Décima entrega ya, de esta ambiciosa mega-nota, y quedan sólo dos por delante para terminar de armar el Olimpo definitivo, la lista de los que –a nuestro juicio- son los 120 autores sin los cuales no se entienden los 120 años de historia que acumula el Noveno Arte.
BERNIE KRIGSTEIN
Por Fabio Blanco
Aunque de formación académica y mientras que nunca abandonó la pintura, Bernard Krigstein (1919-1990) tuvo la desgracia y la suerte de enamorarse de los comics, a los que le veía posibilidades que iban en contra de los deseos del mercado y la necesidad de los editores. Dibujó sus primeras historietas en 1943, el mismo año en que fue reclutado. Antes había realizado una serie de figuritas, “Horrors of War”, tan exitosa que hubo que agregar una nueva tanda a la serie de 240. No dejó de dibujar esos horrores mientras estuvo en Europa, y a su regreso, lo esperaban su esposa y un guión de comic. Trabajó freelance para Fawcett (“Nyoka, the Jungle Girl”), DC (“Wildcat”), MLJ y otras editoriales.
Su eterna discusión con los editores tenía que ver con la libertad creativa, ya se tratara de entintar sus trabajos como de su obsesión con la descomposición de la página, en cuadros silenciosos. Los experimentos por los que Steranko sería celebrado años después en Marvel, le costaban a Krigstein amargas discusiones con Stan Lee en Atlas. Sus trabajos más recordados los hizo en EC Comics, donde famosamente dibujó un guión de Al Feldstein pensado originalmente para cinco páginas. Pidió doce, le dieron ocho. “Master Race” (Impact n°1, marzo-abril, 1955) es una lección magistral de todas sus técnicas narrativas que aún hoy sigue sorprendiendo.
Antes de abandonar el medio, desilusionado, para dedicarse a la ilustración y la enseñanza, le propuso a un par de editoriales grandes la idea de un cómic de cien o más páginas, que adaptara obras literarias y se vendiera en librerías ¿Una novela gráfica? No, gracias, eso jamás iba a resultar comercial.
DAVID B.
Por Andrés Accorsi
Por originalidad, por potencia, por volúmen de producción, David Beauchard (Nimes, Francia, 1959) es hace más de 25 años uno de los autores clave para entender la historieta europea y mundial. Incluso antes de pasar a la historia con la fundación de L´Association en 1990, David B. ya tenía acumuladas obras suficientes como para ser uno de los nombres clave de la renovación del comic francés, aunque todavía muy a la sombra de los autores que más lo influenciaron (Tardi, Pratt y Muñoz).
Una vez que L´Association le abre las puertas a una producción independiente y de fuerte impronta autoral, David B. responde con una seguidilla de obras maestras que se continúa hasta hoy. Su obra más conocida es L’Ascension du Haut-Mal (cinco álbumes publicados entre 1996 y 2011, centrados en la vida de su hermano epiléptico), pero también se destacan sus aventuras, a veces oníricas, siempre ominosas, como Les Complots Nocturnes, Par les Chemins Noires, La Lecture des Ruines, Capitaine Ecarlate (junto a Emmannuel Guibert), o Hiram Lowatt & Placido (dibujada por Christophe Blain).
Actualmente trabaja en una serie basada en Las Mil y Una Noches, la magnífica Hâsib et la Reine des Serpents, de la que lleva publicados dos tomos. Lo único que se le puede criticar es que colgó luego de un sólo tomo La Ville de Mauvais Reves, una serie que creó junto a Joann Sfar y pintaba para gema mitológica.
JIM STERANKO
Por Maximiliano Britos
Remember remember, the fifth of November… pero de 1938, cuando Pennsylvania, EEUU, veía el nacimiento del buen James Steranko. Jim para todo el mundo.
Jim es una suerte de Bruce Dickinson del comic. El tipo es multiterreno. No sólo escribe, entinta o dibuja. Tuvo una banda de rock, competía en gimnasia, esgrima, boxeo… hizo shows de escapismo, laburó en un circo… diseñaba posters… hizo los diseños para alguna que otra peliculita del montón (un tal Indiana Jones o un Dracula, ponele) y escribió algunos libros sobre historia del comic.
