Con el pasar de los años, me volví cada vez más fanático de los mangas que compilan historias cortas. No es por evitar comenzar alguna serie nueva de quién sabe cuántos tomos y peor, encontrarles lugar en las bibliotecas. Estos mangas de pocas páginas demuestran de qué están hechos los autores. Por un lado, como indicios de lo que serán sus mundos, como es el caso de Toriyama Akira Marusaku Gekijō, (Teatro manga de Akira Toriyama) o cómo encaran las ideas que -en un acto de honestidad creativa- no buscan desarrollar en tomos incontables, como es el caso de Daihakkutsu (Venga, saca las joyas) de Yoshihiro Tatsumi. En el caso de Shun Umezawa es una mezcla de ambas. El autor es consciente de que llevar esas historias a más páginas sería estafar a los lectores con relleno insoportable y a su vez, fue un preludio de lo que veríamos en Darwin Jihen (El incidente Darwin)
El Autor
Shun Umezawa es una de las voces más personales y originales que ha dado el manga en las últimas décadas. Este autor, nacido en 1978, ha sabido hacerse un lugar dentro de ese mundo tan competitivo a base de historias rupturistas e inteligentes de esas que generan algún efecto en el lector: ya sea quedarse pensando en el contenido de esas parodias que tan bien maneja, o simplemente quedarse desencajado por ese exceso de creatividad y originalidad. Guste o no, Umezawa no es un autor para todo el mundo. En el mercado hispanohablante conocimos su obra gracias a Utopías y Bajo un cielo como unos pantis, ambos publicados por la editorial española ECC.
La edición
Las diez historias cortas que aparecen en Utopías fueron publicadas originalmente en la revista Weekly Young Sunday de la Shōgakukan. Utopía fue compilada en Tankōbon en el 2006 por la misma editorial. Once años después, la editorial española ECC Comics sorprendió con una edición muy cuidada para satisfacer la demanda de obras del autor en nuestro idioma.
Historias cortas
En esas historias donde tienen poco espacio para desarrollar ideas o conceptos, los autores tienen que utilizar su despliegue técnico para sorprender. Estrategias narrativas con las que logren hacer funcionar lo que a muchos expertos les gusta llamar un mecanismo de relojería. A veces funcionan sin demasiados artificios, hay autores que encuentran la vuelta y ya está. En las diez historias que componen Utopía –bueno, nueve si tenemos en cuenta que una tiene dos partes-, ese mecanismo es demasiado simple. Como si fuese un relojito digital que en cualquier momento se queda sin pilas, pero sorprende y funciona demasiado bien. Si lo vemos en detalle, nos encontramos con algo único.
El elemento disruptivo
Utopías tiene algo curioso en la técnica narrativa. En esas historias cortas, el mangaka va por lo seguro. Umezawa juega con estructuras hiper-conocidas. En ese sentido nada sobresaliente, nada loco desde las formas. Simplemente ir a lo efectivo con guiones simples, básicos e incluso lineales. Es más, ni siquiera apuesta a desarrollos argumentales originales. Lo suyo son clichés, como la historia del niño que tiene la responsabilidad de cuidar una mascota, alguien que sufre por una confusión, o los amantes que sufren porque hay algo que los aleja. Historias que vimos en sinfín de películas o leímos hasta el hartazgo, con uno que otro cambio para que no nos sintamos estafados.
Claro, algo bueno tiene que haber en ese manga para que me haya tomado el trabajo de reseñarlo: Es rupturista desde la originalidad en la que encarna esos clichés. Es un autor provocador que no tiene límites a la hora de parodiar la forma de vida japonesa y mucho menos en las críticas sociales. Lo hace desde lugares impensados, incómodos. Sus ideas tienen una magia oscura que fascina o asquea. La pregunta es entonces, ¿Cuál es la magia de esas ideas?
