Verse forzado a estar a la altura de un padre famoso debe ser una situación ingrata para cualquiera, especialmente si el padre en cuestión es considerado uno de los mejores en su profesión. Goro Miyazaki, paisajista y curador de museo, se expuso a odiosas comparaciones al decidir asumir la dirección de Gedo Senki (2006), basada en el universo creado por Ursula LeGuin en sus Cuentos de Terramar. No solamente era su primera vez como director, sino que la película, por su pedigree, debía estar en compañía de las obras de su padre. Quizás no sea justo mencionar a Miyazaki padre al reseñar Gedo Senki, pero es prácticamente imposible no hacerlo.
Hayao Miyazaki había solicitado los derechos para una adaptación de Cuentos de Terramar en 1984, y en ese momento, la autora se los negó, igual que a todos los demás. LeGuin cambió de idea 20 años más tarde, luego de ver Mi vecino Totoro y quedar maravillada con la obra del estudio. Pero en ese momento, Hayao estaba ocupado con El increíble castillo vagabundo y su hijo, Goro, decidió hacerse cargo de la película. Entonces se produjo un distanciamiento entre padre e hijo, y la relación fue tensa durante toda la producción; Hayao pensaba que su hijo no tenía la experiencia necesaria para dirigir una película y llevarla a buen puerto. Obviamente, estas diferencias llamaron la atención más que la película en sí, y es probable que muchos la hayan visto simplemente por curiosidad: ¿papá tenía razón o no? Y aquí es donde la cosa se complica, porque es muy difícil evaluar a Gedo Senki en términos absolutos.
La película toma líneas argumentales y personajes de al menos dos novelas y las funde en una sola pieza que tiene como figura central al conflictuado Arren. Era príncipe, decidió matar a su padre, y huyó del reino. Amenazado por lobos y traficantes de esclavos, Arren encuentra ayuda y protección en un mago llamado Gavilán. Algo extraño está ocurriendo en su mundo; el equilibrio parece estar perdiéndose, y una de las señales es la aparición de dragones en el mundo de los humanos. El viejo némesis de Gavilán, un mago oscuro llamado Cob, intentará aprovechar el comportamiento irracional de Arren para sus propósitos, lo que podría afectar a Terramar para siempre.
El primer problema parte desde la misma base de la película: el guión. Es un compilado de distintas fuentes en apenas dos horas, y deja la sensación de que la historia está incompleta de alguna manera. El guión constantemente nos da información que no necesitamos, o cuya relevancia para la historia no conocemos. Pareciera que se da por hecho que el espectador conoce a fondo la mitología creada por LeGuin; el mundo de Terramar es completamente ignorado, y lo único que parece distinguirlo es la presencia de dragones. Como consecuencia, la película carece del carácter épico que debería tener al ser una historia basada en un clásico de la fantasía. Nunca vemos el impacto dramático que los eventos supuestamente deberían tener, y a pesar de que algunas vistas a lo largo del viaje son asombrosas, queda la sensación de que no estamos viendo más que una mínima porción de este mundo. Más allá de los dragones, no hay nada que le confiera a Terramar una identidad propia.
Además, la falta de cohesión es demasiado notoria. La secuencia de apertura contiene dos escenas impactantes: una batalla entre dragones, y Arren apuñalando a su padre. Están muy bien logradas, pero no se establece cuál es su relevancia en los eventos que siguen. Algo similar sucede con el conflicto interno de Arren y su eventual autorrealización, que se sienten más como un bonus track que como parte integral de la historia. Y como si esto fuera poco, la ausencia de un muy necesario sentido del humor hace que la película se vuelva demasiado solemne y, en última instancia, aburrida.
Otro problema es que, a pesar del esplendor visual, en ese aspecto la película palidece al ser comparada con otras obras de Ghibli. Mientras otros animadores del estudio le ponen su sello personal a sus películas, Miyazaki hijo demuestra tener limitaciones a la hora de adueñarse del aspecto artístico; a pesar de que es impresionante por momentos, se ve más como un clon de Hayao. En cuanto a los personajes, los diseños son, cuanto mucho, correctos, pero el escaso trabajo de caracterización la resta interés a la historia.
Por supuesto, no todo es malo. Hay algunas vistas espléndidas. La banda de sonido es hermosa y conmovedora. Hay momentos evocadores, casi poéticos, como la parte donde una jovencita entona una canción a cappella. Pero estas cosas hacen que ver Gedo Senki sea aún más frustrante, porque cuando esos toques brillantes aparecen, son rápidamente absorbidos por el denso guión. Tener que describir una película diciendo “no es mala, pero…” definitivamente no es bueno bajo los estándares impuestos por Ghibli.
Dejanos tus comentarios:
Tenés que iniciar sesión para poder comentar.