Quizás la gente recuerde a Steranko por Strange Tales/Nick Fury agent of S.H.I.E.L.D. y nada más. Y no está mal, es su laburo más destacado (y sin desmerecer, posiblemente el único). Estuvo poco y nada en Captain America, en X-Men, hizo alguna que otra portada en Fantastic Four, un mini-laburito para DC con Superman y Catwoman… Pero no es la cantidad de series en las que laburó y/o sus largos y majestuosos años al frente de algún título lo que valen, sino la locura que desparramaba en sus páginas. La creatividad, la inventiva. El estilo Kirby podía evolucionar en los ´60. Así lo notó en ese entonces Roy Thomas, que iba a despachar a Jim, otro de tantos artistas que se presentaban en las oficinas de Marvel a buscar laburo, pero que por suerte, decidió mostrarle los laburos a Stan Lee. Ese mismo día, Steranko se fue con un encargo de Nick Fury.
Este monstruo del arte directamente componía una página entera en lugar de viñeta por viñeta. Sumale psicodelia, viajes lisérgicos, una puesta en escena donde Andy Warhol y Salvador Dalí se fusionan. Collages, páginas dobles (y cuádruples, un invento de él) y un laburo de diseño gráfico que humilla a cualquiera. Ese es Steranko, una de las piezas claves de la Silver Age, redefiniendo el arte en el comic.
LORENZO MATTOTTI
Por Andrés Accorsi
Este genio del Noveno Arte, reconocido y galardonado en todo el mundo, nació en Brescia en 1954 y empezó a trabajar profesionalmente a principios de los ´80. Miembro del mítico grupo Valvoline, Mattotti se destacó rápidamente por su talento para crear climas que le sumaban muchísimo a esas historias extrañas y evocativas. Pero en 1986, cuando se publica Fuegos (o Fuochi), el italiano asciende al Olimpo y desde entonces crítica y público lo aman y lo consideran (con justa razón) el Poeta del Color.
Además de trabajar muchísimo como ilustrador y coquetear con el dibujo animado, Mattotti acumula una notable cantidad de historietas, ya sea como autor integral, o con guionistas, entre los que se destacan Jerry Kramsky (su colaborador más frecuente), el argentino Jorge Zentner o Claudio Piersanti, con quien realizó Stigmata, uno de sus mejores trabajos, de nuevo en blanco y negro pero conservando intacto su expresionismo incandescente.
Si te preguntás por qué en Europa la historieta es considerada un arte en serio y por qué los autores gozan de un enorme prestigio, seguramente nunca leíste a Lorenzo Mattotti.
MIGUELANXO PRADO
Por Johanna Garabello
Miguelanxo Prado (La Coruña, 1958) pintaba y leía desde chico, pero a los 20 años, impresionado por autores como Moebius y Sergio Toppi, abandona su carrera de arquitectura para dedicarse a la historieta iniciando una trayectoria ascendente en el comic para adultos. Publicó en algunas de las revistas más emblemáticas de la época: Zona 84, Comix Internacional, 1984, Cairo, Cimoc y El Jueves, donde serializó su obra Quotidianía Delirante, que es de las más emblemáticas. Durante la década de los ´90, tras la caída de las revistas de historietas, su producción se hace más escasa y realiza trabajos como ilustrador y en animación para Dreamworks.
En los ‘00 se dedica de lleno a escribir, producir, animar y dirigir en su totalidad una película de animación muy particular, llamada “De Profundis”, pero también produce historias cortas, como la de The Sandman: Endless Nights. En 2009, ingresó en la Real Academia Gallega de Bellas Artes.
Lo interesante del trabajo del autor es cómo desde ese trazo suave pero tangible despliega el espectro de las emociones humanas y cómo se interrelacionan y se funden en una atmosfera tan etérea como intrigante. Algunas de sus obras más relevantes son: Trazo de Tiza, Tangencias (mi favorita), Crónicas Incongruentes y Stratos. Sus últimos trabajos son Ardalén y Presas Fáciles, dos extensas novelas gráficas publicadas por Norma.
Un datazo sobre Prado es que fue contactado por Kodansha (cosa muy rara) para realizar cómics directamente para Japón, y publicó con ellos historias ya realizadas con anterioridad; y que además es el director del festival Viñetas del Atlántico desde 1998.
