Nos quedamos en 1984, porque Wolfman y Pérez lanzan una nueva serie de los Titans, que viene en papel más cheto y se vende sólo en comiquerías.

Teen Titans (parte 28)

27/09/2023

| Por Fede Velasco

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Ya mencioné varias veces a la serie Baxter con la promesa de que más adelante íbamos a intentar explicar de qué se trataba y finalmente llegó el momento.

Hasta principios de los ´80 lo más normal del mundo en el gran país del norte, era que los comics se vendieran en puestos de revistas, supermercados, farmacias, etc. Pero cuando empezaron a aparecer las comiquerías, se empezó a gestar lo que se llamaría el sistema de “direct sales” es decir productos que iban solo a estas tiendas especializadas. De esta manera muchas series tenían dos ediciones cuya única diferencia era un código de barras en la portada para las que no se vendían en comiquerías. Pero fue entonces donde a algún genio revolucionario en DC se le ocurrió hacer un pequeño experimento con este nuevo mercado que venían explotando de manera reciente.

Agarraron dos títulos muy populares como eran New Teen Titans (el más vendido del momento) y Legion of Superheroes (que tenía una base de fans muy fieles) y decidieron relanzarlos con un nuevo número 1, exclusivo para el mercado de comiquerías, impreso en un papel de mayor calidad conocido como Baxter o Mando, que permitía que los colores sean más vivos al poderlos imprimir en plenos y no con puntos. Pero la cosa no se quedaba acá, ya que ya existían algunas series impresas en este papel y que se vendían sólo en comiquerías. La clave acá estaba en que el íitulo original cambió de nombre (como ya mencionamos anteriormente) y después de un año de publicar historias originales, comenzó a republicar este material, una modalidad que duró alrededor de tres años.

Se podría decir que la movida fue un éxito, ya que esas series duraron muchos años a pesar de la baja de calidad en su contenido (a eso nos vamos a dedicar de acá en adelante), y se mantuvo bastante en los canales de venta tradicionales. De todos modos, si uno le pregunta a los compradores yankis de aquella época, es un poco un divisor de aguas: los más del palo que frecuentaban comiquerías y demás, suelen bancar la movida y casi de inmediato se pasaron a las Baxter, y dejaron de comprar la versión regular al momento en que empezaron los reprints. Pero también había una cantidad de pibes que compraban sus comics en supermercados y afines, que se enteraron de la salida de esta nueva revista a la que no tenían acceso por no haber comiquerías cercanas. Si bien un años después, pudieron leer esas mismas historias, claramente sentían que los estaban dejando afuera de algo. Como si fuera poco, al momento de la cancelación de las ediciones «para todo público», se vieron obligados a buscar revistas de un año atrás para poder ponerse al día con lo que estaba sucediendo en el -para ese momento- único título resultante de la cancelación. Después de los dos títulos iniciales se sumó sólo uno más a esta movida (Outsiders), a pesar de que el mercado de “venta directa” creció y creció, hasta ser el que se terminó imponiendo con los años.

Y qué mejor manera de relanzar una serie que a todo culo, con la vuelta a uno de los villanos mas icónicos, pensada para cerrar un arco de personaje al que vimos desarrollarse desde el inicio de la primera serie. Así es como surge la saga de Trigon, uno de los momentos más emblemáticos de los Titans que, junto con el Judas Contract, marcan sin duda un antes y un después para los personajes. Lo más loco de todo esto es que ambas sagas a pesar de estar cronológicamente distanciadas en el tiempo, se publicaron una detrás de la otra, ya que el nº1 de esta serie salió apenas un mes después del anual que cerraba el brutal enfrentamiento contra Terminator. ¡Qué lindo momento para comprar comics debe haber sido ese!!

