Hace aproximadamente un año tuve la fortuna de leer el manga Sunny, de Taiyo Matsumoto (pueden ver mi reseña en el canal de YouTube de Comiqueando), y desde ahí mi opinión sobre este mangaka pegó un vuelco enorme. Venía de haber leído hace años Tekkonkinkreet, que no me había volado la cabeza, y hace pocos años entré por Ping-Pong, el cual pude disfrutar mucho más. Pero el Matsumoto más moderno, es otra cosa. Otro estilo gráfico, otra narrativa, otro foco. Podríamos considerar esta nota una segunda parte de esa reseña de YouTube, pero también podríamos considerar esto una nota paralela a la que escribí hace ya varios años sobre Mujirushi (también disponible en el sitio web de Comiqueando).
¿Por qué? Bueno, ahí es cuando nos movemos a Francia hace unos quince años. El famosísimo museo Louvre le encarga a varios autores distintos, crear historias que se relacionen con esta institución. Una forma artística de promover otro tipo de arte. Tenemos el famosísimo Guardians of the Louvre de Jiro Taniguchi, la versión de Hirohiko Araki (Rohan at the Louvre) y también la de Naoki Urasawa (Mujirushi). En el 2016, le tocaba su turno a Taiyo Matsumoto, y comienza a serializar en las páginas de la Big Comic Original de Shogakukan (como había hecho Taniguchi y haría Urasawa) su interpretación de este museo.
La historia es corta, son apenas dos tomos (publicados en varios países en un libro doble, algunos de tapa dura como en Alemania y Francia) que nos cuentan la vida de un grupo de gatos callejeros que viven en el altillo del museo. Estos gatos, según la situación en la que se encuentren, actuarán como animales o como seres antropomórficos. Es decir, en algunas páginas en las cuales el foco está puesto sobre los humanos que co-protagonizan la historia, serán felinos y no tendrán habilidades de comunicación. Pero cuando el foco está sobre ellos, caminarán en dos patas, hablarán, tendrán ropa e interacciones como cualquier otro personaje.
La narrativa y los dibujos se mantienen muy parejos a lo largo de las 400 páginas que componen esta historia, y es el mismo Matsumoto que vemos en Sunny. Mucho lápiz y acuarela con apenas un uso de tintas muy ligero. Fondos impecables, y puestas en escena tan románticas (en el sentido del período histórico artístico romántico, no del romance amoroso) que la historia salpica tristeza y melancolía en todas las páginas. Algunas pocas páginas a color complementan la obra, justamente cuando hace referencia a algunas pinturas del museo.
La historia no se pierde en aristas innecesarias y es bastante “palo y a la bolsa”, seguramente debido a la limitación de páginas a la hora de contar la vida de estos gatos. La historia se separa en capítulos para cada uno de ellos, con énfasis en las distintas estaciones estivales.
Por supuesto, no falta la parte sobrenatural de la historia que en cierta medida es el disparador del conflicto. Para resumir un poco y sin spoilear, la hermana del cuidador nocturno del museo se perdió dentro de un cuadro hace ya muchos años, cuando ellos aún eran niños. Y el cuidador revisa todas las noches las pinturas, para ver si logra volver a encontrarla. Pueden imaginarse que la colección del Louvre es inmensa, y que, para sumarle más problemas, lo expuesto es apenas una pequeña porción de lo que realmente posee el museo. Por lo tanto, lleva en esa labor incontables años. Este viejo, considerado un loco por la mayoría de los trabajadores, es quien se encarga de darle de comer a los gatos del altillo. A su vez, encontrará un pequeño oasis de confianza en un nuevo cuidador nocturno que se transformará en su compañero de circuito, y en una guía del museo que vive una vida incompleta y superficial. A partir de lo poco que recuerda, los tres buscarán dónde se oculta hace tantos años esa niña de cabellos rubios.
La conexión con nuestros felinos no pasa solamente por lo habitacional o alimenticio, sino en que justamente el pequeño gato Bola de Nieve tiene la capacidad de visitar los cuadros. ¿Por qué solo él? ¿Qué oculta? Bueno, eso es un excelente punto de partida para leer este manga que plantea preguntas, situaciones, y resoluciones a las mismas. Taiyo Matsumoto entrega unas páginas bellísimas y cargadas de emociones, personajes que no quieren envejecer y que coquetean con la muerte. Una pseudo-adaptación moderna de Peter Pan la cual todos deberíamos leer.
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