Prez #1, camino a la presidencia
Había una época, no tan lejana, en la que las compañías de comics norteamericanas publicaban lo que fuese, a la espera de que algo pegase entre su audiencia, un tiempo en que el género superheroico no ejercía una dominación tan completa y las ideas extravagantes se filtraban por las grietas.
Ese período probablemente llegó a su punto mas alto en los años ‘70, década que ha sido caracterizada por muchos como el momento más amorfo de la evolución de los comics norteamericanos, en que cualquier cosa podía tener una chance de pegarla y en la que los editores se volcaron hacia géneros que luego virtualmente desaparecerían, como el comic de terror y de artes marciales. Una teoría propone que el único experimento exitoso de esta década serian los X-Men. Pero en el camino quedaron muchísimas propuestas que no llegaron a nada.
Así me encontré con una de las más psicodélicas y extrañas: Prez, de Joe Simon y Jerry Grandinetti. Joe Simon, para los que no saben, es el co-creador del Capitán América, junto con Jack Kirby. Ese es su trabajo más recordado, pero Simon pertenecía a la época en que la industria se comía a la gente y durante años siguió trabajando, dibujando comics románticos por kilo y creando cosas como Brother Power, The Geek (otra serie maravillosamente demente de la DC de los ‘70). Sigue vivo aún hoy, uno de los pocos autores de la Golden Age aún entre nosotros.
Prez #2, defendiendo la Casa Blanca
Prez, el comic del que hablamos, es un producto surrealista de su época: parte comentario político, parte comedia adolescente, parte serie de aventuras. El protagonista es Prez Rickard, un jovenzuelo de blondos cabellos y sonrisa perfecta, cuya popularidad surge de poner en horario TODOS los relojes de su ciudad natal. Esta popularidad coincide con un decreto del gobierno que disminuye la edad para votar a 18 años y también la edad a la que los congresistas pueden ser elegidos. A raíz de esto, el “Boss Smiley”, una suerte de jefe mafioso intocable, le propone convertirlo en senador. Prez es un joven impresionable e idealista y dice que sí, solo para enterarse luego de las verdaderas intenciones de su sponsor, controlarlo y, a través de él, a la juventud de América. Finalmente rompe con él y logra llegar al Congreso primero y a la presidencia luego.
Una premisa como esa sería riquísima para enfrentar temas de identidad juvenil y diferencias intergeneracionales, pero Joe Simon lo que hizo fue convertirla en una continua comedia exagerada, surrealista, en la que la acción no se termina de explicar del todo, hay saltos de lógica en la narración que no tienen sentido y por momentos uno no sabe si se están riendo del personaje principal o si están de acuerdo con su positivo e idealista punto de vista. Además, ¿qué se puede esperar de una serie con antagonistas como VAMPIROS SIN PIERNAS y JUGADORES DE AJEDREZ MALVADOS?.
El «Boss Smiley» intentando hacer caer a Prez
Sin embargo, y más allá de las deliciosas divergencias de Simon y compañía (que le dan a la serie una sensación de hermosa libertad y despreocupación ausente de la mayoría de los comics mainstream actuales) la serie puede ser leída como un comentario sobre esa quimera: el Sueño Americano. Prez es, básicamente, la representación hecha carne del sueño americano: desde su origen en un pueblito pequeño, de clase media burguesa, lugares que sabemos que en el imaginario norteamericano han sido desde siempre marcados como “la cuna de la democracia” hasta su apariencia blanca y anglosajona, hasta, bueno, obviamente, sus ideales. Prez es el ideal del “político perfecto” que ha perseguido la democracia en general y la norteamericana en particular. El político que en general se imagina la ley, impoluto, creyente, honesto, que siempre toma la decisión que sirve al bien común y el contrato social.
Prez contra los letales «Hombres Ajedrez»
Al mismo tiempo, “Prez” también puede ser leído como un comentario sobre la distancia que media entre esa representación ideal y su existencia real. El comic fue publicado entre 1973 y 1974 y, en plena debacle de la presidencia Nixon, no es un detalle menor. Por momentos, al leerlo me parecía ver que lo que querían hacer Simon y Grandinetti era aggiornar a Kennedy, sobre todo por la juventud del protagonista, su presencia, su mística. No es menor tampoco el hecho de que la fuerza social en la que se asienta Prez sean los jóvenes, abanderados de la revolución contracultural de los ‘60 y cuya combatividad, en el momento en que la serie fue publicada, estaba en descenso, mientras los setentas se asentaban, hedonistas, inevitables. Parecería que hay una nostalgia por tiempos más turbulentos pero esperanzados. Sin embargo, Kennedy es sólo una cortina de humo, la última actualización de este pensamiento “mesiánico-democrático” norteamericano. Kennedy murió en el momento perfecto para convertirse en el mártir de los mejores años de democratismo de post-guerra, justo antes de la contracultura.
La historia demostraría que ni el ambiente social ni el mercado editorial estaba listo para una idea tan extraña como la de Prez, para una combinación tan ridícula (en un buen sentido) entre comentario político light y humor absurdo y la serie sería cancelada luego de sólo 4 números.