MILTON CANIFF
Por Fabio Blanco
En 1934, después de dibujar durante casi un año “Dickie Dare”, las aventuras primero soñadas y luego reales de un niño acompañado por un amigo adulto, Milton Caniff (1907-1988) fue contactado por el Capitán Joseph Patterson del Chicago Tribune. Quería una tira similar a la que hacía para Associated Press, pero que transcurriera en Oriente, y que tuviera piratas. Sobre todo, una hermosa mujer pirata.
Terry and the Pirates debutó en octubre de ese año, y en pocos meses demostró ser más que lo que se esperaba de ella. Caniff aprovechó la ayuda de su amigo Noel Sickles, pero los enfoques cinematográficos, el ritmo de la lectura pausado por viñetas silenciosas, son fruto de su talento e inteligencia. Elementos narrativos que hoy damos por sentados aparecieron por primera vez.
Caniff también reflejó los hechos políticos que iban a conducir a la guerra. Terry y Pat Ryan colaboraban con los chinos contra el invasor japonés que ocupaba Manchuria. Y en Octubre de 1941, la muerte de Raven Sherman parece presagiar el ataque a Pearl Harbor que ocurrirá dos meses después. Durante la guerra, creó, solo para los diarios del ejército (y sin cobrar un centavo) la tira Male Call, donde la sensual Miss Lace ayudaba a levantar la moral de los soldados.
En 1947 abandonó Terry and the Pirates (cuyos derechos no controlaba) para crear Steve Canyon. Y aunque duró hasta la muerte de su autor, esta serie perdió popularidad a la par de la guerra de Vietnam.
La última tira fue una plancha homenaje firmada por 78 autores, seguramente muchos menos de los que Milton Caniff supo inspirar.
PHILIPPE DRUILLET
Por Lucas Ferrero
En el inframundo sólo existen tres maestros que representan a la perfección al gran escritor Howard Phillips Lovecraft y son Alberto Breccia, Richard Corben y el gran Phillipe Druillet.
¿Qué es Druillet? Es una entidad que nació en 1944 en Francia y que se apoderó del cuerpo de un ser humano, que compitió contra Moebius, Breccia y Corben por ser el mejor en lo suyo.
Lone Sloane es el personaje más popular de todas sus creaciones y el que refleja todo su fanatismo por la ciencia ficción, Lovecraft, Jack Kirby y mucho más. Desde lo descomunal hasta un golpe de estado minucioso con detalles a la Capilla Sixtina.
Druillet no se destaca tanto en la narrativa sino que todas sus páginas son cuadros o eyaculaciones de delirios de la muerte, que simplemente te dan órdenes para que cambies de página y no te mueras.
El arte de Druillet es un ejemplo de por qué en los cómics europeos hay fondos con muchos detalles y por qué una historieta puede tardar años en hacerse.
Recomiendo muy especialmente Lone Sloane: Delirius, Yragael-Urm y La Noche.
ROBERT CRUMB
Por Amadeo Gandolfo
Robert Crumb (Philadelphia, 1943) es el aleph dentro del cual se condensan todos los problemas de los comics norteamericanos de la segunda mitad del Siglo XX. Por un lado, un tipo que viene de sus entrañas, que creció leyendo funny animals y comics románticos y westerns. Pero demasiado retorcido y original para trabajar en la industria. Entonces: uno de los principales responsables de inventar aquello que hemos dado en llamar “comics independientes”, abriendo la caja de pandora de la legitimación artística, a pesar de que él mismo siempre haya estado o bien en contra o bien burlonamente dispuesto a aprovecharse de sus ventajas más que de embanderarse en la misma. La revista con la cual Crumb inició una revolución, Zap Comix, de hecho, era un sucio panfleto impreso en papel de mala calidad que se vendía en tiendas de fumones de San Francisco.
