Los límites del lenguaje
En nuestro país, el miembro de OuBaPo más difundido es el suizo Mathieu Bailif, más conocido por el seudónimo con el que firma sus obras: Ibn al Rabin. Varios de sus experimentos cortos fueron publicados por la editorial Burlesque, en su colección Burlesquitas, así como también uno de sus trabajos más extensos, La vuelta descremada (Retour écrémé), de 2003. Trabajando con la puesta en página, la repetición y disposición de las viñetas, y un dibujo compuesto exclusivamente por siluetas, Rabin narra aquí distintas instancias de un apocalipsis zombie desde variados puntos de vista.
Aunque no forma parte de OuBaPo vale la pena destacar también la obra de Marc-Antoine Mathieu, un autor que de forma permanente trabaja con los límites del lenguaje historietístico, en obras como 3 segundos (una historia de 67 páginas contada durante los tres segundos que dura el rebote de un rayo de luz sobre una serie de espejos) o la serie de Julius Corentin Aquefacques, prisionero de los sueños. Los seis tomos que hasta el momento integran esta saga tienen alguna característica formal particular, pero es especialmente interesante el último, “Le Décalage” (2013). Aquí el libro arranca en una página de la historieta (la 7) en la que los personajes necesitan encontrar el comienzo de la historia y “atraviesan” la obra, con páginas destruidas (literalmente) en el medio y un “final” que conviene no revelar.
Viaje al corazón de OuBaPo
Diego Agrimbau es uno de los autores argentinos que más se ha acercado al grupo OuBaPo. Durante la residencia en la Maison de Auteurs que realizó en 2011 junto a Lucas Varela, el libro en el que estaban trabajando, Diagnósticos (la serie de historias que juega con las formas del relato historietístico y se relacionan, a su vez, con alteraciones de la percepción) llamó la atención del grupo Chifoumi, organizador del festival/ residencia Pierre Feuille Ciseaux (Piedra Papel Tijera). Durante la semana que duró su estadía en ese lugar (un complejo con varias estancias que data del siglo XVI), trabajaron junto a un grupo de varios artistas en consignas de OuBaPo y otras propuestas sugeridas por los propios participantes.
“Éramos 30 de todo el mundo. Yo fui sin entender qué era” contaba Agrimbau en el panel de La historieta argentina en Filo. “Con Lucas teníamos miedo, no sabíamos adónde estábamos yendo, era en el medio del campo y lejos de todo. Los primeros días nos duró un poco ese miedo. Después a Lucas se le fue porque se dio cuenta que eran todos dibujantes y estaban todos dibujando con conceptos y consignas como las de OuLiPo. Él enseguida ya estaba como chancho con todos, dibujando, haciendo serigrafías, fotocopias, había de todo para hacer. Yo me seguía sintiendo medio raro porque era el único guionista, fui casi por una cuestión de necesidad”. Finalizada la semana, se abrió el lugar al público, para que pudiera acercarse a los resultados de la experiencia.
Sobre el contacto del público francés con Diagnósticos, Agrimbau relata: «Recibí una devolución más entusiasta de gente que no era oubapiana, de lectores casuales o inquietos que andaban por ahí, o de críticos. El oubapiano era más raro. Por ejemplo, me acuerdo de hablar con alguno de ellos que me decía, con respecto a «Claustrofobia»: ‘ah, esto ya lo hizo François no-sé-cuanto hace cinco años’… Bueno, ¿le debo plata? Cosas así, entre competitivas y de ver quién sabe más del tema. Otros se entusiasmaron más. Se lo pude hacer leer a Thierry Groensteen, que es como el crítico de Ratatouille. De cara es igual, también. Y es malo, bien malo, todos le tienen una especie de bronca. Obviamente, se lo di, quería que me bastardeara. Y luego me dijo que lo había leído atentamente y que ‘algunas historias están bien’, y me lo devolvió. (…) Cuando contaba eso en la Maison de Auteurs, me dijeron ‘¡ah, le encantó!’. Si te decía eso, era el máximo elogio que te podía dar”.
