Después del análisis que vimos en la entrega anterior, Alan Moore se plantea cómo podía romper ese esquema, qué le podía aportar a la Cosa del Pantano y ahí llegó a la conclusión de que si en lugar de una suerte de mutante que busca recuperar su humanidad lo transformaba en una verdadera planta humanoide, podía ganar muchísimo el personaje (y cualquiera que lo leyó sabe que así es), Alan recuerda: “En uno de los primeros números de Wein y Wrightson -creo que es en la primera aparición de Arcane- le hacen radiografías al personaje y descubren que está hecho íntegramente de materia vegetal, un dato que jamás se había vuelto a mencionar». A partir de esta idea se pone a laburar, siempre con cuidado de no contradecir nada de lo que se había hecho hasta el momento, porque como buen guionista que es, se esfuerza por mantener la continuidad coherente e integrar a Swampy de lleno en el Universo DC.
UNA BOCANADA DE AIRE PUTRIDO
El primer número de Moore es el 20, con el cual se decide a terminar y cerrar todo lo que se venía desarrollando en los primeros 19 números. De esta manera, vemos cómo Arcane (el villano recurrente de la serie) está muerto definitivamente y no va a volver. De la misma forma se saca de encima a los personajes secundarios que no le servían y se queda con los que piensa utilizar, como Abby y Matt Cable. Así como también Sunderland se pone las pilas para capturar a Swampy, y no sólo lo consiguen, sino que para el final del episodio lo matan. ¡A la mierda con lo de Pasko! Empecemos de cero.
La Lección de Anatomía, el n° 21 de la serie, a esta altura del partido es un clásico indiscutido, ya que es acá donde se da lo que comentaba antes: en tan sólo 25 páginas, el Mago se las ingenia para cambiar el concepto de Swamp Thing para siempre y sentar las bases para lo que será toda su estadía en la serie.
Si analizamos este número a fondo, tiene tantos méritos que parece increíble. Dejemos de lado la reconceptualización (¿existe esta palabra?) del personaje, de la cual ya hablamos, y es genial. Pensemos que Alan venía de hacer historietas donde la más larga tenía 8 páginas. Está bien que en casos como el de V for Vendetta estas tenían un continuariola infinito, pero de todas formas, el barba laburaba con esa estructura de pocas páginas, y de pronto se encuentra con que tiene más de 20 para contar lo que se le cante el orto. Y tener más paginas no siempre es algo bueno, cualquiera que haya escrito algo lo sabe: si uno viene acostumbrado a una estructura de laburo, modificarla no siempre da resultados, pero por suerte Alan consigue salir airoso del desafío.
Y como si fuera poco, se mete con otro problema con el que hasta entonces no se había enfrentado nunca: el universo y la continuidad. El tipo tiene que lidiar con un comic de terror que está inmerso en el mismo mundo donde dan vueltas Superman y Batman, lo que no le facilita para nada mantener un clima, pero tampoco quiere hacerse el boludo y dejar a todos estos personajes al margen de su serie, porque sería deshonesto para con el DCU (y después vinieron los de Vertigo y decidieron que ambos universos no estaban ligados, tendrían que haberlo escuchado más a Alan). Incluso sobre todo este tema, el Mago dijo: “Yo quería mostrar que sí, que Swamp Thing podía funcionar en una historia con la JLA, por eso armé esa secuencia en el n° 24, para subrayar deliberadamente los aspectos supe-heroicos que hasta entonces se habían mantenido alejados de Swamp Thing porque podían contrastar con la atmósfera de la serie. Yo quería mostrar que con Swamp Thing se puede hacer cualquier cosa».
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De esta manera incorpora a Jason Woodrue, (Floronic Man) como el científico encargado de revelar la verdad sobre la criatura. Y de acá se desprenderá un arco que lo tendrá como villano durante los próximos cuatro números. Que además cierra con la intervención de la Liga, donde la muestra como jamás se la había visto y me animo a decir que no se la volvió a ver, un tratamiento increíble para un grupo de personajes al que uno está tan terriblemente acostumbrado.
En estos números, Swampy sufre una suerte de shock emocional al descubrir su verdadero origen, el cual supera a tiempo para derrotar a Woodrue y el que terminará de asimilar a lo largo de los números siguientes, hasta aceptar su condición de Elemental de la Tierra.
SWAMP THING AND HIS AMAZING FRIENDS
Algo le molestaba mucho al barbado guionista y era el poco lugar que tenían los personajes sobrenaturales en el Universo DC de por aquel entonces (bueno, no es que hoy se les dé mucha bola tampoco, ¿para qué nos vamos a engañar?) y la forma en que Swampy era una suerte de personaje marginal al costado de todos los demás. Es por esto que mete a la Liga en su primer arco y que más tarde va a sumar a prácticamente todo el elenco de místicos del DCU, sin dejar de lado, por supuesto, a los personajes secundarios propios de la serie.
Así es como en los siguientes números le llega el turno de compartir cartel con Etrigan (y Jason Blood) en un arquito de tres partes, en el cual también se desarrollan los problemas de pareja entre Abby y Matt y el acercamiento de la chica a la criatura.
Este es otro punto que Moore maneja con maestría: la relación Swampy/Abby. Cuando el monstruo descubre que no es más un humano, sino sólo las memorias de Holland en un cuerpo vegetal, es Abby la que no le permite que abandone su lado humano. Ella le sirve a Alec como ancla, le da un motivo a su vida, ya que sin ella Swampy, muy posiblemente, habría sido absorbido por el verde, destruido por algún villano, o se habría perdido en el espacio. Pero es Abby el verdadero motor de la serie, la que todo el tiempo moviliza al monstruo a hacer las cosas que los lectores disfrutamos al pasar las páginas.
Así es como Swamp Thing viaja entre el Cielo y el Infierno para rescatarla de su malvado tío, que regresa tras tomar control del cuerpo de Matt. Y siguen el desfile los personajes: en esta oportunidad es el turno de algunos místicos, como Deadman, el Spectre y Phantom Stranger. Habrá más.
(el lunes, la última entrega)
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