Un final a la altura del mito
La miniserie de doce episodios de Supreme Squadron terminó en 1986. El cierre de la historia era dramático, apagado, con muertes irreparables y una inevitable sensación de pérdida. Pero en medio de tanta tragedia, un nacimiento vaticinaba que aún en los peores contextos, se podía vislumbrar una pequeña esperanza. Mark Gruenwald le había puesto punto final a una serie perfecta, y a uno de sus mejores trabajos en el medio. Pocos años después, desde Marvel le brindaron la posibilidad de realizar un nuevo número que permitiera descubrir qué sucedía luego de la batalla final de la miniserie. Y de ese modo, el guionista volvió a reunirse con el dibujante Paul Ryan, y en 1989 se publicó el especial titulado Death of a Universe.
Esa novela gráfica de casi cien páginas pone broche de oro a la colección, y sirve para comprobar el profundo respeto que Gruenwald tenía por sus personajes. Lejos de plantear una trama irrelevante, el guionista les brinda a sus personajes una posible redención, una idea de corregir errores del pasado y reflexionar sobre lo que les sucedió. En la historia aparece una misteriosa entidad que amenaza con destruir no solo la Tierra, sino también el universo. Con el objetivo de detenerlo, Hyperion y el resto del grupo comienza una misión casi suicida que los lleva a entablar inesperadas alianzas para unirse bajo una premisa en común. Con esta excusa, los personaje intentan cicatrizar viejas heridas y dejar atrás un pasado que los encontró enemistados.
Death of a Universe es una lectura pesimista, que confirma el tono amargo de la serie y ubica a los personajes frente a una amenaza que, poco a poco, comienzan a comprender que no podrán derrotar. Muy lejos de los superhéroes que todo lo pueden, Gruenwald plantea una última aventura que deja en evidencia la fragilidad de sus protagonistas, y el entender que los grandes poderes no son garantía de victoria. Es un último adiós a una serie que fue contra todas las tendencias dentro del mainstream y que aún hoy, a treinta años de su publicación, sigue vigente como una de las grandes obras dentro del género superheroico.
Sobreviviendo a los noventa
Los´90, se sabe, no fueron del todo felices para Marvel. A pesar de algunas obras puntuales, esa década estuvo marcada por los peores vicios de la industria, y no fue hasta los últimos años de ese período en el que la editorial supo reinventarse más a fuerza de calidad que de mercenarios volantazos publicitarios. Y en medio de esa marea, la figura del Squadron se diluyó paulatinamente. Quizá por desinterés, por respeto de muchos guionistas a no manosear la inmaculada obra de Gruenwald, o puede que por desinterés de una nueva camada de lectores que no había leído la serie original, los héroes del Squadron Supreme perdieron presencia en el cosmos Marvel. Pero eso cambió en 1998, cuando en el marco del celebrado relanzamiento de los Avengers de la mano de Kurt Busiek y George Pérez, el autor escribió un Annual que enfrentaba a los héroes más poderosos de la Tierra contra el grupo liderado por Hyperion.
Dibujado por Carlos Pacheco, y co-escrito por Len Kaminski, este episodio enfrentaba a los dos grupos una vez más. Lejos de su realidad, el equipo peleaba contra Capitán América y los suyos en un número en el que Busiek y Pacheco se dieron el gusto de reivindicar la importancia de esos personajes, al que muy pocos artistas entendían cómo sacarles el jugo.
En ese mismo mes, y a modo de prólogo a esa aventura, Marvel lanzó también New World Order, un one-shot que explicaba qué había sucedido con el equipo y por qué habían llegado a la realidad de los Avengers. De esa manera, con dos lecturas que no alcanzaron para revitalizar la popularidad del grupo, el Squadron Supreme poco a poco desapareció del mapa.
La reinvención de Straczynski
En Octubre de 2003 comenzó una nueva serie que se propuso releer los lineamientos básicos del Squadron Supreme, en clave salvaje. Bajo el paraguas del sello Max, muchas series de Marvel apuntaban a un público más adulto, aunque en realidad eso no fuera más que una excusa para incluir escenas un poco más subidas de tono, y con un nivel de violencia muy por arriba de lo que usualmente se veía en otras series de la editorial. Y para este proyecto, rebautizado como Supreme Power, el equipo elegido fue un verdadero lujo, con J. Michael Straczynski en los guiones y Gary Frank en el dibujo. A lo largo de 18 números, el guionista reimaginó al equipo pero bajándolos del pedestal de casi dioses, para llevarlos a lugares más sucios y con un tono que no cuesta asociarlo al que varios años después ensayó Garth Ennis en The Boys. Aquí Hyperion era criado en una base militar, o Nighthawk era un afroamericano que luchaba principalmente contra el racismo, entre otras diferencias fundamentales con respecto a la versión de Gruenwald.
Resulta absurdo comparar Supreme Power con Squadron Supreme, principalmente porque ambas apuntan a lugares muy distintos, y si bien tanto Gruenwald como Straczynski intentan deconstruir la imagen del superhéroe, las metas buscadas son muy distintas entre sí. Y el triunfo de Straczynski tiene que ver con tomar distancia de la miniserie original, y apuntar a personajes dueños de un cinismo más cercano a la sensibilidad del siglo XXI.
Esta colección dio lugar a un breve romance del público con estos personajes ahora renovados, y aparte de la serie de 18 números, Marvel también lanzó una miniserie de Hyperion publicada en 2005, escrita también por Straczynski y dibujada por Dan Jurgens, y en el mismo año otra mini de Nighthawk con guiones de Daniel Way y dibujos de Steve Dillon. Finalmente en 2011, Supreme Power volvió en una colección de cuatro números, escritos por Kyle Higgins e ilustrados por Manuel Garcia. Muy lejos de la calidad de su predecesora, aquí la trama enfrentaba a Hyperion contra Doctor Spectrum, en una saga que ponía un apagado cierre al relanzamiento que hizo Straczynski en 2003.
En los últimos años, poco se supo del grupo y algunas apariciones de sus integrantes no causaron demasiado interés. Más allá de la eficacia de Straczynski en su relanzamiento, o del intento de Busiek por revitalizar la imagen del grupo al llevarlos a las páginas de Avengers, no hubo ningún guionista que supiera capitalizar las posibilidades del equipo como lo hiciera Gruenwald en los´80. Y quizá eso haya sido lo mejor, porque en una industria que se cansa de traicionar la esencia de los personajes según los caprichos del guionista de turno, el Squadron Supreme aún conserva la esencia de Mark Gruenwald, el autor al que le debemos uno de los títulos más importantes dentro del inabarcable mundo editorial de Marvel.
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