En Utopías hay conceptos super interesantes y provocadores que, si se los encara desde una narrativa ajena al cliché, van a caer en delirios totales. Umezawa es un autor que destila una gran cantidad de ideas provocadoras y, para colmo, le dan una patada al lector para arrojarlo lejos de su zona de confort viñetil. Con cada historia, el mangaka nos lleva hacia locaciones retorcidas de la mente humana. Y lo hace desde la primera página en la que deja en claro que puede ser original incluso usando los clichés narrativos más gastados. Los espacios comunes dejan de serlo y cada página se vuelve un laberinto de ideas que nos transporta a mundos surreales donde todo tiene sentido a su manera retorcida.
Conceptos paródicos
En la primera historia corta, “Los días en los que estuve al servicio de la reina Naomi”, se mofa de los roles sociales establecidos y a su vez hace una crítica a la mirada hipócrita de la sexualidad. Un adolescente tiene que cuidar y hacer evolucionar emocionalmente a una dominatrix para que pueda ser reina y cumplir un rol social. La familia lo toma con total naturalidad e incluso llegan a sentirse orgullosos de la responsabilidad que toma su hijo como esclavo en una relación sadomasoquista. Lo genial está en que toma a las dominatrixs como seres urbanos ferales, que, si no logran adaptarse a su rol, terminan por ser sacrificadas. Literal.
Si lograron sobrevivir a la primera historia y les picó ese bichito de la fascinación morbosa, siguen unos relatos cortos centrados en la crítica social más brutal. “Iguales” habla de las relaciones tóxicas y de la pérdida de la identidad. De esa dependencia enferma que termina con lo que nos hace únicos. “En cuidado con el tren de los tocones”, un mal entendido lleva a que el protagonista sufra de manera violenta algo muy actual. Es un relato tenso, duro que pide un respiro. Si Iguales los dejó pensando, este relato es un knockout intelectual asegurado.
“Turbo” representa un descanso emocional. Es una historia de un soldado que despierta de un coma y se topa con un mundo obsesionado con la salud, en el que un gobierno sobreprotector se dedica a digitar la vida de las personas para que tengan una vida larga y próspera. Obviamente esto conlleva dejar de lado el disfrute. Una historia de choques culturales donde nuevamente Umezawa logra encontrar tensiones desde el contenido y la crítica. El autor también trata el tema de la deshumanización y la pérdida de la identidad en “Un mundo conectado”. Es la masa sobre el individuo tratado con elegancia y sin el golpe de efecto de El fin de la infancia de Clarke o incluso Evangelion de Gainax. El control social aparece en “Virus”, donde descubren que el odio está causado justamente por un microorganismo y puede ser tratado con una vacuna. Con la “epidemia” controlada, la sociedad logra su armonía tan anhelada y son todos felices. Por supuesto, esto trae consecuencias. El final es otro golpe a la sien que descoloca y hace reflexionar.
El mangaka demuestra su capacidad para desarrollar historias con un dejo emotivo en “Huir del sentimentalismo a golpe de velocidad” y en “Sobrevivir coscorrón tras coscorrón” (de dos partes). En la primera trata sobre la vida acelerada a la que están sometidos los japoneses y lo mucho que tienen que sacrificar por seguir sus sueños. Otro autor podría haber jugado con ese concepto durante tomos y tomos. Para Umezawa bastó con unas cuantas páginas. La efectividad, impecable. En la otra historia corta cae en el cliché de las personas enamoradas que no pueden estar juntas por una razón x. El giro está en que, en vez de ser bares de encuentros de parejas, están pensados para formar dúos cómicos Es la historia que menos sorprende del tomo, pero está muy bien desarrollada.
El tomo cierra con “Para quien existe la tortuga”, una historia en la que un adolescente descubre un concepto que da vuelta a la ciencia y a la forma en la que vemos el mundo. Un delirio magistral que sirve de broche de oro para el tomo.
Lo utópico
En Utopías nos encontramos con conceptos sumamente rupturistas y provocadores. El autor muestra sus cartas desde la primera página y pacta con el lector rápidamente. Umezawa deja en claro cuáles son las reglas de su juego y prepara emocionalmente al que se aventure en sus viñetas. Lo genial es que cumple lo que promete. No es algo común en autores contemporáneos.
Dejanos tus comentarios:
Tenés que iniciar sesión para poder comentar.