Romance y comedia en una obra más real y madura que el promedio de los mangas de la increíble Rumiko Takahashi.

Maison Ikkoku

10/04/2024

| Por Gregorio Guerrero

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Ante unos ojos inadvertidos, Maison Ikkoku podría pasar como una obra menor de la fantástica mangaka Rumiko Takahashi. Pero por suerte, una segunda lectura y un análisis no necesariamente minucioso nos permiten deshilvanar los misterios de una obra costumbrista que representa mucho más de lo que a simple vista puede uno observar.

Maison Ikkoku comienza a serializarse en el número 1 de la antología mensual Big Comics Spirit de la editorial Shogakukan. Orientada hacia un público más adulto, los autores se permitían acá hablar de cosas un poco mas serias y mostrar alguna teta o escena de sexo. Rumiko inicialmente aceptaría el encargo por dos motivos: el primero era debutar en el número estreno de una revista, algo que le traería prestigio (que tampoco le faltaba). El segundo, que la publicación era mensual, lo cual le permitiría en cierta medida trabajar en calma y paz, ya que a la par de Maison Ikkoku, se publicaban semanalmente las aventuras de Lamu en Urusei Yatsura. Lamentablemente para ella, la periodicidad cambiaría rápidamente a quincenal lo que haría que la carga de trabajo sea inmensa, pero no por eso disminuiría la calidad del mismo.

La serie se publicaría a lo largo de siete años, entre 1980 y 1987 y duraría la nada pequeña cantidad de 167 capítulos. Posteriormente se recopiló en distintas ediciones, de las cuales la más famosa y la que fue editada en su mayoría (Estados Unidos, España, Italia, Francia y Alemania), es la wideband. Esta edición junta todo en diez tomos de unas 300 páginas cada uno.

La historia se centra en el vínculo romántico entre Kyoko Otonashi y Yusaku Godai, con los respectivos personajes secundarios que adicionan a la relación para crear un triángulo amoroso u otras formas geométricas variopintas. Ambientada a fines de los años´70, recrea el escenario de una casa compartida donde todos los inquilinos son de alguna manera, personajes estrafalarios. Godai es un aspirante a estudiante universitario, y Kyoko es la nueva encargada de la casa, algo así como una portera. Su llegada a la Maison, sin ninguna clase de aviso, es lo que da comienzo al manga.

Y hasta acá, podría ser como cualquier otra historia costumbrista donde suceden cosas un poco locas, y los personajes siguen girando capítulo a capítulo sin que el statu quo cambie en gran medida. Pero ahí donde suena poco interesante, Rumiko agrega dos dramas reales de la vida del Japón y le otorga uno a cada protagonista.

Godai es la fiel imagen de una gran porción de la sociedad joven japonesa. Un tipo que estudia pero que aún así no puede entrar en la universidad, lo cual en cierta forma, lo comienza a convertir en un paria. Un tipo que no puede encontrar proyección profesional, y que pareciera estar destinado a ser un empleado comercial, no es un hombre digno de pedirle matrimonio a Kyoko. Ni hablar de que si bien sabe, que lo que quiere es ir a la universidad, no tiene idea de qué carrera estudiar.

Por otro lado, ella es una joven que se casó con su profesor de la secundaria ni bien terminó la misma. Sin embargo, en poco tiempo quedaría viuda y en cierta medida a la deriva, ante la imposibilidad de haber podido formar una familia con su difunto marido (Soichiro Otonashi). Una persona que debe re-encauzar su vida para poder hallarse nuevamente integrada en una sociedad patriarcal y retrógrada, que no ve con buenos ojos a una mujer sin marido ni hijos. Un dato no menor aquí es que Rumiko decide no darle entidad física al esposo de Kyoko, es decir, ni nosotros ni Godai sabemos cómo luce fisicamente. En palabras de ella, esta fue una forma de enfatizar que no había forma posible en la que alguien pudiese llenar esos zapatos.

En el transcurso del manga, estos dos personajes irán creciendo y evolucionando y los capítulos transcurrirán a la par con el tiempo en la vida real. Rumiko Takahashi plasma en la historia un progreso verídico, un paso de los años en tiempo real, que nos muestra cómo la vida puede ser tan cambiante en algunos aspectos y a la vez tan estática en otros. En otras palabras, Godai poco a poco se convertirá en un adulto acorde a los estándares japoneses, mientras que Kyoko seguirá jugando a un triángulo amoroso aunque todos los indicios y las señales son de que a quien en verdad ama es a Godai.

Esta historia comienza con dos personas inmaduras en muchísimos aspectos. En un comienzo, Godai piensa que está compitiendo con alguien que no conoce, y hará todo lo posible para que Kyoko olvide a su esposo. Con el paso del tiempo, será consciente de que la muerte de un afecto no es algo que uno puede borrar y eso le permitirá crecer como persona. En una escena emblemática cerca de la mitad de la historia, frente a la tumba de quién podría haber llegado a ser su mayor adversario, Godai confiesa que cuando finalmente pueda casarse con Kyoko, cuando él sea suficientemente digno y ella lo acepte, será una relación de tres personas, porque Soichiro siempre la va a acompañar.

Como mencionaba al principio de la nota, es posible que al leer Maison Ikkoku la primera sensación sea la de una obra estirada, donde se dan un sin fin de situaciones irreales y absurdas. Y si bien eso es cierto, también es cierto que la historia se encuentra constantemente teñida de drama y romance excelentemente narrado. Cada capítulo que trabaja sobre el verdadero triángulo amoroso que representan Godai, Kyoko y Soichiro, es una obra de arte que en cierta medida viaja acompañado de los demás capítulos a modo de colchón.

Poco vale la pena hablar del increíble dibujo de Rumiko Takahashi. Aunque al comienzo todavía se ven sus diseños primigenios, con el transcurso de los capítulos el estilo se irá afinando: atrás quedan las líneas curvas para abrirle camino a trazos más duros que saben transmitir mejor las emociones de la historia. Si pensamos en la cantidad de páginas que dibujaba la mangaka por mes, pareciera inverosímil que pudiese mantener esa calidad de dibujo en las dos series que publicaba mensualmente. Un punto alto a mencionar tiene que ver con las ilustraciones que funcionan como separadores de los capítulos, o aquellas a color que dan inicio a cada tomo. Rumiko se luce de maneras increíbles, trabajando texturas y acuarelas de manera sublime, otra demostración de que, además de ser una excelente mangaka, es una aún mejor ilustradora.

En conclusión, Maison Ikkoku es un manga divertido y pasatista para aquel que quiera hacer una lectura ligera. Pero profundo y sensible para los que también quieran tomarse el tiempo de prestarle su debida atención. Nos vamos a divertir, quizás no tanto como en Ranma, pero vamos a tener una historia un tanto más real y madura. Posiblemente, la más madura que haya escrito esta autora de manera regular.

Para todo aquel que esté interesado en el trabajo de ella, no quiero dejar de recomendar el sitio web https://www.furinkan.com. Dedicado íntegramente al trabajo de Rumiko, es una fuente inagotable de entrevistas y datos varios que saben enriquecer el mundo de los seguidores de esta mangaka.

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