Si hablamos de familias disfuncionales en la animación, lo primero que viene a la mente son series como The Simpsons o Family Guy, con un humor basado en altos niveles de idiotez y una dosis de resentimiento. El clan protagonista de Mis vecinos los Yamada, por otra parte, posee un nivel de disfuncionalidad más universal con el que es fácil identificarse. Basada en una tira cómica de Hisaichi Ishii y dirigida por Isao Takahata, esta película de 1999 presenta un humor fino y perceptivo, con una mirada cínica pero a la vez cargada de afecto.
La película relata la vida diaria de la familia Yamada, compuesta por Takashi, el patriarca; su esposa, Matsuko; los dos hijos del matrimonio, el adolescente Noburu y la pequeña Nonoko; y Shige, la madre de Matsuko. A esto hay que sumarle un perro taciturno llamado Pochi, que jamás le da bola a nada de lo que sucede a su alrededor. Al comienzo, los recién casados reciben el consejo de estar juntos no solamente en tiempos difíciles, sino también en períodos de calma, cuando es más fácil alejarse y perder el rumbo.
La vida familiar en esos períodos de calma, cuando no hay grandes conflictos de por medio, es el tema central de la película, y los vemos en una sucesión de cortos con títulos como “Lazos entre padre e hijo”, “Papá como modelo a seguir” o “Supremacía patriarcal restaurada”. Muchas de las situaciones presentadas seguramente te remitirán a tu propia vida familiar; la lucha por el control remoto, devanarse los sesos pensando qué preparar para la cena, comer fideos por cuarto día consecutivo, los interminables debates acerca de quién tiene más derecho a la propiedad familiar, perder un chico en el centro comercial, la emoción del primer amor, y muchas otras situaciones cotidianas que en su conjunto forman el retrato de una familia como cualquier otra, en el contexto de una casa que siempre está peligrosamente cerca de convertirse en un chiquero donde reina la anarquía.
Las relaciones entre los personajes y sus reacciones se sienten muy naturales y creíbles; en ese sentido, la interacción entre Matsuko y su madre es de lo más notable. Shige es una mujer algo desagradable y, como toda vieja, no le importa si te gusta su opinión o no, simplemente porque el tener más años que vos le da derecho a decir lo que se le antoja. Su papel es cumplido con tanto aplomo que , en muchas ocasiones, hace quedar a su hija como una nena despistada. La verdad detrás de esto es muy simple: no importa la edad que tengas, mamá siempre tendrá autoridad sobre vos. Pero gran parte de la película está dedicada a las mini-batallas entre los esposos con el objetivo de desligarse de los tediosos quehaceres diarios; por supuesto, si de golpe comenzaran a mostrarse cariñosos uno con el otro y organizaran su vida doméstica de una vez por todas, el delicado equilibrio de la vida familiar se perdería.
Mis vecinos los Yamada tiene el mérito de ser la primera producción de Ghibli en usar animación digital. Visualmente, la película conserva el aspecto de una tira cómica, con personajes dibujados en estilo caricaturesco y fondos con mínimos detalles. Los bordes de la imagen generalmente están difusos y desprovistos de color, mientras que el resto está coloreado con tonos pastel. A esta simpleza visual le acompaña una animación detallada, con movimientos sutiles y expresiones faciales que son esenciales para transmitir el humor y encanto de las situaciones presentadas. Varios de los segmentos cierran con haikus de poetas japoneses como Matsuo Basho que encajan perfectamente en la temática de la película. Hay que destacar que la secuencia de apertura está brillantemente realizada, con los primeros años de la pareja, la llegada de los hijos y luego, de la abuela, representados como un paseo por un parque de diversiones.
No es de extrañar que el material de origen haya llamado la atención de Takahata, considerando que es un reflejo de sus temas favoritos: la familia y la vida simple. El punto en contra es que una tira cómica no es el mejor formato para un largometraje de casi dos horas de duración, y el verdadero desafío de la película es mantener el interés del espectador a pesar de la falta de un argumento central. Si bien los cortos son entretenidos y fáciles de disfrutar, el ritmo comienza a decaer hacia la mitad; tampoco ayuda que la segunda mitad de la película contiene los segmentos más largos y menos humorísticos. La ventaja es que la falta de continuidad entre los cortos te permite verlos por separado en caso de que la película se te haga demasiado larga.
No parece nada extraordinario, ¿no? Excepto que la increíble percepción de Takahata hace que esto no sea tan simple como suena. Porque incluso en las situaciones más increíbles y exageradas, el humor nunca es payasesco, sino que está basado en una aguda observación del comportamiento humano. Es una comedia sutil con un atractivo que trasciende diferencias culturales, y una prueba más de la calidad artística de su director.
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