En 2008, Ediciones Nah! (“responsables” de la revista Nah!) sacó a la calle Marihuanix el holandés, verdadera parodia-homenaje del gran Astérix, de René Goscinny y Albert Uderzo. De esa manera, se anticipaban dos hechos fundamentales de 2009: la despenalización de la marihuana para consumo personal en la Argentina y el quincuagésimo aniversario de la genial historieta francesa (a la que está dedicada una meganota en Comiqueando Extra de enero-febrero de 2009).
¿Están majaretas?
Los creadores de la Nah! nos tienen acostumbrados a la calidad: desde su revista, sí, pero también desde otros emprendimientos como los realmente soberbios Elige tu propia locura, en los que dan vuelta esos libros interactivos que hicieron las delicias de toda una generación (y de más de una). Esos textos son obras de arte en toda la extensión del término, por la altísima factura tanto del contenido como (detalle no menor) de la forma: los libros de Elige tu propia locura rescatan las tapas duras, el esquema, el arte de las ilustraciones que tan características eran para los lectores, es decir, todo. Y nos brindan, obviamente, mucho humor del bueno, desquiciado como siempre, sin concesiones, desopilante. En este nuevo emprendimiento (al que seguirá El Sueternauta), se meten con el pequeño héroe galo, para someterlo a la lupa trepanadora de sus perturbadas mentes. Y no nos queda más opción que agradecerles el trabajo que se tomaron.
Historietas con metáforas acerca de la marihuana (vol. 1)
Marihuanix el holandés respeta el formato album de Astérix (con sus paródicas tapa, contratapa y portadilla, más sobrecubierta) y en sus 52 páginas nos regala una aventura más del resistente galo, aunque esta vez levemente transformado: la aldea de las Galias se desplaza a Holanda, y el héroe es entonces un activo fumador de cannabis, al que acompañan personajes como Cervecix (que cayó en una marmita de cerveza cuando era pequeño y vive en total estado de ebriedad, por lo que no le permiten fumar para evitar la mezcla de droga y alcohol), Dealerix (el proveedor de todo tipo de drogas para los aldeanos, “al que todos en la aldea llaman el sensei” podríamos decir), Bajónix (jefe de los holandeses y eximio cocinero para cuando pinta el hambre) y el bardo Freddymércurix, entre otros. La historia gana mucho si uno ha leído por lo menos una aventura de las originales pero, al combinar la parodia de la historieta con el tema de la marihuana, se vuelve disfrutable incluso para los que no conozcan (desafortunadamente) la creación de Goscinny y Uderzo (a quienes está dedicada la parodia).
Voy a cambiar de receta por esta vez (y voy a cambiar el humor)
Tomando como base el primer libro de Astérix (Astérix el galo), en el que un romano se infiltra en la aldea para descubrir el secreto del poderío de esa minúscula aldea que resiste al conquistador César, Rodas y Pan (autores del guion) cambian la pócima de la fuerza –que era la clave de los galos– por la marihuana, para aprovechar algo que sin duda ya estaba en germen: el consumo de una sustancia que tiene consecuencias sobre la realidad (sobre la forma de la realidad, a través de la percepción o de la acción). A partir de ahí, como si los guionistas se hubieran convertido en un Fontanarrosa bajo los efectos de estupefacientes, delirio y creatividad se toman de la mano y comienza a sucederse una serie de homenajes y parodias que van desde Pulp Fiction hasta los Thundercats, pasando por James Bond, aunque como dije anclada fundamentalmente en el universo creado por Goscinny y Uderzo (las onomatopeyas que cubren cuadritos enteros, los cartuchos de texto con marcas ridículas de tiempo y distancia, las discusiones entre Marihuanix y Cervecix, etc.). Esas alusiones, de todos modos, son lo suficientemente claras y generales como para que no haya que ser un experto en cine o en series para captarlas y son, además, referencias que el público local conoce más que bien. A eso se agregan, también, algunos toques como un partido de fútbol interminable y violento y un ánimo de boludeo típicamente argento, de modo que se configura una suerte de perspectiva argentina de la parodia, una apropiación criolla de una historieta bien europea.
Pinta tu aldea
Párrafo aparte (y hasta una nota aparte) merece el dibujo de Nahuel, que firma con su nombre de pila pero que podría agregarse tranquilamente el apellido Uderzo (aunque sabemos que en realidad es Sagárnaga). Nahuel, en un tour de force admirable, descuella tanto al reproducir el estilo y la narrativa de Uderzo como cuando tiene que innovar –ateniéndose al estilo del francés– para incluir referencias gráficas que no estaban en el original. Su interpretación de la gordura de Obélix, por ejemplo, es un hallazgo, e impecables son también las expresiones de las caras de los personajes que se encuentran totalmente drogados. Pero claro: no es lo mismo haber fumado un porro que haber tomado cocaína, y ambas situaciones tienen resoluciones gráficas diferentes y perfectas. La puesta en página y en cuadrito, amén de que respeta el espíritu uderziano, revela a Nahuel como un dibujante lleno de recursos, detallista y preciso (que no son la misma cosa), dueño de una soltura envidiable y de una precoz madurez. Y uno no puede más que desear que algún día los autores hagan la apaisada parodia Putoruzú y podamos ver, de la pluma de Nahuel, versiones de los personajes de Dante Quinterno (y así quizás llegaría la legalización del matrimonio gay).
Sabemos que marihuana se escribe con hache, pero no sabemos dónde hay que escribirla. De ahora en más, aprendamos que se escribe así: Mariuanah!
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