Para los egipcios, Seth es el nombre de una deidad del inframundo que representa la fuerza bruta de lo tumultuoso, lo incontenible. Es un señor del caos, dios de la sequía y del desierto. Para los canadienses (y para los amantes de la historieta alternativa mundial), es el pseudónimo de un dibujante fanático de la revista The New Yorker, dueño de una sensibilidad particular y tan amante de un estilo de vida retro que solamente viste traje y corbata. Vale aclarar que a Gregory Gallant le mintieron: en su juventud, mientras atravesaba una fuerte etapa punk, le contaron que Seth era el dios egipcio de la muerte, así fue que decidió utilizar ese nombre con intenciones disruptivas propias de su nueva identidad de ahí en más, al punto de pedirle a su mamá que lo llame de esa forma y no Gregory (o cualquier tipo de diminutivo cariñoso). Resulta irónico que, ya abandonado ese estilo de vida “rock and roll suicide”, siga utilizando ese nombre tan de choque y que, encima, se lo relacione con un tipo de historieta sensible. Pero qué importa.
Como quedó implícito, Gregory nació en Clinton (Ontario, Canadá) en 1962. Último de cinco hermanos, tímido y falto de amistades, se aferró a los cómics con tanta pasión que terminó en la Escuela de Arte de Ontario. De ahí se fue a Toronto, donde su primer trabajo profesional como dibujante fue Mister X, donde le tocó reemplazar nada más y nada menos que a los Bros Hernández en el proyecto de Dean Motter. De ahí, y tras conocer a Chester Brown, comenzó una pequeña militancia fanzinera hasta 1991, donde pega onda con la editorial clave de su país, Drawn & Quarterly, con la intención de, por supuesto, tener su propia antología donde se pueda expresar mejor artísticamente. Seth no estaba contento con ser la persona que realizaba las ideas de otros, quería mostrar las suyas, que eran completamente distintas a la idea retrofuturista de Motter. Así es que aparece, de la mano de Chris Oliveros, Palookaville (a veces escrita como Palooka-Ville).

De las varias antologías que vimos (y veremos), Palookaville es de las más irregulares, aunque también duró bastante. Su primer número salió en Abril de 1991, y el último, el 23, apareció en Julio del 2017. Por momentos salían dos números al año, a veces anualmente y bueno, en su último momento aparecía cuando pintaba. Así y todo logró trascender por ser el espacio donde Seth parió dos de sus obras largas (que él elige llamar “picture novel” o “novela en imágenes”) además de hacerlo por la altísima calidad artística: It’s a Good Life, If You Don’t Weaken (serializada entre los nºs 4 y 9) y Clyde Fans (del 10 hasta el final). Dato de color: los últimos cuatro números fueron publicados en tapa dura.
Antes de meternos con las historias, una breve mención a los primeros tres números. A diferencia de otras antologías que cuentan con tres o cuatro historias cortas, acá las 30 páginas que dura cada número las ocupa una única historia (los números 2 y 3 cuentan una larga, que tranquilamente se podría recopilar como una novelita gráfica de casi 60 páginas). El nº 1 trata sobre una anécdota que le ocurrió a Seth cuando tenía el pelo largo y blanco, donde un grupo de pibes lo cagan a trompadas. El 2 y 3 lo ocupa “Beaches”, la historia de un adolescente que, durante un trabajo de verano como cocinero. se enamora de la esposa del dueño, que solo busca coger un par de veces con el chico y nada más. Esta historia ya adelanta que una de las obsesiones del dibujante es la melancolía y que su disfrute está en contar historias contemplativas… además de autobiográficas, como vimos en el debut y como veremos explotar ahora.

Como decía antes, entre finales de 1993 y mediados de 1996, Seth publicó It’s a good life… una historieta que, si somos despistados, podríamos calificar como “autobiográfica”. Sí, hay un personaje principal llamado Seth que viste de traje, corbata, sombrero y maletín; tiene un amigo llamado Chet (Chester Brown), es un historietista fanático de los dibujantes del New Yorker y vive rodeado de gatos. Pero como dijo Gregory mismo, más allá de estos puntos en común (yque el punto disparador de la historia es real), no es algo que le haya pasado a él, sino que es una exageración absoluta de la idea de la historieta autobiográfica. El Seth de esta historia está obsesionado con Kalo, un caricaturista del que existe poco material y se sabe lo mismo. Así emprende una búsqueda documental mientras a su vez plantea mediante soliloquios (la especialidad a nivel guion de Seth-autor real) su desencanto con la “vida moderna” (este relato transcurre a finales de los ´80) y su aprecio por la forma de vivir de principios del Siglo XX… otro aspecto que el dibujante de carne y hueso aplica en su vida hasta el paroxismo (tampoco usa celular como cierto editor de cierta revista digital de divulgación nac&pop).
Más allá del detalle de si es una historia real o no, el obsesionario del artista está más que claro: él se sincera consigo mismo de una forma que solo podría ser válida en (y perdón la ironía) una autobiografía. Si Adrian Tomine mostraba una neurosis insoportable, acá es tan soft que pasa por tierna: el Seth-personaje es un nabo al que le tomás cariño más allá de su forma de ser testaruda.

