Si te digo que leí un comic donde lo más parecido a un héroe es un cura homosexual que cuando era joven perteneció a una pandilla de criminales y abusó de un nene de 11 años… nos fuimos a la mierda desde temprano, ¿no?

MW: Maldad de la Buena

15/07/2009

| Por Andrés Accorsi

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HEROE SE BUSCA

A ver… si yo te digo que leí un comic donde lo más parecido a un héroe es un cura homosexual que cuando era joven perteneció a una pandilla de criminales y abusó de un nene de 11 años… nos fuimos a la mierda desde temprano, ¿no?

Pero pará, que todavía no te conté quién es el villano: el nene de 11 años abusado por el cura crece y se convierte en una especie de genio del mal: estafador, violador, secuestrador, asesino y con una meta: cometer un genocidio. Pero primero, tiene que hacerle pagar por su crimen a otros casi tan jodidos como él. Aquella noche en la que el luego sacerdote Garai lo poseyó en una cueva, un gas letal se expandió sobre la isla Okino Mafune y liquidó en pocas horas a sus 800 habitantes. Claro que esto jamás salió a la luz, gracias a una compleja trama de coimas, favores políticos e impunidad urdida por importantes políticos japoneses y las fuerzas militares yankis, de cuya base salió el gas conocido como MW. Protegidos por la cueva, Garai y el entonces niño Michio Yuki zafaron de morir fulminados, pero Yuki vio su sistema nervioso seriamente afectado. Desde entonces, no sólo sabe que se va a morir joven: también perdió todo reparo, ética o conciencia a la hora de ejecutar sus planes y a la vez ganó un amante que –prolijamente manipulado- se convertirá casi a su pesar en el cómplice de sus mefistofélicos planes.

Las maldades que hace Yuki en estas casi 600 páginas no tienen límites. Muchas veces disfrazado de mujer (su familia le dio a Japón varios notables actores de kabuki), este joven apuesto y de modales afeminados comete las tropelías más aberrantes, en una escalada que lo lleva no sólo a arruinarle la vida a los responsables de la masacre del gas MW, sino también a muchísimos inocentes y por supuesto, al padre Garai que de inocente tenía poco al empezar la historia y cuya búsqueda de la redención llega mal y tarde, como casi todo.

Y si el padre Garai y su chamuyo de bondad y paz interior no logran frenar a Yuki (ni siquiera cuando este intenta acostarse con el cura), ¿a quién recurrimos? Hay un fiscal pelilargo y con una inteligencia digna de Columbo, que va a tratar de desenmascarar al perverso joven, pero siempre va a llegar tarde. Mientras tanto se apilan los cadáveres, las estafas, los secuestros, las pobres minitas que se enamoran de Yuki y terminan invariablemente mal y las mentiras de este crápula seductor que se mete en el bolsillo a empresarios, políticos y militares con tal de escalar hasta los inalcanzables autores del silenciado genocidio de la isla.


CATEDRA DE MALA LECHE

A todo esto, no te dije quién es el autor de esta historieta. Por ahí los nombres de los personajes te dieron una pista. No es Garth Ennis, ni Brian Azzarello, ni Warren Ellis, ni ningún otro prócer de la mala leche nacido en Occidente. Todas estas atrocidades nacieron de la mente privilegiada del Manga no Kamisama. Sí señor, el mismísimo Osamu Tezuka. El de Astroboy, la Princesa Caballero y Kimba. Ese señor bueno, que hacía manga para chicos en los ´50 y ´60, a principios de los ´70 pegó un giro brutal y entre 1976 y 1978 serializó en las páginas de Biggu Komikku esta obra maestra de la crueldad, que –tampoco te lo había dicho- se llama MW, como el mortífero gas que acabó con todos los isleños de Okino Mafune.

Acá el Manga no Kamisama le juega todas las fichas al guión. No esperes un dibujo tan sofisticado como el de Adolf, ni los majestuosos experimentos narrativos y expresivos de Oda a Kirihito. La faz gráfica cumple sobradamente, pero se propone apenas acompañar al guión. Hay escenas gloriosas, páginas de alto vuelo expresivo, paisajes fastuosos dignos de Jiro Taniguchi, pero el impacto no pasa tanto por ahí.

Lo grosso de MW es sin dudas el guión, esa trama compleja y cautivante que urde Tezuka en torno a Michio Yuki y su magistral plan para asesinar a millones de personas. El desfile de personajes es intenso, variado y rico en caracterización. Incluso algunos tercerones están muy, pero muy bien trabajados y definidos, como para que cada nueva víctima que se cobra Yuki cause un verdadero escozor en el lector. De los “actores” que suelen aparecer en diversos roles en las distintas obras de Tezuka, el único que tiene un rol (bastante secundario) en MW es Shunsaku Ban, el viejo y querido «Mostacho», que interpreta a un nativo de Okino Mafune que zafó de la masacre por estar de viaje y al que le pagaron por no recordar nada.


NI OLVIDO NI PERDON

Como en sus otras obras maestras, Osamu Tezuka disfruta al plantearnos un dilema moral, incómodo como tampón de virulana.

A ver: Yuki es un perverso irredimible, dañino y corrupto como pocos personajes en la historia del manga. Pero, ¿es el villano? ¿Estamos seguros? ¿No es más malo el tipo que lo violó cuando él tenía 11 años? ¿No son más malos los que causaron un genocidio y después coimearon a medio mundo para mantenerlo en secreto? ¿No es obvio que si Yuki se quedaba en el molde, tranquilito en su laburo de ejecutivo de cuentas en un banco, la masacre de la isla Okino Mafune quedaba impune? ¿Será por eso que uno –asqueado y todo por las tropelías que comete- muy en el fondo lo quiere ver ganar?

Ese dilema, agravado por el vínculo carnal que los une, es el que tortura durante toda la obra al padre Garai que, como confesor y amante de Yuki, sabe absolutamente todos los detalles del plan, pero en lugar de denunciarlo lo encubre. La relación entre ambos sobrevivientes es tensa, caliente, erótica por momentos y trágica en otros, tan atractiva y conflictiva que la trama de MW descansa en ella durante extensos pasajes. Hoy que está de moda poner personajes gays en los comics, casi no nos damos cuenta de lo arriesgado que fue para Tezuka plantear una relación homosexual como centro de una obra hace más de 30 años. Y encima con un sacerdote católico involucrado, lo cual a los japoneses por ahí no les importa, pero en la Sudamérica, Italia o España de los ´70, te condenaban a la hoguera por mucho menos.

Demasiado extenso para convertirlo en largometraje con actores y demasiado escabroso para adaptarlo al animé, MW es un manga perfecto. Una de las gemas insuperables que nos obsequió el Manga no Kamisama en su etapa de madurez, cuando se volcó a los temas más reales, jodidos y hasta peligrosos. Está publicado en castellano por Planeta-DeAgostini y en inglés por Vertical, como para que nadie se quede afuera.

Aguante MW. Aguante el manga para adultos. Aguante el Mal.

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