas perfectas y sus sorprendentes resoluciones. La adaptación puede esperar.
ICE HAVEN. De Daniel Clowes.
Por Amadeo Gandolfo.
En este libro de 2005, Daniel Clowes toma a un pueblito ficcional del medioeste norteamericano y lo amplifica a través de una miríada de personajes para revelarnos un mundo de conexiones cruzadas, amargura y patetismo cotidiano. Ice Haven es un mundillo insignificante poblado por gente como Charles, un niño callado y pensativo que está enamorado de Violet, su media hermana; Random Wilder, el auto-denominado poeta laureado del pueblo, gordo y soltero; Ida, la jovencita fracasada en la literatura que se muda a la casa de su abuela y Mr. y Mrs. Ames, una pareja de detectives cuya relación es de las más tristes alguna vez vistas en literatura alguna.
Lo que hace que el golpe emocional de esta obra sea aún mayor es el modo en que Clowes decide contarnos la historia de Ice Haven: a través de una multitud de tiras a la manera de las tiras de prensa, cada una de las cuales sigue a un personaje. Aquí, cada uno de estos anónimos son completos protagonistas, pero la punch-line, el humor liberador, está reemplazada por la tristeza, la brutalidad y la incomunicación. El trazo de Clowes se modifica para darnos un simil Schulz en las tiras de Charles, o transformarse en una suerte de Dick Tracy de pacotilla para las escenas de los Ames.
Detrás de este recurso a primeras vistas amable, se oculta toda la misantropía que es capaz de desplegar Clowes, quizás más amable y menos violento que antaño, pero todavía convencido de que, por mucho que vivamos juntos, en el fondo estamos siempre y eternamente solos.
LA TETERÍA DEL OSO MALAYO. De David Rubin.
Por Diego Accorsi.
La Tetería del Oso Malayo (2006) tiene que estar entre los 100 mejores cómics de la década porque es genial. Tal vez el nombre de su autor, David Rubin, no les diga nada, pero en cuanto posen sus ojos sobre sus magníficos dibujos (con influencias de Eisner, Miller, Timm, Muñoz, Prado, manga, funny animals “mazmorreros”, pero a la vez muy personales) se van a dejar atrapar por historias interesantísimas llenas de personajes queribles (“creíbles” me pone el corrector automático de Word, y mucho no se equivoca) y situaciones inesperadas y alucinantes. Rubin nació en Galicia en 1977 y ganó un montón de premios, aunque su única otra gran obra es El circo del desaliento (2005, también con la editorial Astiberri) que bien podría estar en este arbitrario seleccionado.
Pero volvamos a esta tetería, que es más bien un punto de encuentro, donde un oso barman (que se llama Sigfrido y poco tiene de malayo) hace más psicoanálisis que servir té. Y aquí se cruzarán el ex superhéroe que se quedó ciego con la medusa que petrifica a todos quienes la miran, un Adam Kent que tras la muerte de Lois cuelga la capa, pero su amigo Bruce –encerrado en un manicomio- le pide que lo mate para no sufrir más, una niña y su padre que deben hacer un alto en clarísimo homenaje a Lone Wolf and Cub y varios personajes más, que entrelazan sus historias de fondo en la tetería, a la Sin City.
Emotiva, entretenida, profunda, divertida, conmovedora, ágil, inesperada, exquisita, inteligente y de culto, todo a la vez, todo se junta frente a una taza de té o de zarzaparrilla, un licorcito de café o unas galletas de arándanos. Date una vuelta vos también por la tetería del oso malayo y no te vas a querer ir nunca más.
NO COMMENT. De Ivan Brun.
Por Andrés Accorsi.
Cada tanto, el comic francés produce un movimiento under tan grosso, que termina por redefinir al mainstream a su imagen y semejanza. Pasó a fines de los´60, cuando explotaron Moebius, Druillet y sus amigos rebeldes de la Pilote y pasó a fines de los´90, con Trondheim, Sfar y sus amigos rebeldes de L`Association. Y como sucede cada vez que hay un mainstream, pronto surge algún borrego vanguardista a acusar a los consagrados de haberse convertido en viejas chotas aburguesadas que bailan por $ 3.50 para el establishment.
De todas esas voces aparecidas en los últimos años, la más clara y la mejor respaldada por una obra grossa es la de Ivan Brun, personalísimo y genial, experto en historietas breves y sin diálogos. Algunas de estas se editaron en Argentina en el álbum Lowlife, pero hay muchas más (y en magníficos colores) en No Comment, el álbum definitivo de Brun, editado en 2008.
La fórmula de Brun consiste en tomar elementos de la realidad actual (la violencia urbana, los realities, la corrupción, el sexo ocasional) y usarlos como disparadores para unas pequeñas pantomimas, perturbadoras y perfectas, cuyo dibujo casi “cute” contrasta con la ironía, la aspereza y el morbo de las cosas que narran. La fórmula funciona tan bien y Brun pela tantos hallazgos en materia de narrativa, que el único comentario que le cabe a No Comment es la ovación, sostenida y de pie. ¿Será este el embrión de un nuevo mainstream? No sé, pero no estaría nada mal…
SARNA. De Carlos Trillo y Juan Sáenz Valiente.
por Hernán Martignone.
Encargada a Trillo por una editorial francesa para que la dibujara el recién descubierto Juan Sáenz Valiente, Sarna (2004) afortunadamente fue publicada en Argentina por Iron Eggs en una edición de verdadero lujo. El álbum de 48 páginas cuenta la historia de Lucho Lasabbia, policía y extorturador de la ciudad de Santa (una Buenos Aires transfigurada por el terror, digamos, pero “linda como siempre”), un villano de esos que cala hondo en el lector: un hijo de puta de aquellos, como lo definió el propio Trillo. Diversas subhistorias recorren el libro, en el que tenemos putas asesinadas, corrupción de alto nivel, h.i.j.o.s. de desaparecidos, asesinos obedientes, pero todo cierra a la perfección en el final (infeliz) de la aventura. Lucho sale ganando, obviamente, porque después de todo estamos en la Argentina y un tipo de su clase no puede perder, pero lo interesante es ver cómo cierra todo y entender por qué.
Trillo maneja el suspenso, el humor y el terror (y su combinación) como ningún otro y encima nos ofrece una galería de personajes hondos, contradictorios, marcados por la historia y la realidad, entre los que sin duda destaca el inolvidable e icónico Lucho, apodado Sarna porque a lo largo de toda la historieta no para de rascarse (salvo en dos momentos muy particulares), y esas onomatopeyas (scritch, rasc, etc.) son la banda sonora más perfecta que pueda pensarse para esta historieta terrorífica en su ironía. A Trillo, obviamente, no hay que presentarlo: es el mejor guionista que dio este país después de Oesterheld y está, sin duda, a su altura. Sáenz Valiente, aunque con algún trabajo previo, irrumpió en la escena historietística argetina con este trabajo y siguió sorprendiéndonos después. Ambos nos brindaron con Sarna una obra narrativa singular que supo reflexionar con inteligencia y sin concesiones en torno de las secuelas que dejó en el país el 24 de marzo de 1976.
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