En noviembre de 2007, Avatar Press publicó la recopilación soft-cover de la miniserie Blackgas, escrita por Warren Ellis, dibujada –en sus cinco primeros episodios– por el argentino Max Fiumara y concluida por Ryan Waterhouse.

Una (historieta) de zombies

15/06/2008

| Por Staff de Comiqueando

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En noviembre de 2007, Avatar Press publicó -después del hard cover- la recopilación soft-cover de la miniserie Blackgas, escrita por Warren Ellis (Transmetropolitan, The Authority, Planetary), dibujada –en sus cinco primeros episodios– por el argentino Max Fiumara (Infinity Inc., Four Eyes) y concluida por Ryan Waterhouse (George A. Romero’s Night of the Living Dead: Hunger).

La experiencia de leer un comic mes a mes y la de leer el tomo recopilatorio son, se sabe, bien distintas. Más allá de que en el mercado norteamericano, a diferencia de lo que ocurre en Europa, todavía se continúa con la tradición de publicar mensualmente comic-books y compilarlos luego en trade-paperbacks, los buenos autores saben combinar la necesidad de generar suspense en la página 22 con la visión macro que implica contar una historia de largo aliento, sobre todo en lo que a estructura narrativa se refiere. Warren Ellis, a esta altura, ya no tiene nada que demostrar, pero igual sigue demostrando que puede escribir lo que sea, el género que sea, incluso si se trata de un guion de zombies, con esa mezcla tan suya de ironía y de dureza. En Blackgas, además, Ellis sigue desarrollando la línea de lo que él mismo llamó “widescreen comics” para referirse a comics como The Authority, esto es, una concepción bien cinematográfica de la historieta.


Leer Blackgas de un tirón es una experiencia más que cercana a la de ver una película de género, una buena película de género: el timing, la narración visual, el diálogo breve y acertado están ahí, a flor de papiel. Pero ella tiene, a la vez, eso que el cine mainstream de Hollywood se permite en muy raras ocasiones y que es nada más y nada menos que la libertad de hacer lo que los autores quieran. Romper, en definitiva, con las expectativas del público, pasar por alto lo que indicaría un desarrollo normal de la historia. Por eso, cuando eventualmente Blackgas llegue a la pantalla del shopping más cercano, sin duda vamos a ver una versión sin orgías al aire libre entre zombies, sin órganos genitales cercenados y colocados en la boca de un simpático personaje, sin el descarnado vocabulario sexual que emplean los personajes. Por eso vale la pena leer y ver el cómic, sin (auto)censura previa.


Estructuralmente, Blackgas tiene una interesante complejidad. Se la puede leer organizada en dos partes, desde la unidad de lugar (Smoky Island en las tres primeras entregas, el continente en las tres últimas); o bien en tres partes, a la manera de una fatal cuenta regresiva, con los tres primeros episodios que finalizan con una muerte importante, los dos siguientes con otra y el final con una más. La historia empieza luminosa y, como anticipa el título, va volviéndose oscura, difusa, negra. Una parejita en pleno idilio llega a la isla humeante para la típica escena de meet the parents y todo sale maravillosamente bien. Ya en la cabaña del bosque, la escena de sexo típica desencadena, como en las películas de terror, el desastre (sexo y muerte marchan desde antiguo de la mano). Algo ocurre y aparece entonces el gas negro al que se refiere el título, motivo mágico o inexplicable del surgimiento de los zombies en esa isla donde más se anunciaba una utopía que el fin del mundo. Soo y Tyler, la pareja en cuestión, tendrán que volver a la zona poblada para encontrarse ahí con el caos total, que incluye por supuesto la conversión de casi todas las personas que han conocido. La madre de Tyler, devenida muerta viva y a punto de atacarlo, le dirá al muchacho: I grew my own food (Crié mi propia comida). Y, por supuesto, nada mejor que una nuera para acabar con una suegra. Todos los héroes (y heroína) de la historia son héroes por accidente, pero no como los que acostumbramos a ver y a leer. Aunque no se vuelvan zombies, también se transforman, mutan, se convierten sutilmente. Y también en la trama hay progresión temática: de cuento de terror se llega a un final de cine catástrofe (con algo de cine mudo).

Desde el principio ataca al lector una serie de episodios que sirven para presentar la visión de los zombies por parte de los autores. Ellis imagina unos zombies más puteadores que Enrique Pinti.

Como explica un transformado que ha grabado en un cassette las etapas de la experiencia, el gas ha afectado a la gente neurológicamente (recordemos el famoso “cerebros…”) y no les permite contener los pensamientos, básicamente los malos pensamientos. Por eso la coprolalia (el síndrome de Tourette que menciona el personaje), las salvajes orgías a la vista de todos, el canibalismo. Desde lo visual, por su parte, Fiumara crea zombies oscuros, con ojos negros de los que brota negra sangre, con un controlado descontrol pintado en los cuerpos. Y, además, sabe poner en página el ritmo que exige un cómic que es a la vez de suspenso, de acción, de terror. En todos los géneros incluidos brilla el oscuro dibujo de Max Fiumara.

No hay, en Blackgas, ni espíritu de homenaje (como puede haberlo en la remake de una película de Romero), ni de parodia (como en Shaun of the Dead), ni de crítica sociopolítica (como en Homecoming de Joe Dante). Hay, claro, pequeñas dosis de ellos, pero sobre todo una intención de innovar e indagar en detalles del mundo zombie trabajando con calidad, siempre dentro de ese universo ya establecido desde los filmes del mítico Romero hasta Exterminio y su secuela. Como decía Cortázar, no hay buenos o malos temas: hay buenos o malos tratamientos de un tema, hay buenos o malos artistas. Blackgas no hace más que demostrar esa máxima cortazariana en su veta positiva. Los zombies también nos pueden dar una alegría de vez en cuando.

Selección de imágenes: Max Fiumara. Para ver más: http://www.maxfiumara.com.ar

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