Lo que vino después es un tour de force en todo sentido (para bien y para mal también). Clyde Fans, que en su formato físico y recopilado es un mamotreto de casi 600 páginas. Son cinco partes donde Seth cuenta la historia de una fábrica de ventiladores. Literalmente es eso. En las primeras 100 páginas, el ex-dueño de la fábrica, Abe Matchcard, cuenta cómo se fundó, cómo empezó a trabajar como vendedor puerta-a-puerta, el auge y caída de Clyde… y ahí comienza la historia de su hermano, un tímido vendedor bastante inútil del cual la familia espera poco y nada. Lo interesante es cómo elige narrar Seth, porque si a uno lo agarra desprevenido, se va a encontrar con un libro largo de verdad, sobre todo por la cantidad de tiempos muertos, cantidad de viñetas mudas que sólo ilustran paisajes (y que sirven para que el ídolo pele chapa como un dibujante del carajo), y bueno, no nos engañemos, ¿a quién carajo le importa saber cómo se vende un ventilador? Pero Seth sabe cómo contarte una historia, te engancha como quien cuenta una anécdota larguísima pero cuyo remate vale la pena.

Claro que la gracia está en cómo narra y por qué elige llamar a sus recopilaciones como “novelas ilustradas”. Seth carece de narrativa ágil y dinámica. Mantiene casi siempre una grilla de nueve viñetas, que a veces se convierten en doce o más (no al nivel Wimbledon Green, que de tanta viñeta chiquita, todos los dibujos son “talking heads” – y ya que estamos, recomiendo mucho Wimbledon Green, pero como diría Peter David, “I digress”), y muchas de estas viñetas, además de incluir dichos paisajes (le encanta dibujar naturaleza y ciudades), generalmente no son viñetas cargadas. Eso sí, la perfección geométrica de sus edificios y su estilo full influenciado por los artistas del New Yorker son un lujo y placer. Capaz que si uno está más acostumbrado a una literatura comiquera llena de acción, acá se puede torrar. Pero vale la pena meterse en estos mundos lindos, contemplativos y llenos de una nostalgia que no se torna triste. Una añoranza feliz de tiempos que, quizás, solamente Seth extraña.
Si bien las historias “cortas” no están recopiladas, sí lo están It’s a good life… y Clyde Fans, tanto en su idioma original como en español, ambas publicadas por Salamandra Graphics.

6 respuestas a «Palookaville»
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Unrelated pero Gracias Gonza por recomendar a Benjamin Marra en esas dos notas , ahí leí Terror Assaulter y me cagué de la risa. Comentoo acá en vez de la nota de Benjamin Marra por qué parece que solo se pueden ver los comentarios de notas nuevas aún, no de nada de antes del cambio
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¡gracias, Rod! El chiste con Seth es que justamente carece de narrativa. O más bien, la hace bien larga y contemplativa. Hay páginas de Clyde Fans que son solo imágenes urbanas medio random que, si no te interesa ver el detalle con el que se maneja, las pasas de largo en segundos. Para mi su genio radica en el trazo tan particular y en lo que elije contar. Wimbledon Green me parece superior a las dos historietas que mencioné acá, que también están bastante bien (Clyde Fans me aburrió mucho, igual)
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Buenísima nota Gonzalo, tanta data! no tenía idea lo del origen del pseudónimo «Seth». Me encanta como dibuja pero su narrativa se me hace medio cuesta arriba a veces. Gracias por todas estas notas sobre antologías. Excelentes todas
(antes que cierren los comentarios dejo esta buena onda jaja) -
Kalo no existe, NN. Ahora, que Seth sea un obsesionado por ese tipo de dibujantes (Caricaturistas del New Yorker y similares), es una realidad.
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Le había entrado con tantas expectativas a «La vida es buena si no te rindes», que cuando la leí me supo a poco; prefiero cualquier historia de Tomine -desde las cortas a Shortcomings-. En algún momento volveré a intentar una relectura o rastrear algún material más de Seth. ¡Ah! Yo había entendido que «Kalo» era por completo ficcional.
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Muy buena nota Gonzalo, me cebaste, me llamo la atención la idea de hacer de un tema a priori tan aburrido como vender ventiladores una buena historia.
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