Para el n° 33 de Swamp Thing, Alan Moore tiene la loquísima idea de sumar al Universo DC a Caín y Abel, cosa de la que después sacaría terrible ventaja Neil Gaiman a la hora de encarar Sandman. Al respecto Moore comenta: “Estaba tratando de crear un ámbito sobrenatural en DC, un mundo -si se quiere- en el que todos los personajes sobrenaturales se conocieran y se dieran sentido los unos a los otros. Quería expandir esto para incluir a Cain y Abel, dos segundones que en ese entonces eran los anfitriones de un par de revistas de misterio ya casi olvidadas. Pero siempre me pareció que eran personajes interesantes y que sería bueno rehabilitarlos».
Y es justo antes y después del mentado n°33, que el Mago se manda dos de los mejores unitarios que tiene la serie: Pog y Rites of Spring. Lo que Moore logra en estos numeritos, sumado a lo que ya había conseguido con The Burial (the Saga of the Swamp Thing n°28) y The Anatomy Lesson, demuestra que por más grosso que sea a la hora de plantar una saga, su verdadero fuerte son los episodios unitarios, donde pela algunas cosas muy fumadas y se permite jugar un poco más con la experimentación.
Sobre todo este período, Alan reflexiona: “Durante esos primeros 15 números de Swamp Thing una de mis intenciones era integrarlo mucho más al Universo DC. Y también el intento de hacerlo evolucionar lentamente hacia una especie de dios vegetal. Me propuse darle al lector una idea más cabal sobre el tipo de mundo en el que existía físicamente. También me propuse relanzar la idea de otros personajes sobrenaturales como una alternativa viable frente a los superhéroes. Y por supuesto, siempre estuvo la intención de hacer cosas que Steve y John disfrutaran a la hora de dibujar».
En el n° 35 arranca “The Nukeface Papers” una suerte de prólogo a lo que sería quizá el mejor arco de toda la historia de Swampy, la famosa saga American Gothic. En estos dos numeritos, lo más importante es que Moore inventa el recurso que le permite a nuestro protagonista moverse de un lugar a otro del planeta (o fuera de él) creándose un nuevo cuerpo de la nada con la vegetación del lugar.
El nº 37, marcaría el debut de otro personaje sobrenatural que con los años cobraría una chapa inconmensurable: John Constantine, que acá funciona como motor de la saga, en el papel de una especie de mentor para Swampy, que lo lleva a recorrer Estados Unidos mientras explora sus nuevos poderes, hasta descubrir que en realidad es el último de una tradición de elementales de la Tierra.
Sobre American Gothic, Moore recuerda: “La idea era intentar armar un catálogo del terror bastante standard. Hombres-lobo, vampiros, zombies… y se me ocurrió hilvanarlos en una especie de odisea a través del terror norteamericano. Quería explorar estas figuras clásicas del terror, pero traté de hacerlo de una manera novedosa, como para poder conectar a estos íconos del terror con los horrores del mundo real”. La saga dura hasta el n° 50 y durante su viaje, como bien decía el guionista, Swampy lucha contra vampiros acuáticos, fantasmas, cultos vudú, hombres lobo y hasta la mismísima Crisis en Tierras Infinitas, para la cual se hacen presentes un montón de los místicos más importantes del Universo DC y todo esto en un título aparentemente “marginal”.
Pero meterse con Crisis no fue algo que a Moore le hiciera mucha gracia y al respecto reflexiona: “Sin faltarle el respeto a Marv Wolfman ni a George Pérez, toda la movida de tener que conectar mi saga con un crossover de Crisis me parecía un embole. La idea misma de tener que conectar a todos los títulos distintos que componen una línea me parece sumamente ridícula. No tiene ningún sentido, más allá de presionar al lector para que compre títulos que de otra manera no compraría. Pero cuando nos dijeron que teníamos que participar, tratamos de hacer el trabajo lo mejor posible, y yo traté de escribir el obligatorio crossover de Crisis con el mayor estilo posible”.
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Para cuando termina esta saga empieza a haber cada vez más números dibujados por Rick Veitch (que ya había mojado en un par de numeritos antes), quien se va a hacer cargo también de los guiones una vez que el Mago deje la serie. Después de American Gothic viene una de mis historias favoritas, que es el arco en Gotham City. Acá quieren llevar a Abby presa por tener relaciones con una criatura que no es humana, y esto lleva a la que para mí es la mejor intervención de Batman de la historia (qué raro que la haya escrito Moore, ¿no?). Y sin escalas, de estos numeritos nos vamos a la saga en el espacio, que nos pone en la recta final de este viaje, que el guionista se plantea de esta manera: “Bueno, hagamos un gran arco argumental en el espacio, así me saco de encima todas las ideas de ciencia-ficción que tengo para Swamp Thing, y cuando termina eso, le ponemos el moñito final, donde viven felices para siempre”.
La saga del espacio -para variar- nos pasea por varios planetas habituales de la cosmogonía del DCU y tenemos apariciones estelares de Adam Strange, Darkseid, Metron y Mogo, el planeta Green Lantern. Mientras en paralelo, vemos el sufrimiento de Abby como viuda de la criatura y totalmente ajena a lo que le paso a su amado. Mucha gente dice que acá el nivel de la serie decae, pero en lo personal me parece que en esta parte, al igual que al principio, Moore se vuelca mucho más a la experimentación, para pelar algo por ahí no tan bien construido como American Gothic, pero igualmente atrapante. Algunos episodios como “My blue heaven” con su reflexión sobre la soledad o “All Flesh is grass” donde en el planeta J586 toca lidiar con toda una civilización de plantas sintientes, llaman la atención por su profundidad y la maestría con la que Moore entiende a la ciencia-ficción, que siempre fue un medio soberbio para tocar problemáticas difíciles camufladas de otra cosa.
Pero no quiero dejar de mencionar el polémico “Loving the Alien” esa historia que es basicamente un cuento ilustrado por Totleben, en el que el Mago nos cuenta desde el punto de vista de una estación espacial sintiente, la relación sentimental que cree tener con Swampy, quien en realidad sufre y es torturado durante todo el proceso. Ahora que se habla tanto de relaciones tóxicas, y salen a la luz maltratos camuflados de amor, Moore ya hablaba de estas cuestiones a mediados de la década del ´80, lo cual demuestra una vez más que fue un adelantado y con cero problema en meterse con temas ásperos.
El n° 64 marca la retirada del Mago de la serie con otro de esos unitarios que tan lindos le salen y con el que, según sus propias palabras, podrían haber cerrado la serie: “Swamp Thing y Abigail cultivan una casita de cuento de hadas para ellos, y en lo que a mí respecta, vivirán allí felices para siempre. La pareja del cuento de hadas en su casa vegetal, una historia de amor perfecta. Así es como siempre imaginé que iba a terminar Swamp Thing, y por lo menos para mí, ese fue de hecho el final de Swamp Thing”. Un final de lujo, aunque lo vamos a extrañar.
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