Rebotado de la Shonen Jump por ser muy pornográfico, echado de publicaciones porno por ser demasiado salvaje. No hay un artista tan iconoclasta como Suehiro Maruo, promulgador absoluto del ero-guro-nansensu (anglicismo de erotic-grotesque-nonsense, más descriptivo imposible), una corriente de vanguardia surgida durante la Era Showa japonesa, producto de una apertura cultural que permitió el arribo de infinidad de estímulos artísticos occidentales.
El camino del artista fue bastante truculento: abandonó la secundaria para ser mangaka, en el medio fue preso por robarse discos de Pink Floyd y Santana, y a principios de los ´70, trató de debutar en la mítica Weekly Shonen Jump. Por supuesto, este Maruo primigenio ya mostraba sus habilidades repelentes, con una imaginaria pesadillesca y sexual que obviamente nunca predicó la publicación para jóvenes, por lo que el rechazo editorial fue total. Por tanto, el debut en papel del ídolo no llegaría hasta 1980, donde la editorial Sun decide publicar en una de sus revistas eróticas, la historia corta Ribon No Kishi. Acá comienza el lento ascenso de Maruo, pasando por diversas revistas para adultos, hasta que en 1982, Seirindo (la editorial de la revista Garo) recopila varias historias cortas en el seminal Bairiro no Kaibutsu (El Monstruo de Color de Rosa).
Este libro es uno de los pocos editados en español por Glénat, y esto no es un detalle menor, porque Maruo es de los artistas orientales cuyo éxito explota mucho más en Europa que dentro de las islas niponas. Sus influencias basadas en el expresionismo alemán son notorias (varias de sus historias recuperan imágenes de Nosferatu, e incluso El Monstruo de Color de Rosa incluye una falsa secuela del Dr. Caligari), además de rendir muchísimo culto a otras expresiones modernas occidentales (no serán europeos, pero en una historia corta aparece la tapa de Strange Days, de The Doors). Casi todas las historias de este libro no tienen pies ni cabeza, la narrativa se apoya en imágenes recontra-retorcidas que apelan a un shock value espeluznante, con una danza de sangre, tripas, guasca y caca que no cesa.
Y si de fluídos se trata, Maruo es el rey. A esta altura lo podríamos denominar el Eroguro No Kamisama: todas estas historias tienen su viraje al sexo, pero nunca del modo placentero. Violaciones en manada, torturas, sexo con menores, no hay tópico perverso que no haya sido tocado en este libro. Una muestra del horror más putrefacto está en Kawayanosuke el virgen, la historia de un bebé que es abandonado en una letrina pública, crece en las cloacas y se dedica a secuestrar chicas para violarlas entre aguas contaminadas. Este libro también recopila una suerte de prólogo o piloto de una historia larga, de la que hablaré un poco más en la próxima entrega.
Para finales de 1982 y principios del ´83, Blue Hayasido y Seirindo publican Q-Saku (inédita en español, vale la pena mencionarla porque incluye El Aspirante Flautista, que años después la revista Cimoc incluiría en un especial sobre historias de sueños, la primera publicación del mangaka en español) y DDT, respectivamente. Esta última sigue la línea del Maruo perverso y desatado, pero también colaría un poco de introspección en dos historias. La primera (Mi Juventud) es una sucesión de collages donde Maruo nos explica básicamente cuáles son sus influencias; y otra que lleva el nombre del libro, que podríamos considerar como un pequeño vistazo a su adolescencia como un estudiante que disfrutaba más de dibujar pijas y conchas que de prestar atención a un pizarrón. Para este momento, el artista ya se alejaba de las publicaciones porno para comenzar a figurar en las “grandes ligas” (por decirlo de algún modo) dentro de la revista Garo, la nave insignia de la alternatividad japonesa.
El siguiente gran hit es Paranoia Star, reeditado recientemente por ECC España, que incluye la monumental El Planeta de los Japos. Este unitario es una versión oriental de El Hombre del Castillo de Phillip K. Dick, donde fue Japón quien arroja dos bombas nucleares a Estados Unidos, y estos ganan la guerra a favor del Eje. 28 gloriosas páginas donde el maestro despliega todo su poderío artístico al servicio de una ucronía, con violaciones y decapitaciones incluídas. En este libro vemos otra de las obsesiones de Maruo: la simbología nazi, algo que también se percibe en la cantidad de chicos escolares dibujados con sus uniformes negro de corte militarizado. Además, tiene la saga de las Hormigas Eléctricas, donde muestra influencias más modernas, con un tributo absoluto a la película Videodrome de David Cronenberg, al punto de mostrar viñetas copiadas idénticamente a escenas de la película.
El cierre lo damos con Lunatic Lover’s, el último recopilatorio publicado en español, que recupera las historias del fines de los ´80 y principios de los ´90, con la primera aparición de un personaje del cual también voy a hablar en la próxima entrega. Las historias acá retratadas muestran una veta más onírica que sanguinolenta (aunque no falten pijas y sangre por doquier), Suehiro adquiere una tónica más existencialista, le da un cierto grado de desarrollo a los personajes (teniendo en cuenta que las historias no suelen durar más de 10 páginas), mostrando sus miserias desde un costado menos sexual y más introspectivo, como en Hoichi el Sordo, la historia de un pibe con deficiencia auditiva que canta canciones a los muertos.
Hasta acá vimos la primera década del maestro absoluto del ero-guro-nansensu. No sólo fuimos testigo de su absoluta estilización y destreza con los lápices, sino que también presenciamos el abanico absoluto de sus obsesiones. El sexo, las perversiones, la sangre, el nazismo y lo militar, lo ucrónico, la soledad y la falta total de esperanza, propios de un adorador (y practicante) tanto del muzan-e como de diversas corrientes pop occidentales. En 1984, Maruo le había tomado el gustito a hacer historias largas, pero para eso hay que esperar la próxima entrega.
(Muy pronto, la segunda arte)
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