¿En qué pensaba Eisner cuando concibió las cuatro historias que componen A Contract with God and Other Tenement Stories? Tenía que diferenciarse del material que por ese entonces se vendía en los kioscos y estar dirigido sin ninguna duda al público adulto.
De ahí la franqueza sexual de algunas escenas, que no se repite en obras posteriores y la ambigüedad moral de los personajes, que no permite pensar en héroes y villanos.
Sobre todo en “The Super”, donde el conserje abusivo, malhumorado y simpatizante de los nazis resulta ser el más digno de piedad de todo el libro. Algo similar sucede con The Street Singer, donde un cantante callejero y una ex diva de la ópera, comparten un breve instante de pasión sexual signados por la ambición y el egoísmo.
Todas las historias transcurren en un local común, el edificio de inquilinato de 55, Dropsie Avenue y en un una época determinada, los años de la depresión posteriores al crack económico de 1929.
Ese lugar de pobreza, poblado principalmente por inmigrantes y soñadores, se convertirá en mucho más que un escenario recurrente. Será para Eisner, su personal maquinaria de contar historias.
En 1991 conoció el caso de Carolyn Lamboly, una mujer inválida, empobrecida y sola, cuyo pedido de ayuda se había perdido durante meses en el sistema de computación del estado de Miami. La respuesta llegó en Enero de ese año, demasiado tarde, porque la mujer se había ahorcado en la víspera de la Navidad anterior. Fue enterrada recién a finales de Febrero, ya que no tenía a nadie que la reclamara en la morgue. Indignado, Eisner le dedicó “Invisible People” (1993) en el que uno de los inquilinos de 55 Dropsie Avenue se queda sin hogar y sin trabajo cuando la torpe redactora de un diario publica por equivocación su obituario y es dado por muerto. Sabía ver en aquél drama algo tan universal que podía ser contado en el marco de una época distinta solo en apariencia.
En Dropsie Avenue (1995) narró el origen secreto y trágico de la calle. Minor Miracles (2000) le agregó algo parecido a una mitología. En A Life Force (1988) se aleja de las historias cortas y desarrolla una trama intrincada en la que se interrelacionan todos los vecinos de aquél rincón del Bronx.
Las otras dos historias de “A Contract with God” eran profundamente autobiográficas: el protagonista de la que da título al libro redacta, durante su infancia en Rusia, un contrato con Dios. A ello atribuye su constante felicidad como adulto en New York, incluyendo la aparición de una niña abandonada a la que cría como una hija. Pero cuando ella muere, en plena adolescencia, su padre adoptivo decide que Dios ha roto el pacto y lo desafía convirtiéndose en todo lo contrario que ha sido hasta ese momento.
Eisner hizo a Hersh (el decepcionado protagonista) un judío jasídico, parte de un movimiento místico judío que se caracteriza por el estudio minucioso de los textos sagrados pero también por una fe en la alegría como experiencia relgiosa. Recién en la edición de 2006, el autor confesó que la historia estaba basada en un hecho real: la muerte de su hija de apenas 16 años y su enojo de entonces con la divinidad. La historieta fue su forma de canalizarlo.
En «Cookalein» el personaje de Willie Rensie (el seudónimo con el que Eisner firmaba “Hawk of the Seas”) tiene su iniciación sexual en el contexto de unas vacaciones en las que otros personajes buscan pareja o una simple aventura, mientras que solo en Dropsie Avenue, el padre del protagonista intenta decidir si se queda o no con su amante.
Willie Rensie vuelve a aparecer en The Dreamer (1986), novela gráfica en clave en la que Eisner relata sus inicios en la historieta y la aparición de los comic-books. Luego, en To the Heart of the Storm (1991) el mismo personaje reflexiona acerca del antisemitismo que tuvieron que sufrir sus padres separadamente mientras se encamina a pelear contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial.
Hasta el final de sus días, Will Eisner siguió interesado por las posibilidades de la novela gráfica. Quizás lo que lo diferenció de los demás, fue su voluntad, su fe en las posibilidades del medio. Lo había demostrado ilustrando con técnicas de historieta los manuales del ejército y las página de P.S. Magazine.
Last Day in Vietnam (2000) recoge historias provenientes de esa larga experiencia entre soldados. Allí utiliza lo que en cine sería la cámara subjetiva, dejando al lector frente a un amargo tour por la fallida aventura asiática. Recurre también al texto sin globo ni recuadro, algo que había observado en las tiras de Jules Feiffer y que estaba interesado en experimentar. Aún entonces, seguía experimentando. Mucho de lo que surgía de aquellos ensayos lo reflejó en Comics and Sequential Art (1985).
El antisemitismo en particular y el racismo en general eran temas que le interesaba debatir a través de sus historietas. No solo porque su familia lo había sufrido desde siempre, sino porque él también había sido tratado de racista por lectores a los que Ebony White (el compinche negro de The Spirit) les resultaba ofensivo.
Eisner buceó entonces en los estereotipos raciales y relató la vida nunca antes contada de uno de los villanos de Oliver Twist en la deliciosa Fagin The Jew (2003). Su última novela gráfica, The Plot: The Secret Story of The Protocols of the Elders of Zion (2005), estaba dedicada a desentrañar los orígenes del famoso libelo antisemita creado por la policía zarista.
También adaptó a su particular estilo clásicos como Don Quijote, Moby Dick y cuentos de los Hermanos Grimm.
Hoy en día, nos parece normal ver novelas gráficas y TPBs en las bateas de las comiquerías. Hubo un tiempo en que algo así era inimaginable. Hubo un tipo que sí se lo imaginó y no se dio por vencido. Ese era Will Eisner.
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