Pero como todo lo que parece perfecto, tiene una pequeña contra y es la sobresaturación de trabajo de George Perez, que no sólo estaba dibujando los dos títulos en paralelo, sino que además ya estaba arrancando con los primeros conceptos de Crisis on Infinite Earths. Así es como sólo pudo dibujar de manera completa los dos primeros capítulos (los otros 3 están entintados por su histórico compañero Romeo Thangal). Además, estos números marcarán el retiro casi definitivo del dibujante de la serie, que recién volverá en el nº50 de esta segunda colección, pero falta un buen trecho para que nos metamos en eso.

La saga en sí es casi perfecta, si bien, a nivel personal disfruto mucho más del “Contrato de Judas”, porque me gustan más los grises que presenta esa historia. Acá, en cambio, estamos ante un clásico relato del bien contra el mal sin matices. Trigon es el demonio que quiere destruir la Tierra y hay que detenerlo, sin segundas lecturas, todo es blanco o negro (incluso el alma de Raven). Pero la carga emocional viene en la épica del relato, se nota que Marv Wolfman estaba calentando motores para la Crisis, porque lo que hace en estos cinco números, en algún punto -a una escala mucho más pequeña- tiene algunos paralelismos con la maxi-serie que vendría poco después para terminar con el multiverso de la editorial.

La cantidad de cosas que pasan en estos números serían imposibles de enumerar en el espacio que me queda, y si alguno no la leyó, le quitaría buena parte de la gracia. Pero lo primero que sorprende es la visión a largo plazo de Wolfman. Porque en la escena inicial vemos un entrenamiento de los Titans, que sirve más que nada como introducción de Jericho, que si bien se nota que está en el grupo hace un tiempo, como mencione más arriba, esto salió pegadito al Annual 3, que era prácticamente el debut del personaje. Este entrenamiento es interrumpido por una Raven completamente perturbada y de ahí en adelante todo se va al carajo. Ahí los Titans se dan cuenta de que Raven viene perturbada desde hace tiempo, que siempre se encerró en sí misma, y ellos nunca hicieron nada para ayudarla, les carcome la conciencia y deciden hacer algo.

El nº 2 vuelve a introducir a Lilith en el equipo, que va a ser una pieza fundamental de la historia y tiene unas secuencias ambientadas en Azarath (donde todo está dibujado a lápiz) que son una locura y se las podían permitir gracias a las bondades del mejor papel. Otro regreso inesperado es el de Kid Flash, que por su vínculo emocional con Raven es de la partida, y ya deja clarísimo que no puede usar sus poderes sin poner en riesgo por completo su vida.

Pero la cuestión es que todo lo que tratan de hacer para ayudar falla: Raven es completamente controlada por Trigon, lo que le permite al demonio salir de la dimensión que lo tenía prisionero y llegar a la Tierra, donde hace un zafarrancho terrible, y los únicos que quedan en pie son los Titans. Este último punto es algo que recordaba que me había molestado en mis lecturas anteriores de esta saga: ¿cómo carajo transformás New York en un páramo y no te viene a frenar la Liga de la Justicia? Pero en esta relectura, me di cuenta que Wolfman lo explica: nos muestra aunque muy veladamente que todos cayeron bajo el control de Trigon y si bien no me convence del todo, le creo la justificación y me deja dormir tranquilo.

El enfrentamiento final es increíble. Uno ve a estos pobre pelotudos, la mitad de ellos con unos poderes bastante inútiles, tratando de hacerle frente a un tipo gigante con los poderes de un dios y piensa que no hay forma de que la cosa termine bien, a pesar de que sabemos que tiene que ser así. Y ese es el atractivo principal: cómo el guionista construye esta batalla imposible, nos sumerge en ella y nos hace realmente dudar de si existe una salida posible. La resolución no sé si es muy satisfactoria pero es la única posible: no hay manera de que se pudiera llegar a un desenlace diferente y que la cuestión quede zanjada para siempre (al menos eso parece) es un alivio. No me quiero meter en más detalles para darle la chance a algún lector neófito de poder disfrutarla, pero lo que si puedo afirmar es que casi 40 años después de su publicación, emociona como la primera vez que la leí.

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