Alan Moore es sin lugar a dudas el mejor guionista que existe. Ahora, con esto en claro, podemos discutir durante horas cuál es su mejor obra sin llegar a ponernos de acuerdo. Yo mismo la voy cambiando según me pegan los años, los días o vaya uno a saber qué cosa, pero de lo que estoy seguro es que Swamp Thing es un pilar fundamental. Posiblemente no sea la mejor, pero tiene muchas cosas para pelearle el puesto a cualquier otra como la más importante de la carrera del barbado guionista.
Recuerdo cuando comenzó a salir la línea ABC que la promocionaban bajo el ambicioso título de “Alan Moore redefine comics, again” y eso, ya por ese entonces, me hacía pensar en cuánta verdad había en el slogan. Porque -posta- lo que hizo Alan fue eso, redefinir los comics, cambiar la forma de contar y mostrar hasta dónde se puede llevar un concepto bien manejado. Y me parece que un ejemplo clarísimo de todo esto es la serie que nos compete.
En 1982 se estrena una película de Swampy escrita y dirigida por Wes Craven, un par de años antes de inventar a Freddy Krueger y muchísimos años antes de transformarse en un director reconocido gracias a la saga Scream. La cinta es de una mediocridad absoluta, pero sirvió para que DC se decidiera a lanzar un nuevo comic de la criatura del pantano. Con guiones de Martin Pasko y dibujos de Tom Yeates, las serie no iba para ningún lado y ni el cambio de dibujantes que se produjo en el numero 17, al incorporarse Stephen Bissette y John Totleben, parecía salvarla de la cancelación. Pero fue en ese momento cuando a Len Wein, por entonces coordinador de la serie, se le encendió la lamparita y decidió darle la oportunidad a un guionista inglés desconocido en EEUU, que venía de escribir una gran cantidad de historias cortas para diversas revistas de antología en su país natal. De esta manera desembarca en el mercado yanki Alan Moore, y ya nada será lo mismo.
SALIENDO DEL BARRO
Según parece, Len Wein había leído el material que Alan había realizado para la revista Warrior y se cebó lo suficiente como para pegarle al barbeta una llamada y decirle que andaba necesitando un guionista para Swamp Thing, y quería saber si a él podía interesarle y tenía alguna idea que aportarle a la serie. Alan, ni lento ni perezoso, le dijo al toque que sí, que le mandara todo lo que había hasta el momento del personaje para leerlo y que en un par de semanas después de eso, le presentaba una propuesta.
Igual, lo más fumado de todo esto es en lo que había venido pensando Moore algunas semanas antes del famoso llamado. Resulta que el barba se estaba preguntando cuál era su fuerte a la hora de escribir y trataba de convencerse a sí mismo de que éste era poder agarrar cualquier idea, por chota que fuera, y sacar de ella una historia potable. Entonces se empezó a cuestionar a sí mismo qué tan cierto era esto que estaba afirmando. “Si me dieran cualquier personaje americano, alguno bien del fondo del tacho, ¿sería capaz de sacar algo con lo que se pueda trabajar?», se preguntó. Y ahí nomás empezó a pensar en alguno de estos personajes chotos y olvidados que podrían ser un desafió.
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Automáticamente a su mente se vino the Heap, un personaje creado por Mort Leave y Harry Stein en la Golden Age para la editorial Hillman comics. Obviamente este personaje era una especie de monstruo del pantano, y Alan empezó a pensar qué podría llegar a hacer con el personaje. Las posibilidades de tener un personaje hecho básicamente de materia vegetal eran muchas, podía camuflarlo con el entorno y realizar una secuencia de 5 viñetas donde una parte del personaje esté siempre en el fondo, pero el lector no lo nota hasta que este se mueve. Así también pensó otras virtudes que podría tener escribir a un personaje que en esencia era más vegetal que animal. Y, como decía antes, lo más fumado es que a las pocas semanas de plantearse estas cosas (más que nada como un ejercicio) recibe la llamada de Wein para ofrecerle un personaje que no dejaba de ser también un monstruo del pantano.
Redunda decir que la propuesta de Alan convenció a Len Wein y así es como al poco tiempo (de hecho muy poco, ya que aparentemente lo confirmaron cuando ya había salido a la venta el último número de Pasko), el barbeta se hizo cargo de la serie.
DESTRIPANDO A LA CRIATURA
¿Pero de dónde surge el genio de Moore a la hora de encarar esta obra? ¿Qué la hace tan revolucionaria? Yo creo que la clave está en poder salirse de los esquemas, Moore es el primero que mira fuera de la caja y se da cuenta de que más allá de lo que se ve, hay infinitas posibilidades a desarrollar y se aprovecha de eso. De manera tal que hasta marca el camino y detrás suyo vendrán muchos que gracias a su obra se dan cuenta de las posibilidades que existen simplemente moviendo un poco el foco de atención.
Si no está del todo claro, analicemos a fondo lo que Alan hace con Swampy:
Lo primero, aunque suene obvio, es un análisis frío y objetivo del personaje del que Moore obtiene lo siguiente: «Si mirás el aspecto físico del personaje, fuera de que es medio jorobado y un poco verdoso, lo único que podés decir de él es que es muy fuerte […] Pero claro, muchísimos personajes del Universo DC tienen fuerza sobrehumana, o sea que el hecho de que Swamp Thing fuera muy fuerte no me cerraba. De hecho, en algunos aspectos parecía incluso más limitado que los humanos normales, porque aún siendo más fuerte, era mucho más lento».
Con lo que se da cuenta de que necesita de alguna manera convertir al personaje en otra cosa, que está completamente desaprovechado su potencial como forma de vida vegetal, que no tiene más que un hombre vegetal un poco más fuerte que el resto de los mortales y que para colmo está regido por la consigna estúpida de tratar de recobrar su humanidad. A esto Moore lo define como el “síndrome del fugitivo” (en honor a la famosa serie de televisión) en la que el lector sabe que Swamp Thing jamás va a encontrar la manera de revertir su forma a la de Alec Holland porque si lo hiciera seria el final de la serie. Y dice: “Era una especie de falsa premisa, mayormente insatisfactoria; vos sabías que aunque Swamp Thing tuviera un hilo de esperanza y la peleara a muerte durante seis números, o los que fueran, al final no iba a conseguir su propósito, porque su propósito no era comercialmente viable; lograrlo significaría el fin de la revista».
(el lunes, la segunda parte)
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