El nº25 de Master of Kung Fu y el tercer Giant-Size son perlitas: historias autoconclusivas (una de ellas, bastante extensa) en las que Doug Moench y Paul Gulacy ya muestran una sincronicidad asombrosa. Ya está claro que, aunque a veces los argumentos parezcan la clásica lucha del héroe contra el villano del mes, hay un plan mayor, a largo plazo, que si prestamos atención, nos va a gratificar ampliamente. En el tercer Giant-Size además tenemos la vuelta del Doctor Petrie… ¿o realmente creías que Shang-Chi lo había asesinado a sangre fría en aquella primera aparición? Al pobre Gulacy lo flagelan con las tintas del ignominioso Vince Colletta, pero él igual pone lo mejor. En el nº27 tenemos ua gran confrontación entre Shang-Chi y Fu Manchu, pero lamentablemente no la dibuja Gulacy. Es entonces Moench el que descolla con unos diálogos inolvidables entre padre e hijo.

Lo de Moench es realmente sorprendente, porque en ese momento de auge de la serie escribía para la revista en blanco y negro, para el comic mensual a color y para los Giant-Size trimestrales, sin bajar nunca la calidad. Incluso en un momento Master of Kung Fu se empieza a publicar en el Reino Unido, en la revista semanal Avengers, y aunque no ponen un episodio completo por semana, rápidamente se les acaba el material publicado en EEUU. Así es como Moench se tiene que poner a producir (junto al dibujante Ron Wilson) segmentos de ocho páginas nuevos, para mandar a la editorial inglesa y que Shang-Chi no falte en ningún número de la revista Avengers. El guionista nunca tuvo reparos en confesar que el tema de las artes marciales no le interesaba para nada, que no era fan de Bruce Lee ni de la serie Kung Fu, pero lo que le gustaba era poder jugar con este personaje ingenuo, que veía el mundo con ojos de forastero, y al que le podía sumar enemigos y personajes secundarios con mucha libertad, para enroscarlos en una telenovela infinita, con sabor a pulp y sin salir de los confines de lo posible.

Con fecha de tapa Junio de 195 aparece el nº29 de MOKF, y ahora que ya no le exigen páginas para los Giant-Size, Gulacy se concentra en la revista mensual, donde se empieza a entintar a sí mismo, y donde lo vemos subir todo el tiempo la vara. Ahora el coordinador e MOKF es el mítico Len Wein, que le da rienda a Moench y Gulacy para que vayan a donde ninguna serie del mainstream de los ´70 se animaba a ir. Los autores empiezan a jugarse cada vez más por el espionaje, por supuesto sin dejar de lado las artes marciales, y los conflictos cobran un espesor moral que rara vez se ve en los comics de superhéroes. Los planes de Fu Manchu son cada vez más zarpados, los asesinos que manda contra Chi y sus aliados cada vez más letales y Master of Kung Fu está cada día más lejos de las típicas fórmulas de las historietas de acción de los años ´70.

Otra de las innovaciones de Gulacy consiste en cambiar un poco el peinado y los rasgos de Shang-Chi para que se parezca más a Bruce Lee. Y de hecho, recurre constantemente a fotos del ídolo para lograr expresiones faciales cada vez más convincentes. Incluso en una entrevista Gulacy revela que «usaba a mis amigos como modelos, pero menos de lo que lo iba a hacer más tarde. En aquella época no había videocassettes, no se podía alquilar videos, entonces con un amigo alquilamos una copia de Enter the Dragon en fílmico en una distribuidora, y la proyectamos en el auditorio de la Universidad de Youngstown. Ahí yo puse una cámara de 35mm y un trípode, y fotografié cuadro por cuadro toda la película. Uno por uno, congelamos cada fotograma y lo fotografiamos. Sacamos unas 400 fotos, una cosa ridícula. Y así fue como aprendí a dibujar a Bruce Lee, en una época en la que no había ni libros sobre él para tomar como referencia». De alguna manera, Gulacy se aseguró de que, una vez muerto Bruce Lee, siguiera vivo en las páginas de Master of Kung Fu. Y eso para los lectores resultaba fascinante. De pronto, el chico de 20 años que cayó a la revista de Shang-Chi sin saber nada de artes marciales («me habían dado Morbius, y yo por mí, me quedaba en Morbius. Con tal de trabajar, agarraba cualquier cosa: los Fantastic Five, el Cuñado de Daredevil, lo que venga») se había convertido en un referente y en una estrella.

Para esta época, además, Moench y Gulacy se conocen personalmente y rápidamente se convierten en grandes amigos. Wein los estimula para que se junten y conversen las ideas entre ellos, y así la serie cobra un perfil todavía más autoral. Es la época en la que se suman al elenco los agentes Clive Reston y James Larner (al que Gulacy dibuja como una especie de Marlon Brando joven) y cada vez más las aventuras empiezan a involucrar al MI-6, la agencia de espionaje británica, a la que si bien Shang-Chi nunca se une formalmente, va a responder como colaborador externo. Otros personajes que se suman al elenco son Leiko Wu (el interés romántico de Shang-Chi) y algunos villanos menores, pero pensados para volver de vez en cuando como The Cat, Mordillo, Shockwave, Razorfist y el más bizarro de todos, Brynocki, una especie de muñeco animado, como Pinocho, pero de metal.

A principios de 1976, cuando la serie llega al nº38, el equipo está afiladísimo y sube el listón todos los números, con historias complejas, de increíble intensidad, llenas de referencias al cine de espionaje y acción al estilo James Bond, con largas secuencias mudas, unos bloques de texto brillantes, peleas estremecedoras, persecuciones, traiciones, romance… una locura.
Y hay más, pero lo dejamos para la semana que viene.

Una respuesta a «Shang-Chi (parte 4)»
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La etapa de Gulacy en Master of kung fu es increíble y me parece con independencia del personaje.
Podrían haber tomado el hombre barrilete y hacer algo fantástico. Una prueba que el comic yanqui puede ser algo mas que superheroes
Por otro parte, si uno se fija, Glacy siempre mete caras de actores conocidos casi como un guiño. Black Tarr es Sean Connery y Fu man chu se parece a Cristropher Lee que lo habia encarnada en tres o cuatro pelis de siere b
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