En el contexto de la residencia, Agrimbau y Varela crearon el Comicubo, una serie de dados entrelazados, que pueden moverse y cambiarse de lugar, y que en cada caso muestran un aspecto distinto de una historia. Un juego muy interesante para el lector y un desafío para encontrar nuevos sentidos (y también para armarlo). “Yo quería que se moviera y que generara sentido en diferentes posiciones” cuenta el guionista. “Tuve qué pensar qué se podía contar ahí, porque no tiene principio ni final, no hay tapa y contratapa. Primero, tenía que ser algo sin fin, un loop, algo de lectura infinita. Además tenían que poder coincidir distintos cuadritos a la vez, pero me di cuenta que habían cuadritos «blancos» y «negros», y nunca coincidían dos blancos ni dos negros. Pongas como pongas el cubo, nunca quedan pegados. Eso podía ser una conversación donde habla uno y responde el otro, con muchas posibilidades. ¿Qué es una conversación sin fin? Una pelea de pareja. Empecé a probar una noche, enfermo, poniendo textos que pudieran ser leídos en muchos órdenes distintos. De la primera versión que hice de este Comicubo, uno de los primeros en leerlo fue Groensteen, este crítico maligno. Se lo doy pensando que con eso sí lo iba a sorprender. Lo mira fríamente, se queda dos minutos haciéndolo girar, leyéndolo (lo había hecho en inglés), y después de un rato me dice «este cuadrito está mal». Son 64 y encontró el único que estaba mal, y me lo dijo. Un genio”.
El Comicubo se publicó aquí en el #95 de la revista Fierro (septiembre de 2014) y también se entregó como obsequio en la pre-venta de Diagnósticos, editado por Hotel de las Ideas e Historieteca.
Problemas del Primer Mundo
De las cuestiones surgidas en el panel y el repaso por la historia y las consignas de OuBaPo surgió la problemática de la narrativa dentro de estos experimentos. De lo que se aprecia en las obras y lo que puntualizó cada uno de los panelistas, la intención de “contar una historia” (ya no hablemos de una manera clásica, sino de cualquier manera) es para OuBaPo una cuestión secundaria, cuando no inexistente. Además, es cuestionable el concepto de “restricción” como algo que permitiese expandir los límites del lenguaje y ofrecer un campo más fértil para nuevas búsquedas. Sobre estos temas, Agrimbau aporta que “terminé de entender que para ellos la gracia está en el acto de investigación pura. A ellos los franceses los llaman los científicos de la historieta, los que están para hacer investigaciones sobre diferentes posibilidades de crear sentido con secuencias. Lo de contar historias es otro asunto. Vos podés llegar a aplicar eso que investigaste en una historia, pero eso es otra cosa”.
Sin la narración como objetivo principal, queda dando vueltas el interrogante del valor que encierran estos experimentos; si sólo se quedan orbitando en un sencillo pasatiempo intelectual, o hay algo más allá de eso. Y, más aún, si despojada de la intención narrativa, la historieta puede seguir llamándose como tal. Sabemos de los ejemplos de historieta abstracta (tema para otra nota que eventualmente abordaremos), pero no hasta qué punto entra en conflicto con aquella definición canónica de “imágenes en secuencia deliberada”. ¿Y cómo debería leerse una historieta así? ¿Cabe, incluso, usar el verbo “leer” si no hay narración? Preguntas que quedan en el aire de un lenguaje joven –en comparación con otras artes, por supuesto- que todavía tiene mucho campo para jugar, expandirse, deformarse, contradecirse y, de cara a un futuro con nuevos soportes y hábitos de lectura, reinventarse una y otra vez.
Agradecemos a Grisel Pires dos Barros por el registro del panel en Filosofía y Letras.
Dejanos tus comentarios:
Tenés que iniciar sesión para poder comentar.