Y, a lo largo de su carrera, siempre ha preferido ese formato antes que cualquier otro. En los ´70 con sus numerosos comix y su participación en Arcade, de Art Spiegelman (la última revista underground, pero con intenciones artie, impresa en mejor papel). En los ´80 y principios de los ´90s con su trabajo editando la antología Weirdo, la competidora directa, guarra y fea de la RAW. Recién a finales de los 2000s Crumb acepta, de algún modo, trabajar dentro de las nuevas condiciones que su celebridad le garantiza, se muda a Francia y vende sus cuadernos de sketches para pagarse una casa, accediendo a que su trabajo sea exhibido en museos, editando el Genesis como una novela gráfica. Y después está el tema de la manera en que dibuja sus perversiones y mujeres. Podemos decir que responde en partes iguales a un ejercicio de adoración y de autoflagelo. Y tampoco podemos cargarle a él, con todo su talento para minar su propia vida, la mochila de la culpa por tantos historietistas autobiográficos anodinos o solipsistas. Encima, todavía no hemos dicho nada de su estilo de dibujo, de su maestría para la narrativa, de la manera en que su trazo evolucionó de la simpleza sucia de los ´60 a la oscuridad renegona de los ´80 y al símil grabado sobre madera del Genesis. Cómo sus cuerpos siguieron refinándose, haciéndose más caricaturescos y realistas al mismo tiempo.
Crumb, en otras palabras, es alguien que ha dejado su marca sobre la cara de los comics mundiales y que, por su misma condición inclasificable, por el vórtice de temáticas y asuntos que cruzan su carrera, es un gigante.
SHIGERU MIZUKI
Por Lucas Ferrero
Una vez existió un ser humano que fue mentor de Ryoichi Ikegami (Strain) y uno de los pocos que jamás fue superado por Osamu Tezuka en el género de yokai. Ese Dios oculto era Shigeru Mizuki.
Mizuki nació en 1922 en Osaka, Japón, y conquistó el país con un sólo brazo, ya que perdió el otro en la Segunda Guerra Mundial. Desde fines de los años ’50 hasta su muerte en 2015, produjo una cantidad de joyas y obras maestras que destrozaron el cerebro de muchos lectores.
Los dos géneros en los que siempre se destacó Mizuki fueron el yokai y el bélico. Además Mizuki tiene una autobiografía, que son más de cinco tomos, donde no pierde el tiempo hablando de comprar medialunas y leer el diario, sino que te explica su vida y sus problemas.
El ídolo máximo siempre fue un profeta de la narrativa, no sólo porque contaba buenas historias sino que sus monstruos y ciudades siempre resultaron esbeltas e impactantes. Mizuki mezcla lo descomunal y lo gracioso en una viñeta y Gegege No Kitaro es un gran ejemplo.
Si no te gusta Mizuki, cortate un brazo y durante tus próximos 50 años dedicate a ser el mejor en tu género y ahí vas a entender por qué Mizuki es Dios.
Recomiendo especialmente Gegege No Kitaro, su autobiografía, Hitler y Showa: una historia de Japón.
STEVE DITKO
Por Fede Velasco
Tratar de resumir la obra de Ditko en tan pocas líneas es una tarea casi imposible, porque el tipo fue durante muchísimos años una máquina de laburar y crear personajes. Spiderman, Dr. Strange, Blue Bettle (Ted Kord), Captain Atom, Question, Hawk & Dove, Creeper y Shade the Changing Man, son las más conocidas creaciones de este autor nacido en Johnstown, Pensilvania, un 2 de Septiembre de 1927.
Arrancó su carrera en 1953 en la revista Daring Love, y ya al año siguiente comienza a laburar para Charlton, sin dudas la editorial para la que más produciría y a la que más ligada se encontraría su carrera, ya que sin importar cómo, siempre volvía a ella, ya sea creando personajes o dibujando historietas del género que fuera.
En 1955 lo conoce a Stan Lee y empieza a laburar en Atlas/Marvel hasta que en 1966 deja la editorial por motivos hasta el día de hoy desconocidos pero en muy malos términos con Stan Lee, con quien (parece) no coincidían en absolutamente nada.
Para el ´68 cae en DC, pero tras una corta etapa, se retira de la editorial a la que no volveria hasta 1975, después de muchos años de laburo en… adivinaron! Charlton. De ahí en adelante y tras el cierre de la Charlton, Ditko alternaría su trabajo entre DC, Marvel y varias editoriales independientes lo que lo llevaría a dibujar cosas tan diversas como el Phantom 2040 o el comic de Power Rangers.
Su vida privada es un completo misterio, ya que no le gusta dar entrevistas, ni aparecer en público y siempre consideró que la gente tenía que reconocer su trabajo y quedar conforme con su dibujo sin que le importara la persona que lo hacía. Ditko es una figura a la que no se le da todo el reconocimiento que se merece pero que sin duda es uno de los pilares del maistream norteamericano.
2 comentarios