Pero Prez fue rescatado en dos ocasiones y utilizado mucho más apropiadamente como un vehículo de comentario político.
La primera de ellas se la debemos al maestro supremo del pastiche: Neil Gaiman. En un número autoconclusivo de Sandman se recuenta la historia de Prez, con algunos cambios, con el agregado de detalles pop, con una impronta más contracultural y una mejor definición de sus políticas.
Prez del lápiz de Mike Allred en «Sandman: The Golden Boy»
En definitiva es una historia simpática, potenciada por el hecho de que en el momento de ser publicada, Prez hacia años que no había sido utilizado ni mencionado. Pero hay dos cosas que se destacan: en primer lugar, se revela al final que Prez fue siempre manipulado por Boss Smiley y, en segundo lugar, luego de abandonar el gobierno, Prez languidece, se vuelve un espectro, deambula por las autopistas y las ciudades y finalmente desaparece. ¿Qué parecería ejemplificar esto?. En primer lugar, que los escritores de los ‘90 ya no son tan ingenuos como los de los ‘70 y que hoy en día, al escribir sobre el gobierno de EEUU no se escribe de política pura (en el sentido de impoluta), porque siempre existe algún tipo de interés oculto por detrás. Los norteamericanos son los padres y obsesos más grandes de la teoría conspirativa y es obvio que a partir de Watergate y el asesinato de Kennedy, nadie puede creer que su gobierno es inmaculado. En otras palabras: la única manera en que el sueño americano puede sobrevivir, es manipulado por fuerzas oscuras. Boss Smiley es un perfecto ejemplo de esto, tanto por la ubicuidad de su diseño, que se apropia de uno de los símbolos más repetidos a lo largo del mundo (y emblema de los setenta como ninguno), como de la incapacidad de probar que existe. Boss Smiley podría ser los conglomerados de armas, las agencias de seguridad, las empresas petroleras, cualquier cosa que complete nuestra imagen de una fuerza en las sombras y rellene nuestra paranoia.
Pero es el segundo punto el más interesante, porque resuelve el nudo gordiano entre la política real y la política ideal. Prez no puede ser el presidente de los EEUU indefinidamente y no puede moldearlos a su imagen porque continuamente se entromete la realidad mugrosa y sucia de los políticos, las componendas, las transas y la corrupción. Que, parece decirnos Gaiman, es parte integral de la democracia norteamericana. De ese modo, la única manera en que puede sobrevivir la corporización del Sueño Americano, del puro ideal, es como un espectro, un extraño que se mueve de pueblo en pueblo. La política mata a Prez antes de que muera efectivamente.
«Prez: Smells Like Teen President», de Ed Brubaker
El segundo autor en utilizar a este jovenzuelo es Ed Brubaker, en un especial del ‘95 que se llama “Prez: Smells Like Teen President” en el que un supuesto hijo de Prez, perteneciente a lo que en algún momento se llamó “Generacion X” se embarca en un road trip con dos amigos para buscar al que cree es su padre.
El especial no es perfecto sólo porque tiene un par de bajadas de línea sobre “el cáncer que se está comiendo a América”, pero tiene demasiadas cosas buenas como para pasarlo por alto. En primer lugar, demuestra que Brubaker es un escritor afinadísimo para captar el pulso y la marcha de ciertas subculturas musicales e incorporarlas en una narrativa sin que en ningún momento aplasten a la historia. En segundo lugar, tiene un timing perfecto: 1995, a sólo un año de la muerte de Kurt Cobain y, a propósito supongo, el muchachito protagonista tiene un parecido muy similar con el cantante de Nirvana. En tercer lugar, la historia abandona hacia el final cualquier ambigüedad que podía contener con ser un mensaje de “gran política” y adopta una postura “lo personal es político”. Al final Prez sigue muerto y el protagonista no es su hijo. Pero en ese viaje iniciático descubre que la enseñanza final es que hay que resolver primero nuestros problemas para luego preocuparse por los del mundo.
De este modo el especial se vuelve epitafio y respuesta para un movimiento musical y social al mismo tiempo que le da una vuelta de tuerca al personaje original. Para una generación como la X, las únicas soluciones parecían ser la muerte o la apatía. Brubaker toma ese punto de partida y resuelve la situación a favor de un tercer contrincante inesperado: la responsabilidad personal y el optimismo. Y por ello Prez es tan funcional a esta tesis, revolucionaria para estar dirigida a la generación a la que estaba dirigida, un Prez tomado como un icono, ya desaparecido, que forma parte de las brumas de los mitos (norte)americanos, capaz de inspirar pero no de guiar. Eliminado por la real politik. Pero, paradójicamente, más efectivo para salvar a una generación.
De este modo Prez y el sueño americano retornan al lugar donde descansan las ideologías nacionales, ese territorio difuso e impreciso entre lo intelectual y lo real, ese paraíso de las buenas intenciones y las mejores promesas que nunca podremos alcanzar.
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